“Repensar el 25 de mayo. Entre sus atributos míticos y su relevancia política”
El transcurso de la historia nos ofrece la oportunidad de repensar en Mayo de 1810 desde el compromiso ético y político a partir de la reflexión sobre los signos de los tiempos que orientan las acciones educativas de la vida ciudadana.
La clave reconstructiva de la memoria traza la trama de significaciones a través de los valores y principios que invitan el pensamiento crítico contextualizado que narra las representaciones del pasado desde el caleidoscopio de las problemáticas del presente en prospectiva a la mirada que adviene.
En el nivel Superior la construcción colectiva del conocimiento histórico requiere la perspectiva de la complejidad incluyendo argumentaciones, relatos, debates, análisis semiológico, epistemológico, filosófico e historiográfico desde una escucha ética de aquellos procesos acontecidos para elaborar estrategias educativas con sentido en la cadena significante del tiempo.
La Subsecretaría de Educación Superior invita a la problematización de los hitos de la historia desvelando la mirada crítica académica a través de las palabras alusivas de la Prof. Lic Estrella Mattia sobre “Repensar el 25 de mayo. Entre sus atributos míticos y su relevancia política”.
Subsecretaría de Educación Superior.
Mg.Patricia Moscato.
“Repensar el 25 de mayo. Entre sus atributos míticos y su relevancia política”.
“Nuestra herencia nos fue legada sin testamento alguno” (René Char)
¿Qué decir sobre el 25 de mayo que no haya sido dicho todavía?. Probablemente, casi nada. Sin embargo, “como nadie escucha hay que volver a empezar” (Gide, 1987:115). En consecuencia, al momento de reflexionar sobre esta fecha, se necesita diferenciar entre aquel hecho concreto fechado el 25 de mayo de 1810 y la conmemoración que sobre esa fecha se realiza cada año, desde 1813, y que la convierte en una de las efemérides centrales para la construcción de la identidad nacional. La primera posibilidad refiere a un acontecimiento histórico y la segunda a una decisión política. Entre ambas opciones deambulan, como siempre dispuestos para la disputa, el sentido de la historia, el oficio de los historiadores y los usos políticos del pasado.
Así, si se reconstruye el 25 de mayo desde la perspectiva histórica, se realiza el recorte espacio temporal pertinente, y se contextualiza la jornada, se ancla en los últimos años de la dominación colonial española en la ciudad de Buenos Aires, capital del territorio conocido con el nombre de Virreinato del Río de la Plata. Principios de siglo XIX. Tiempos difíciles para la metrópoli imperial, ocupada militarmente por las fuerzas militares francesas, con un rey prisionero en Bayona y con dos gobiernos paralelos: uno autodesignado legítimo formado por una Junta Central replegada en la ciudad de Sevilla y otro considerado como usurpador representado por un monarca impuesto por los invasores extranjeros y un estado de guerra permanente.
También, eran tiempos difíciles para las colonias españolas en América que, desprotegidas y desgobernadas, habían resistido desde el principio las medidas de reordenamiento del imperio español de ultramar, implementadas por la administración de los Borbones durante el último tercio del siglo XVIII.
En estas circunstancias no resultó extraño que, a medida que se iba profundizando la crisis en España, en los territorios bajo su dominio, amplios sectores de las sociedades coloniales fueron incorporando en forma progresiva la idea de la emancipación y la pusieron en acto a través de una oleada de levantamientos cívico militares que, aunque la mayoría fueron reprimidos por las fuerzas realistas, pudieron liberalizar el régimen autoritario colonial, y aumentar las posibilidades de profundizar las acciones tendientes a lograr la independencia.
Incluido en estos escenarios, micros y macros, tiene que inscribirse el 25 de mayo de 1810 que, además, constituye la clausura de un tiempo de cortísima duración en el que los actores sociales rioplatenses -tanto criollos como españoles-, lograron quebrar la autoridad virreinal e iniciar la construcción de un nuevo ordenamiento político.
Haciendo uso exclusivo de la cronología tradicional, que se ha instituido en el recurso fundamental para elaborar el discurso historiográfico conservador positivista, lo sucedido en aquel 25 de mayo se encuentra incluido en el periodo temporal presentado con el nombre de Semana de Mayo.
La reconstrucción de estos hechos, despojada de cualquier tipo de explicación e interpretación, se ha recuperado con narraciones que constituyen un ejemplo contundente de la narrativa histórica en clave de crónica. En consecuencia, desde esta perspectiva, los acontecimientos que nos ocupan suelen enunciarse de la siguiente forma:
14 de mayo: llega a Buenos Aires la noticia de la ocupación de Andalucía, la caída de Cádiz y el establecimiento de un Consejo de Regencia en las islas de León. Se considera perdida a España.
18 de mayo: Cisneros redacta una proclama que informa al pueblo sobre los hechos.
20 de mayo: el síndico Leiva propone al virrey Cisneros que convoque a Cabildo abierto.
22 de mayo: Se reúne el cabildo abierto. De las 450 invitaciones enviadas sólo fueron aceptadas 250.
23 de mayo: El cabildo ofrece una solución: La conformación de una junta integrada ´por dos españoles, dos criollos y como presidente, el virrey.
24 de mayo: Renuncian los dos criollos a la junta.
25 de mayo: Se nombra la nueva Junta de Gobierno integrada por Cornelio Saavedra, como presidente, Mariano Moreno y Juan José Paso, secretarios, y los vocales Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Juan Larrea y Domingo Matheu. (Goldman, 1994:43)
La transcripción precedente, sin dudas, remite a la idea que expuso tan claramente Edward Carr cuando afirmó que “El historiador empieza por una selección provisional de los hechos y por una interpretación provisional a la luz de la cual se ha llevado a cabo dicha selección, sea ésta obra suya o de otros”. (Carr, 1985:33)
A pesar de los esfuerzos realizados por distintos historiadores identificados con otras alternativas de análisis de la historia, esta versión ortodoxa mantiene su vigencia y no ha perdido su institucionalidad dominante, sobre todo al momento de pensar a la historia como “una de las formas culturales que más se han utilizado para justificar instituciones, creencias, y propósitos comunitarios que prestan cohesión a grupos, clases nacionalidades e imperios.” (Villoro, 1984:44) Una muestra de este estado de la cuestión es el artículo publicado en el diario La Nación el 25 de mayo de 2020 bajo el título “Desde el 18 de mayo hasta el 25 de mayo: cómo se llegó a la revolución”. En esas líneas se pone a disposición de los lectores un relato análogo al transcripto por Goldman en 1994.
18 de mayo
El virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros pidió al pueblo del Virreinato que no traicione a la Corona y se mantenga fiel a España, que en aquella época había sido invadida por los franceses.
19 de mayo
Los criollos reclaman la organización sin ningún tipo de trabas de un Cabildo Abierto para tratar la situación y analizar los pasos a seguir.
20 de mayo
El virrey Cisneros recibe a funcionarios del Cabildo, jefes militares y criollos, con quienes trata la convocatoria del Cabildo.
21 de mayo
El Cabildo toma forma y anuncia que se reunirá el 22 y que necesita contar con el apoyo de los principales vecinos.
22 de mayo
Tras largos discursos y más extensas discusiones, las autoridades del Cabildo deciden que es tiempo de que el virrey abandone el poder.
23 de mayo
El Cabildo forma una Junta de Gobierno y pone a Cisneros como presidente, decisión no bien recibida por los demás.
24 de mayo
La bronca crece, indigna al pueblo, que no comprende por qué desde el Cabildo volvieron a poner a Cisneros al frente. Protestan hasta conseguir la renuncia de todos los miembros de la Junta.
25 de mayo
Los criollos, reunidos en la Plaza Mayor (hoy la Plaza de Mayo) esperan las novedades del día al grito de: “El pueblo quiere saber de qué se trata”. Ese viernes, los cabildantes reconocieron la autoridad de la Junta Revolucionaria y formaron de esta manera el primer gobierno patrio.
Sin embargo, y en acuerdo con lo expresado por Michael Foucault (2019) es posible afirmar que
La historia será efectiva en la medida en que introduzca lo discontinuo en nuestro mismo ser…no dejará nada debajo de sí que tendría la estabilidad tranquilizante de la vida o de la naturaleza, no se dejará llevar por ninguna obstinación muda hacia un fin milenario. Cavará aquello sobre lo que se la quiere hacer descansar, y se encarnizará contra su pretendida continuidad. El saber no ha sido hecho para comprender, ha sido hecho para hacer tajos (2019: 78).
Así, en ese “hacer tajos” para que el pasado pueda encontrar las hendijas por donde filtrarse en el presente, los acontecimientos de mayo 1810 han sido objeto de estudio para historiadores de todas las tendencias historiográficas tanto argentinos como extranjeros.
La existencia y disponibilidad de esta multiplicidad de miradas respecto del proceso de Mayo de 1810, han hecho posible que existan diversas interpretaciones sobre los mismos hechos. Del extenso listado de autores se pueden elegir, de forma arbitraria y a modo de ejemplos, lo explorado e interpretado sobre el tema por distintos historiadores, en diferentes momentos de sus trayectorias profesionales.
En este sentido puede recuperarse el texto “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina” (1957) de Jorge Abelardo Ramos, donde desde un discurso marxista clásico de la historia, se refería a lo sucedido en Mayo como un episodio dentro del amplio e integral proceso político revolucionario desarrollado en territorio americano durante aquellos años en los que, según su análisis, no existieron intenciones separatistas.
De este modo, el levantamiento revolucionario en toda América no fue sino la prolongación en el Nuevo Mundo de la conmoción nacional de la vieja España que pugnaba por remozarse. Nuestra revolución no fue un levantamiento contra España. No fue para desasirnos que nació sino para liberarnos juntos del yugo feudal. Americanos y españoles combatieron mezclados en los dos campos (…) El regreso de Fernando VII y la derrota de la revolución ibérica fue nuestra derrota…el estallido de la Revolución, la invasión napoleónica y la creación de juntas americana similares a las formadas en la península, abren paso a su vez a una generación política que, tal como ocurrió en España, se dispone a llevar a la práctica la nueva idea de la soberanía del pueblo en el manejo de sus destinos (1957:22/23).
Con otra lógica revisionista, un tanto más nacionalista y popular, José Luis Busaniche narraba en su libro “Historia Argentina” editado por primera vez en 1965, lo ocurrido entre el día 24 de mayo, explicando que “el bando impreso adherido a las paredes de la ciudad fue arrancado con indignación. En rigor, el virrey continuaba en el gobierno con otro título. El malestar y la agitación pública arreció en la tarde del 24, a punto de que esa misma noche la junta presidida por Cisneros renunció en pleno para que fueran elegidos sujetos que puedan merecer la confianza del pueblo” (1979: 304).
En la década del 90, Tulio Halperin Donghi, desde una perspectiva historiográfica liberal interpretativa, intentaba comprender las contradicciones del accionar de los protagonistas de aquellos días de fervor revolucionario planteando que, la complejidad misma de la situación española y de la coyuntura internacional hacia sin duda difícil trazar en 1810 una imagen precisa de cualquier futuro. Pero dentro de esas previsiones, acaso la menos razonable era la que suponía que el rey cautivo iba a ser devuelto al trono de sus mayores: estando así las cosas, la diferencia entre un movimiento destinado a emancipar a las Indias del vínculo colonial y uno que se proponía liberarlas de la amenaza francesa era válida en abstracto, pero tenía muy poco valor concreto. Cierta imprecisión de objetivos, cuyas ventajas tácticas son evidentes, puede corresponder entonces también a auténticas perplejidades de algunos dirigentes revolucionarios… (1993:43)
Los historiadores extranjeros también fueron atrapados por esta convulsionada época de la historia latinoamericana en general y la del Río de la Plata en particular. Así, el británico David Rock, especialista en historia latinoamericana en la Universidad de California en su texto “Argentina 1516-1987: desde la colonización española hasta Raúl Alfonsín” traducido al español en 1988, jerarquizó la dimensión económica de la época y esbozó las consecuencias del proceso rupturista. Sin dudarlo, expresó que La revolución de Mayo puso fin al orden colonial e inició una amarga y larga lucha por la independencia. Aunque el autogobierno fue instaurado en un intento de ahondar y acelerar la prosperidad comercial, en cambio originó una prolongada desorganización económica, décadas de intermitente guerra civil, la destrucción del gobierno central, y una caída general en la dictadura. En los comienzos del siglo XIX, se produjo la consolidación y expansión de la economía ganadera costera de Buenos Aires y el ascenso de una nueva élite basada en la tierra tal que, a mediados del siglo, Buenos Aires se preparó una vez más para reclamar el dominio sobre las tierras que estaban más allá. (1991: 121)
Otro británico, John Lynch, profesor de la Universidad de Londres publicó en 1973 su historia de “Las revoluciones hispanoamericanas. 1808-1826” cuando interpretó la revolución en el territorio del Virreinato del Río de la Plata afirmó que era una revolución patricia, realizada por una élite que hablaba en nombre del pueblo sin consultarle. ¿Dónde está el pueblo?, preguntó un funcionario del cabildo el 25 de mayo desde un balcón que daba a la plaza. Sólo alguna gente se había reunido, aquélla a la que había permitido entrar en la plaza el regimiento de Patricios. Lo más cercano al elemento popular eran los escasos centenares de activistas que dirigían French y Beruti, que constituían una muchedumbre armada que dominaba las calles. No se trataba de un movimiento democrático. Como muchas revoluciones, fue iniciada por una minoría que consiguió movilizar -y manipular-a una mayoría (1983: 67)
Las transcripciones precedentes, fragmentadas y parciales, de las producciones elaboradas por quienes ejercen el oficio de historiar los hechos producidos en el pasado, dan cuenta de la existencia de la diversidad interpretativa que se ha desplegado sobre la denominada revolución de Mayo.
En otro plano, hay que recordar que los integrantes de la Asamblea General, que sesionó en la ciudad de Buenos Aires desde 1813 a 1815, con la intención de revitalizar los principios revolucionarios y afianzar la idea de ruptura con la metrópoli, tomaron la decisión política de convertir al 25 de mayo en una fecha que tendría que recordarse cada año a modo de conmemoración del hecho que se consideró, desde un principio, como fundante de la nación.
Años después, en tiempos de la formación del Estado Nacional y con el claro objetivo de construir un discurso patriótico sintetizador, la Revolución de mayo se enarboló como el hecho que marcó la fundación de la patria y mientras algunos de sus hacedores, como Saavedra y Belgrano, fueron sacralizados otros, como Moreno y Castelli fueron desdibujados. Los intelectuales de la década del 80, los grandes inventores discursivos de la identidad nacional, se encargaron de incorporar esta fecha de manera definitiva a la historia escolarizada en clave de efeméride.
En esa acción política intentaron condenar al silencio y al olvido a los protagonistas de estas jornadas, romantizando su accionar e invistiendo a estos acontecimientos disruptivos de un halo mítico que impidió visibilizar, durante mucho tiempo, la relevancia histórica que tuvo ese proceso dentro de un escenario de dominación colonial.
Sin embargo, en la actualidad, aunque todavía pueden escribirse y leerse artículos sobre la Revolución de mayo como el publicado en 2020 por el diario La Nación y se la continua rememorando a través de actos escolares y celebraciones públicas que no han logrado desprenderse de la versión original, ignorando que los viejos ritos han perdido sentido y desconociendo que, como afirmó hace tiempo Adriana Puiggrós, “hay que crear nuevos rituales y contar mejor el cuento de la historia”, se cuenta con la Res Gestae de los historiadores que ofrecen sus interpretaciones y sus investigaciones a disposición de la sociedad para criticar, debatir y resignificar Mayo tantas veces como sean necesarias.
En definitiva, no se puede continuar negando que “…Compete, a los historiadores, hacer de la lucha por la democratización de la memoria social uno de los imperativos prioritarios de su objetividad científica” (porque) “La memoria, a la que atañe la historia, que a su vez la alimenta, apunta a salvar el pasado sólo para servir al presente y al futuro. Se debe actuar de modo que la memoria colectiva sirva a la liberación, y no a la servidumbre…” (Le Goff, 1991: 158)
Prof. Lic. Estrella Mattia**
Bibliografía
Aisemberg B. y Alderoqui, S. (comps.) (1994). Didáctica de las ciencias sociales. Tomo 1. Aportes y reflexiones. Paidós. Buenos Aires.
Busaniche, José Luis (1979). Historia Argentina. Editorial Solar/Hachette. Buenos Aires.
Carr, Edward (1985). ¿Qué es la historia?. Editorial Planeta-Agostini. Barcelona.
Foucault, Michel (2019). Microfísica del poder. Editorial siglo XXI. Buenos Aires.
Gide, André (2020). Diario. Tomo 1. 1887-1910. Editorial Debolsillo. España.
Diario La Nación, Desde el 18 de mayo hasta el 25 de mayo: cómo se llegó a la revolución. Mayo 2020. Buenos Aires.
Halperin Donghi, Tulio (1993). Historia Argentina. De la Revolución a la Independencia. Paidós. Buenos Aires.
Le Goff, Jacques (1991). El orden de la memoria. Paidós. Barcelona.
Lynch, John (1983). Las revoluciones hispanoamericanas. 1808-1826. Editorial Ariel. Barcelona.
Pereyra, Carlos y otros (1984). Historia, ¿Para qué?. Editorial Siglo XXI. Buenos Aires.
Ramos, Jorge Abelardo (1957). Revolución y Contrarrevolución en la Argentina. Editorial Amerindia. Buenos Aires.
Rock, David (1991). Argentina 1516-1987.Desde la colonización española hasta Raúl Alfonsín. Editorial Alianza. Buenos Aires.
** Profesora de Historia y Educación Cívica. Licenciada en Historia. Diplomada en Ciencias Sociales. Especialidad: Sociología (FLACSO). Postitulada en Investigación Educativa de La Universidad Nacional de Córdoba. Postitulada en “Formador Superior en Investigación Educativa” Instituto Superior del Magisterio nº 14- Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe. Postgrado en “Nuevas Infancias y Juventudes”, UNR/UNL/UNER. Docente en escuelas medias de la provincia de Santa Fe, en las escuelas preuniversitarias de la UNR, en institutos superiores de formación docente y en posgrados y postítulos afines a la titulación. Capacitadora en distintos proyectos de fortalecimiento de la función docente en la jurisdicción provincial y en programas de capacitación de carácter nacional.
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |