SANTA FE Y LA REVOLUCIÓN DE MAYO
La construcción colectiva del conocimiento histórico implica la recuperación de procesos que incluyen argumentaciones, relatos, debates, análisis semiológico, epistemológico, filosófico e historiográfico desde una hermenéutica ética de aquellos episodios acontecidos que favorecen el encuentro de sentidos en la crueldad del engranaje del tiempo.
El transcurso de la historia tira la alfombra a la reconstrucción, ofreciendo la oportunidad de repensar en Mayo de 1810 como compromiso ético y político desde la reflexión crítica de los signos de los tiempos que orientan la toma de decisiones educativas en la enseñanza de la participación democrática de un pueblo.
La Subsecretaría de Educación Superior tiene el agrado y se siente honrada en la posibilidad de ofrecer una lectura académica comprometida con el significado y recorrido del 25 de mayo para las y los Santafesinos a través de la profunda producción de la Prof. Lic. María Paula Carignano. ISPI N° 9110 “DE LA SAGRADA FAMILIA” de la ciudad de Rosario.
María Paula nos invita a recuperar el paso del tiempo de “SANTA FE Y LA REVOLUCIÓN DE MAYO”, ofreciendo el siguiente párrafo: Gastañaduy, dice Busaniche (1940) “olvidando su anterior decisión de obedecer solamente a la Junta de España, festejó la composición del nuevo gobierno con salvas y luminarias” (p. 17) y escribió de manera inmediata la Primera Junta de Gobierno, ratificando la adhesión y reconocimiento de la autoridad de la Junta, por lo cual Santa Fe se convirtió en la primera población del actual territorio argentino en adherir a la causa revolucionaria de Mayo.
Muchas gracias María Paula! Feliz día de la Patria!
Subsecretaría de Educación superior.
Mg. Patricia Moscato.
SANTA FE Y LA REVOLUCIÓN DE MAYO
Prof. Lic. María Paula Carignano.
ISPI N° 9110 “De la Sarada Familia”
La revolución de Mayo, fue una gesta que concluyó en la constitución de la Primera Junta de Gobierno y depuso la autoridad del virrey español Baltasar Hidalgo de Cisneros sobre el Virreinato del Río de la Plata. La crisis del absolutismo monárquico español, como una crisis orgánica (Fradkin, 2008) de todo el sistema, horadó las cimientes del orden colonial. De todas formas, Oscar Terán (2015) nos advierte que la revolución en si misma fue un acontecimiento que se desencadenó, debido a los hechos ocurridos en la península y que como un devenir vertiginoso se fueron suscitando, sin que se pueda distinguir un sujeto político y/o actores sociales que hayan planificado la revolución con mucho tiempo de antelación.
Convencionalmente las luchas por la Independencia en América se han periodizado a partir de 1808, momento crucial para el Imperio Español por la abdicación del rey Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII, su posterior encarcelación por parte del gobierno imperial de Napoleón en territorio francés, la invasión del territorio español y la designación de José Bonaparte (hermano de Napoléon) como rey de España. Esta situación encendió los imaginarios políticos que pervivían tanto en los españoles y como en los americanos.
La monarquía española era concebida como una relación personal de fidelidad al rey, pero que se expresaba a través de cuerpos colegiados, las cortes. La ilegitimidad de un rey extranjero provocó una respuesta similar en ambos lados del Atlántico: el juntismo (Guerra, F., 2001). Las diferentes juntas, organizadas de modo regional, primeramente, y luego centralizadas en la Junta Central Gubernativa del Reino, se sucedieron en las ciudades españolas que se levantaron en contra de la invasión, y declararon su fidelidad a Fernando VII, asumiendo la tutela de los derechos reales.
Por el avance del ejército francés, la Junta cuya primera sede fue Aranjuez, tuvo que trasladarse a Sevilla en diciembre de 1808. En las colonias americanas, la misma fue reconocida como autoridad legítima en ausencia de Fernando VII, pero se cuestionaba la falta de representación de los territorios hispanoamericanos. En enero de 1809, la Junta emitió el decreto por el cual convoca a los americanos a elegir vocales que se sumasen a integrar la Junta Central.
Por las distancias y los tiempos de llegada de las noticias, propias de las posibilidades de los medios de transporte y comunicación de principios del siglo XIX, los diputados del Río de la Plata, si bien fueron elegidos no llegaron a poder incorporarse a la misma, porque la Junta quedó disuelta antes de que se pudiesen enviar esos diputados. Juan Francisco Tarragona fue electo en Santa Fe como candidato para representar al virreinato en la Junta Central de Sevilla. Una idea de las dificultades en los tiempos y en las comunicaciones, nos la brinda el hecho que el cabildo de Santa Fe es notificado de la aprobación de Tarragona, por parte de Cisneros el 28 de Mayo de 1810. Mientras en Buenos Aires, ya estaba conformada la Junta presidida por Saavedra, Paso y Moreno.
De todas formas, si pensamos el proceso emancipador en el Río de la Plata, no podemos escindirlo de las invasiones inglesas ocurridas en 1806 y 1807 que revelaron la fragilidad del orden colonial, como afirma Goldman (1998) debido la actitud de sumisión del Cabildo como de la Audiencia de Buenos Aires frente a los ingleses, la inexistencia de una eficaz defensa de parte de las tropas regulares del virreinato a causa de ser escasas en número y a la desafortunada estrategia del Virrey Sobremonte de retirarse a la jurisdicción de Córdoba para reorganizar la reconquista. Cosa que no ocurrió. La resistencia a las tropas inglesas fue conducida por Santiago de Liniers, capitán de navío francés al servicio de España. Se organizaron tropas de voluntarios que lograron hacer capitular a los ingleses, y que, ya formalizados en cuerpos militares uniformados y armados, actuaron nuevamente repeliendo a los invasores en 1807.
Frente al reclamo popular, el cabildo depuso a Sobremonte, y designó en Liniers el mando militar, quien sería nombrado virrey interino por la propia corona española poco tiempo después. El poder del Virreinato se apoyó cada vez más en estas las milicias improvisadas, devenidas en cuerpos y regimientos militares, luego de 1806 y 1807.
Mientras tanto Santa Fe no era ajena a los sucesos que se venían desencadenando, aunque en ninguna de las dos ocasiones, tropas inglesas llegaron a territorio santafesino, su población se vio obligada a enviar reses, caballos y armas que Sobremonte le había solicitado al Teniente de Gobernador de Santa Fe, Prudencio María de Gastañaduy. En los inicios del siglo XIX, la ciudad de Santa Fe poseía un aspecto físico sencillo y hasta precario, habitada por aproximadamente cinco mil personas (Tarragó, y Barriera, 2006). La disposición de la traza era alargada con orientación SO a NE, rodeada por agua y una zona de quintas hacia el oeste; poseía una sola calle enguijarrada y un total de cincuenta manzanas; quince de largo y de dos a cinco de ancho (Tarragó, y Barriera, 2006). Paredes de barro y caña, blanqueadas con cal, techos bajos de paja, y pisos de ladrillos conformaban el paisaje principal, en el cual se destacaban algunas casas de familias como la de los Aldao junto a las Iglesias de San Francisco, de San Jerónimo, de La Merced y por supuesto el templo de la Catedral.
Llegadas las noticias de la abdicación de Carlos IV, Liniers envió notas al interior de Virreinato para que procedieran a la jura del nuevo rey. Cuando los vecinos de la ciudad de Santa Fe festejaban la proclamación de Fernando VII y le juraban fidelidad, en España la Junta Central se constituía como autoridad, debido a que estaba prisionero en Francia.
Con Fernando VII preso en manos de Napoleón, y el ejército de Francia invadiendo territorio español, el origen francés de Liniers, ocasionaba recelos y acrecentaba las ya existentes rivalidades con los miembros del Cabildo de Buenos Aires por el control de las milicias. Los cabildantes lo acusarán de connivencia con los portugueses, más allá que Liniers rechazó la petición de la Infanta Carlota Joaquina basándose en el juramento de fidelidad a Fernando VII y el reconocimiento de la Junta de Sevilla. La infanta, esposa del rey de Portugal instalados en Río de Janeiro por la invasión de las tropas francesas, y hermana de Fernando VII, reclamaba, a través de una proclama que recorrió todo el territorio del Virreinato incluido Santa Fe, el gobierno interino de estos dominios, como depositaria y defensora de los derechos de su familia (Busaniche, 1940).
La situación de Liniers se complicaba. Finalizando el año 1808, el gobernador de Montevideo, Francisco Javier de Elío se manifestó en disidencia con respecto del virrey del Río de la Plata y presidió una Junta que desconoció dicha autoridad. El 1 de enero de 1809, el ejército criollo surgido de las invasiones inglesas y comandado por Cornelio de Saavedra impidió derrocamiento de Liniers, sofocando la asonada liderada por Martín de Álzaga. Surgió un “nuevo actor político de cuyo apoyo ya no se pudo prescindir” (Goldman,1998, p. 35), mientras que la crisis metropolitana debilitaba los grupos gobernantes tradicionales (Halperin Donghi, 1978). A posteriori, en febrero de ese año, la Junta Central separó a Liniers de su cargo, reemplazándolo por Baltasar Hidalgo de Cisneros, hombre del juntismo español, quien llegaría al Río de la Plata en agosto de 1809.
El clima se iba enrareciendo con las noticias y correos que arribaban esos días a Santa Fe y evidenciaban las resquebrajaduras del orden colonial. Algunas se manifestaron en agravios cometidos a las viviendas de algunos ex cabildantes. Esto ocasionó que ciertos vecinos “de prestigio y arraigo se excusaban de aceptar cargos capitulares” (Gianello, 1978, p. 156).
En marzo de 1809, en Buenos Aires circulaban fuertes rumores que en Santa Fe se estaba tramando una conspiración. Liniers envía una expedición con tres naves de guerra y su correspondiente guarnición militar, bajo el mando de José Posadas y Pedro Hurtado de Corcuera (Damianovich, 2009) con el supuesto de restablecer el orden alterado. Los cabildantes, reunidos en sesión extraordinaria solicitan al Teniente de Gobernador Gastañaduy, que convenciera a los jefes de la expedición de la paz y serenidad reinantes en la ciudad. El objeto de la expedición, según propias declaraciones de Coscuera en su entrevista con Gastañaduy, era resguardar el Paraná y la ciudad de cualquier avance enemigo desde Montevideo perpetrado por las fuerzas de Elío. Ante la presión que las tropas ejercían sólo con la presencia en la ciudad, se inició una investigación sobre lo sucedido, y se acusó como responsable de difundir noticias alarmistas a José Toribio Villalba, el matarife abastecedor de la ciudad. De todos modos, la supuesta conspiración, de la cual hasta ahora no se han obtenido fuentes fidedignas que demuestren la existencia de tal, estaba inspirada en un movimiento opositor al Virrey Francés, afirma Leoncio Gianello (1978).
Los rumores de la época responsabilizaban a Francisco Antonio Candioti, gran hacendado y comerciante santafesino vinculado al comercio de ganado mular y tráfico mercantil asunceño, alcalde del Cabildo de la ciudad de Santa Fe. Resulta difícil que pudiese ser el principal instigador, dice Damianovich (2009) puesto que por razones comerciales no se encontraba en la ciudad en marzo de 1809. De todas formas, el mencionado historiador santafesino, si ha logrado establecer a partir de la interpretación de fuentes epistolares, una relación al menos comercial entre Martín de Alzaga y Candioti, junto con filiaciones ideológicas que los emparentaban en sus sentimientos respecto de Liniers. Al decir del propio Damianovich (2009) “siempre en el plano de la hipótesis, todo parecería indicar que Candioti fue el gran detractor de Liniers en Santa Fe” (p. 24). Pero al mismo tiempo, el fracaso del motín de Álzaga demostró el apoyo militar con el que contaba el virrey francés en Buenos Aires, y que seguramente desanimó cualquier supuesto intento de levantamiento contra el mencionado funcionario.
De todos modos, eran momentos de agitación y movimientos. Cuando asume Cisneros como Virrey, Gastañaduy le informa que llegan casi diariamente a la ciudad, y también a la Villa del Rosario, papeles anónimos que contienen máximas infernales contra los gobiernos establecidos legítimamente y que incitaban a la insurrección general, expresaba la máxima autoridad de Santa Fe (Busaniche, 1940). Esta circulación de papeles subversivos no sugiere la existencia de partidos o grupo revolucionarios vernáculos, pero supone el accionar de algunas facciones de criollos que se reunían en Buenos Aires con ideas emancipadoras.
Los sucesos de Mayo culminaron con la constitución de una junta gubernativa, y se manifestaron como la expresión de una profunda crisis institucional de la monarquía española, pero que al mismo tiempo se precipitó por la contingencia de los hechos ocurridos en la Península Ibérica.
El día 4 de Junio de 1810, el general Espínola, enviado de la Primera Junta Gubernativa, llegó a la ciudad de Santa Fe, y entregó los pliegos al Teniente de Gobernador Gastañaduy, que informaban sobre los hechos acaecidos en la ciudad de Buenos Aires, junto a la circular del 27 de mayo por la que se recomendaba el envío de un diputado y algunas normas para su elección.
Gastañaduy, dice Busaniche (1940) “olvidando su anterior decisión de obedecer solamente a la Junta de España, festejó la composición del nuevo gobierno con salvas y luminarias” (p. 17) y escribió de manera inmediata la Primera Junta de Gobierno, ratificando la adhesión y reconocimiento de la autoridad de la Junta, por lo cual Santa Fe se convirtió en la primera población del actual territorio argentino en adherir a la causa revolucionaria de Mayo.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA DE LA IMAGEN DE PORTADA:
Detalle del Plano de la ciudad de Santa Fe, elaborado por el Capitán de Navío Hidráulico Eustaquio Giannini. Manuel Belgrano le encarga su confección en octubre de 1810 cuando visita la ciudad de Santa Fe de paso hacia Paraguay. Barriera, explica que el original se encuentra en el British Museum of Londres, y otra copia en el Archivo de la Jefatura del Servicio Cartográfico del Ejército en Madrid. https://www.google.com/url?sa=i&url=https%3A%2F%2Fwww.ellitoral.com%2Findex.php%2Fid_um%2F249438&psig=AOvVaw3w70aZJZlB3xtL9h8W-TXk&ust=1653569047615000&source=images&cd=vfe&ved=0CAwQjRxqFwoTCMioofDW-vcCFQAAAAAdAAAAABAD
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Busaniche, J. (1940), Santa Fe y la Revolución de Mayo, https://bibliotecavirtual.unl.edu.ar:8443/handle/11185/3309
- Damianovich, A (2009), Santa Fe y la Revolución de Mayo. La hipótesis de la conexión alzaguista en Santa Fe., Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe, N° LXVII.
- Fradkin, R. (2008), ¿Qué tuvo de revolucionaria la revolución de independencia? Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento crítico N° 5, Bs As.
- Gianello, L. (1978), Historia de Santa Fe, Editorial Plus Ultra
- Guerra, F. (2001), Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Fondo de Cultura Económica
- Goldman, N. (1998) Crisis Imperial, Revolución y Guerra. 1806-1820 en Goldman, N. (Dtora), Nueva Historia Argentina, Revolución, República, Confederación, 1806-1852. Buenos Aires: Sudamericana, Tomo 3.
- Halperin Donghi, T. (1978), Militarización revolucionaria en Buenos Aires.1806-1815, Sudamericana
- Tarragó, G. y Barriera, D. (2006). Adiós a la monarquía: de los años revolucionarios a la crisis de 1820, Prohistoria Ediciones.
- Terán, O. (2015) Historia de las ideas en la Argentina. Díez lecciones iniciales, 1810-1980. Siglo Veintiuno Editores.
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |