Postales del niño Domingo Faustino.
Revisitar la instancia de la letra de los nombres que configuran la historiografía de los tiempos implica de la exquisita pluma de la docencia.
La expresión del sentido histórico otorga diversos significados al legado que transciende a los grandes maestros que inscribieron simbolismos y transformaciones profundas.
Las manifestaciones episódicas que nombran la dimensión del tiempo mediante rostros y frases fundantes son aquellas que posibilitan un estar de otro modo en el mundo educativo. En el decir de la autora se transmite el puño y la letra de Domingo Faustino Sarmiento, porque el 21 de septiembre se instituyó en su honor, recordando cuando arribaron sus restos a Buenos Aires provenientes de Asunción, unos días después de su muerte.
La Subsecretaría de Educación Superior presenta la producción académica de la Lic. Estrella Mattia “Postales del niño Domingo Faustino”, quien toma las palabras de Sarmiento, quien señala que “en el fervor de la lucha de los partidos, en los momentos del combate, se esgrime como argumentos convincentes, todo lo que puede dañar; pero estos ataques no dañan al hombre honrado” (Sarmiento, 1850: 244).
¡Muchas gracias Estrella!
Subsecretaría de Educación Superior.
Mg. Patricia Moscato.
Postales del niño Domingo Faustino.
Por Estrella Mattia (1)
En 1811, mientras la región del Río de la Plata se encontraba en pleno proceso revolucionario de emancipación y en Buenos Aires, la antigua capital virreinal, la Junta Provisional de Gobierno se había transformado, con la incorporación en orden de llegada de los representantes de las ciudades del interior, en la Junta Grande, en la ciudad de San Juan que hasta 1810 pertenecía a la gobernación intendencia de Córdoba del Tucumán, en uno de sus barrios más humildes, Carrascal nació Domingo Faustino Sarmiento, quien se convertiría en uno de los protagonistas más controvertidos de la Historia Nacional en los albores de la formación del estado Nacional.
Respecto de su linaje, Ricardo Rojas indica que “El abuelo materno de Sarmiento, Don Cornelio Albarracín, poseyó la mitad del valle de Zonda tropas de carretas y mulas, pero al morir, después de 12 años de cama, tan sólo dejó la pobreza para repartirse entre quince hijos, y algunos solares despoblados. Una de sus hijas doña Paula, heredó el sitio de Carrascal, baldío en donde solo había aquella higuera hoy legendaria y en 1801 la niña emprendió la construcción de su rancho, adobe sobre adobe, para cuando formarse familia. Se caso luego con don José Clemente Sarmiento, más pobre que ella y, a diferencia de ella, muy poco disciplinando en el trabajo. De esa unión nació nuestro héroe, cuando en América empezaba la emancipación de las colonias españolas” (Rojas, 1962: 21).
En su libro Recuerdos de Provincia publicado en 1850, Sarmiento recupera los primeros momentos de su vida indicando que “Extrañas emociones han debido de agitar el alma de nuestros padres en 1810. La perspectiva crepuscular de una nueva época, la libertad, la independencia, el porvenir, palabras nuevas entonces, han debido estremecer dulcemente las fibras, excitar la imaginación, hacer agolpar la sangre por minutos al corazón de nuestros padres. El año 10 ha debido ser agitado, lleno de emociones, de ansiedad, de dicha y de entusiasmo” y sobre la fecha de su nacimiento agrega que “yo he nacido en 1811, el noveno mes después del 25 de mayo, y mi padre se había lanzado a la revolución y mi madre palpitado todos los días con las noticias que llegaban por momentos sobre los progresos de la insurrección americana” (Sarmiento, 1850: 159/160).
Así, “mientras el niño empieza a vivir, ocurren sucesos como el envío de ejércitos al Alto Perú y al Paraguay, las adhesiones de los pueblos a la Junta Provisional, el triunfo de Suipacha y la creación de la escarapela y de la bandera nacionales, que exaltan descomunalmente al marido de Paula Albarracín y empújenle a alistarse en las milicias que se organizan en San Juan. Un mes después de haber cumplido un año Domingo Faustino, el general Manuel Belgrano asume el mando del ejército del Norte y más o menos por esos días, parte hacia Tucumán José Clemente, dejando a los suyos” (Gálvez, 1952:13).
En este punto, antes de recobrar algunas postales de la infancia de Domingo Faustino, resulta pertinente recordar que cuando los humanos nacen son crías de la especie, con los caracteres biológicos que los definen. Sin embargo, ingresan al mundo, indefensos, inmaduros e indeterminados. Queda por atravesar el largo e interminable proceso de humanización que permitirá, socialización mediante, que cada cría mude en sujeto. Los humanos se ven compelidos a construirse a sí mismos, constituyéndose en humanos, proceso que sólo es posible a través de la interacción con otros de la misma especie.
Atendiendo a estas cuestiones, cobra relevancia para intentar comprender en toda su magnitud la figura de Sarmiento, mencionar a uno de esos “adultos de la especie” con quien interactúo desde temprana edad y que, sin dudas, colaboró para que transitase sin mayores dificultades el pasaje de “cachorro humano” (Bleichman) o de “infans” (Aulagnier) a sujeto. “Durante esta ausencia del padre, Domingo aprende a leer. Le enseña uno de sus tíos, uno de los varios sacerdotes que rodean su infancia: José Eufrasio de Quiroga Sarmiento, futuro obispo de Cuyo, hermano de José Clemente por parte de padre y madre, no obstante, la diferencia de apellido. Su sobrino lo retrata con cariño y veneración (…) tiene cuarenta años cuando empieza a enseñar a leer al sobrinito de cuatro. A los cinco años, el niño lee correctamente en voz alta, con las entonaciones que sólo la completa inteligencia del asunto puede dar. El caso es que la habilidad de lector del chiquito llama la atención y lo llevan de casa en casa para oírle leer, con lo cual cosecha gran copia de bollos, abrazos y encomios, que lo llenan de vanidad” (Gálvez, 1952: 14).
Sin embargo, esta no fue la única influencia que permitió que Sarmiento se convirtiese en un “sujeto sujetado” al grupo humano al que había arribado a partir de su nacimiento, que lo recibió, lo hospedo y lo inscribió en la cultura que lo precedía porque “(…) los sujetos conforman y son conformados por la cultura (…) La cultura es el arco que nos “sostiene” (nos forma, nos limita, nos posibilita hacer lo que hacemos), pero también nosotros, los sujetos sostenemos, con nuestros márgenes de libertad, la diversidad de formas de la cultura.”(Caruso y Dussel, 1999:14-15).
Atendiendo a esta perspectiva, en su libro Recuerdos de Provincia (1850) “al trazar las semblanzas de su familia no solo Sarmiento siente el fluir de la realidad histórica, sino que además siente el fluir de la realidad histórica, sino además se siente a sí mismo henchido de buenas herencias morales que lo comprometen en la conquista de cada día (…) Sarmiento nos cuenta cómo José de Oro se insufló el amor a la libertad y a la patria; cómo Fray Justo de Santa María de Oro le suscito con el ejemplo las ganas de construir abnegadamente; cómo oyendo a Domingo de Oro pudo comprender el turbión político de su época, cómo a su madre, en fin, le debió todas las riquezas de su alma. Sarmiento, pues, se exhibe como fruto del frondoso árbol ancestral; pero en esa rica, llena y colorida experiencia de un yo temporal, de un yo agitado por las conmociones que vienen del pasado, hay también la conciencia de una misión providencial que cumplir” (Anderson Imbert, 1967:91).
Dice Ricardo Rojas en la introducción de su libro “El profeta de la Pampa” (1962) que el sanjuanino “fue concejal, ministro, gobernador, diplomático, senador, presidente; pero llegó a esos poderes llevando consigo la tempestad. Y aún hay en su carrera otros títulos: redactor de periódicos, general de nuestro ejército, autor de libros, maestro de escuela, doctor honoris causa, por lo que en son de burla lo llamaban “El doctor de Michigan”, aludiendo a la universidad norteamericana que lo graduó. Al fallecer, sus necrologías repitieron: “El viejo luchador”, definiendo con ello su actitud agonística de toda la vida. A pesar de los puestos que ocupara y de los instrumentos nuevos- la prensa y la escuela- de que se valió en su misión, podríamos más bien decir que fue un profeta, el profeta de la Pampa. Hubo un resabio arábigo en su abolengo, y algo berberisco en aquel oasis entre las travesías, donde él se crio. Tantas especies diferentes se mezclaron en él, que resultó la liga de un hombre nuevo: personaje sin modelo anterior y sin posible repetición, porque no volverán a repetirse las circunstancias que lo formaron”. (Rojas, 1962:19)
En este sentido, no se puede obviar que el desarrollo de las potencialidades que cada humano posee al momento de nacer –salvo que exista algún tipo de impedimento genético-, no es un proceso natural, sino social y tiene que ver con las circunstancias concretas, objetivas y simbólicas del contexto espaciotemporal en el que cada uno ha nacido. Domingo Faustino Sarmiento no escapa a estas generalidades y una muestra de estas condiciones está dada por su asistencia a la Escuela de la Patria de la ciudad de San Juan. En sus salones, junto a otros trescientos niños, -sólo varones- asistió a clases durante nueve años consecutivos.
Esta institución educativa pública fue fundada en 1815 por el gobernador de San Juan, José Ignacio de la Roza (nombrado por José de San Martín cuando se hizo cargo del gobierno de la región de Cuyo) a quien se lo designó como “el promotor del progreso sanjuanino”. En aquellos años, en los que predominaba el analfabetismo, la fundación de escuelas donde se enseñara a leer y a escribir y también las operaciones básicas tales como sumar, restar, multiplicar y dividir a todos los niños sin importar su pertenencia de clase, era un acto político de excepción en los albores del proceso revolucionario de independencia donde las urgencias eran otras y no existía todavía un proyecto nacional en el que la educación fuese una prioridad.
Así, Sarmiento coincidió en el horizonte temporo – espacial donde existió esa Escuela de la Patria, debido principalmente, a la iniciativa de las autoridades locales de aquel entonces. Se inscribió en su historia institucional como uno de sus alumnos más destacados y al mismo tiempo, esa experiencia se constituyó en una de las marcas más significativas de su constitución subjetiva porque como afirma Hannah Arendt (1998), “la condición humana abarca más que las condiciones bajo las que se ha dado la vida al hombre (…) los hombres crean de continuo sus propias y autoproducidas condiciones (…) Cualquier cosa que toca o entra en mantenido contacto con la vida humana asume de inmediato el carácter de condición de la existencia humana(…)” (Arendt, 1998: 23). Eso le sucedió a ese niño pobre, criado casi exclusivamente por una madre que estaba convencida del poder transformador de la educación, durante los años que asistió a aquella escuela de paredes de adobe.
Ricardo Rojas explica que “Lo mejor de la escuela de la Patria fue su ambiente de civismo y trabajo. Se cultivaba la igualdad entre los alumnos, pero se fomentaba la emulación, para despertar las capacidades. La enseñanza era recíproca y los mejores alumnos ayudaban a los maestros. Pequeña república con jerarquías, pero imbuida de amor, encada curso se otorgaba el título de Primer Ciudadano al alumno intachable en aplicación, asistencia y conducta. Domingo Faustino Sarmiento fue el niño que obtuvo siempre ese honor, por su asistencia perfecta, su inteligencia excepcional, su cooperación de buen compañero. Ese título de Primer Ciudadano quedó adherido a su nombre” (Rojas, 1962:47).
Manuel Gálvez, (1952) recrea, en su biografía, de marcado estilo literario, aquellos momentos y describe que “Domingo es el mejor alumno de lectura. Un día, el director, que había hecho construir un solio, o cosa parecida, con gradas, lo hace subir a Domingo, al que acaban de nombrar Primer ciudadano; y el chicuelo sube orgullosamente a ocupar el solio, entre aplausos de maestros y compañeros, ¿cómo no ha de creer en sus talentos el hijo de José Clemente? El mismo explica su infatuación: los elogios, la publicidad del suceso. Todos hablan de sus méritos y él asegura que, entre los dos mil niños que concurrieron durante nueve años a la escuela, no llegaron a la docena los que le aventajaron en su capacidad de aprender. Conoce la fatuidad. Con los años, su fatuidad y su vanidad se exagerarán hasta los límites con la megalomanía, de modo que los maestros al fomentar la vanidad innata del chiquillo o al creársela indirectamente, le hacen más daño que bien” (Gálvez, 1952: 14/15)
Continúo asistiendo a la Escuela de la Patria, a pesar de que ya había aprendido y aprobado la totalidad de los contenidos previstos para la escolaridad primaria que allí se impartían. Sarmiento deseaba continuar sus estudios. Para ello debía trasladarse a otra ciudad porque en la ciudad de San Juan la única posibilidad era la que él había aprovechado. Sin embargo, sus padres, a consecuencia, de su difícil situación económica, no estaban en condiciones de costear sus estudios superiores en otra institución educativa y tampoco su traslado y mudanza a otro sitio. En consecuencia, no tuvo opción. Esta situación convirtió al estudiante ejemplar en un mal estudiante. Fue rebelde y crítico de sus maestros. Ya no tenía asistencia perfecta, se escapaba de las clases o directamente, no asistía a la jornada escolar. Ya no le interesaba ir a la escuela y todo lo que allí sucedía lo aburría.
Así, “desde los trece años Domingo no es el chico tranquilo que se pasaba las horas haciendo santos y soldados de barro. Por el tiempo de sus misas cantadas empieza a convertirse en jefe de una banda de muchachos, que pelean a pedradas los domingos contra otra banda análoga (…) seguramente Domingo, en esos años, es peor de lo que revela en detalle, pues habla nada menos que del naufragio de sus cualidades morales. Dice que logra salvar una, y es la del amor a la verdad, que se madre le había inculcado” (Gálvez, 1952:17)
Por ese entonces, hacia 1824 el gobierno de Buenos Aires implementó un sistema de becas para estudiar en el Colegio de Ciencias Morales de aquella ciudad. Los aspirantes podían ser residentes originarios de las distintas provincias y accedían al beneficio luego de un sorteo. Los maestros de Sarmiento lo inscribieron dentro del listado que presentó la provincia de San Juan. Sin embargo, no fue sorteado. Fue una frustración no sólo para él y su ego, sino también para su familia, que incluso había reiterado el pedido de otorgamiento de una beca para Domingo al gobernador de Buenos Aires, sin obtener ningún tipo de respuesta favorable.
Desanimado, sin percibir posibilidades futuras para profundizar sus estudios, Sarmiento abandona la casa materna y se va a vivir con su madrina Doña Paula de Oro quien lo contacto con el Presbítero José de Oro quien, de aquí en adelante, se va a encargar de su educación porque estaba convencido que aquel púber no podía quedarse anclado en San Juan sin proyectos. Su madrina y José de Oro confiaban en las capacidades, en las habilidades y en las aptitudes del joven. Creían en él. “En vísperas de ser presidente de la República, al recordar con gratitud a las personas que lo ayudaron a salvarse, prestándole su apoyo en sus mocedades, recordó con cariño a su madrina, por quien pudo aprovechar las enseñanzas de don José de Oro, su preceptor socrático” (Rojas, 1962: 56).
Y así fue. De la mano de José de Oro, en su compañía y a partir de sus enseñanzas, Sarmiento, con 15 años lleva adelante sus primeras experiencias docentes en un poblado rural de la provincia de San Luis, llamado San Francisco del Monte. “Cerca de tal maestro, Sarmiento se sintió maestro. A los quince años se le despertó allá la vocación pedagógica. Abrió escuela para los campesinos del contorno; les enseño a leer, a escribir, a contar; y esa escuelita de San Francisco del Monte, es otro anticipado signo de su destino, y por él la historia no ha olvidado el nombre de aquel oscuro lugar. Ya en San Juan enseñaba cuanto sabia a sus padres y a sus hermanas, como en un precoz asomo de esa caridad intelectual que va a ser su misión como apóstol de la educación pública; pero esos alumnos del hogar son sus deudos, a cuyos afanes debe lo que él ha aprendido en la escuela, mientras en San Francisco del Monte, en medio de un desierto, el ha puesto su temprano magisterio para las pobres gentes del lugar” (Rojas, 1962:63).
Hasta aquí, las postales seleccionadas para mostrar escenas de la vida cotidiana de un niño y un joven provinciano de principios de siglo XIX. Deseoso de aprender, curioso, entusiasta, iracundo, crítico, controvertido, que cargo con sus sueños y sus frustraciones y con todo ello construyó su historia personal. Quizás las escenas seleccionadas, las de su infancia y su adolescencia, sean las menos conocidas, pero han sido las que, sin duda, han dejado las huellas más importantes en su subjetividad y las que han motorizado su accionar incansable como político, intelectual y militar. Lo demás, ya ha sido dicho y escrito suficientemente por infinidad de historiadores desde distintas perspectivas historiográficas.
Incluso, él mismo se ha encargado de enunciar los mojones de propia su historia y ha escrito: “después de una experiencia de treinta años, en que he estado en la prensa, en el destierro, en el poder, se me han dicho tantas cosas que tengo una cascara de hierro sobre mi cuerpo. Ya no me hieren los ataques de mis adversarios. Yo también he sido escritor y algunos escritos míos han abierto hondas heridas. En el fervor de la lucha de los partidos, en los momentos del combate, se esgrime como argumentos convincentes, todo lo que puede dañar; pero estos ataques no dañan al hombre honrado” (Sarmiento, 1850: 244).
Pareciera pertinente, después de haber revisitado “al loco” Sarmiento cuando todavía no era tan loco, ni tan brutal, ni tan yoico, que se podría pensar en él como otro de los tantos ejemplos de del inédito viable forjado por Paulo Freire para explicar la confianza en sí mismos que son capaces de construir los sujetos para concretar y hacer realidad los proyectos que han pensado para su vida.
Quizás, Sarmiento en su infancia haya sido un inédito viable. Cada una de sus acciones parecen poner en juego la tensión entre lo desconocido y lo que puede ser posible de concretarse. Y esa ha sido, en definitiva, su lucha constante: transformar lo inédito en edito y lo viable en real pero siempre y cada vez, teniendo en cuenta que ese proceso sólo es posible si se interrelaciona con los contextos socio históricos que transitó, con las experiencias que atravesó y con los otros con los que se encontró en el transcurso de su vida.
Referencias bibliográficas
Anderson Imbert, Enrique (1967). Genio y figura de Sarmiento. Eudeba. Buenos Aires.
Arendt, Hannah (1998). La condición humana. Editorial Paidós. Buenos Aires.
Dussel, Inés y Caruso, Marcelo (1999). La invención del aula. Una genealogía de las formas d enseñar. Santillana. Buenos Aires.
Gálvez, Manuel (1952). Vida de Sarmiento. El hombre de autoridad. Editorial Tor. Buenos Aires.
Puiggrós, Adriana (2018). Adiós, Sarmiento. Educación Pública, Iglesia y mercado. Editorial Colihue. Buenos Aires.
Rojas, Ricardo (1962). El profeta de la Pampa. Vida de Sarmiento. Editorial Kraft. Buenos Aires.
Sarmiento, Domingo Faustino (1850). Recuerdos de Provincia. Imprenta Julio Belin. Chile.
- Profesora de Historia y Educación Cívica. Licenciada en Historia. Diplomada en Ciencias Sociales. Especialidad: Sociología (FLACSO). Postitulada en Investigación Educativa de La Universidad Nacional de Córdoba. Postitulada en “Formador Superior en Investigación Educativa” Instituto Superior del Magisterio N ° 14- Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe. Postgrado en “Nuevas Infancias y Juventudes”, UNR/UNL/UNER. Doctorando en Educación Superior en la UNR. Docente en escuelas medias de la provincia de Santa Fe, en las escuelas preuniversitarias de la UNR, en institutos superiores de formación docente y en posgrados y postítulos afines a la titulación. Capacitadora en distintos proyectos de fortalecimiento de la función docente en la jurisdicción provincial y en programas de capacitación de carácter nacional. Publicación de diversos artículos inherentes a la especialidad en revistas especializadas. Jurado de concurso de Titularización en el Nivel Superior de la Provincia de Santa Fe (2018-2019). Asistente técnica especialista en la elaboración de los diseños curriculares de Educación Inicial y Educación Primaria de la provincia de Santa Fe (2023)
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |