“Pedagogía de la amorosidad, una mirada esperanzadora desde el aula”.
“El amor es un acto de valentía, el acto de amor consiste en comprometerse con su causa. La causa de su liberación. Pero este compromiso, por ser amoroso es dialógico”. Paulo Freire (1987)
La creatividad en la sinuosidad de la esperanza propicia espacios de pregunta, innovación, comprensión y problematización de las significaciones inaugurales de los tramos subjetivos del aprender y del enseñar
Descifrar los semblantes de la amorosidad convida al encuentro, allí en el punto de la mirada, en el sostenimiento del contacto, desde la intimidad del instante mágico de enseñar a aprender y en la potencia creadora de la esperanza.
El maestro Freire ofrece la concreción de la producción de sentido y del sentir como una potencialidad y capacidad humana que remite a una condición de la finalidad existencial ético cultural en el mundo y con el mundo.
Dilucidar la amorosidad compartida desde la perspectiva de la dignidad colectiva y esperanza utópica posibilita vivir con justicia y equidad, materializando en el afecto el compromiso con el otro.
La Subsecretaría de Educación Superior tiene el agrado de compartir la producción académica de la Profesora María Soledad Chervo Isola, ISP N°24 “Héroes de Malvinas” VGG, IES N° 36 “Mariano Moreno”, Rosario. Muchas gracias Soledad por invitar a la lectura reflexiva acerca de: “Pedagogía de la amorosidad, una mirada esperanzadora desde el aula”.
Subsecretaría de Educación Superior.
Mg. Patricia Moscato.
Pedagogía de la amorosidad, una mirada esperanzadora desde el aula.
Autora: Prof. María Soledad Chervo Isola
Los nuevos escenarios educativos nos invitan a pensar el aula desde la alegría de vivir. Sí la alegría de vivir que nos convocan pese a todo a entrar a un aula llena de emoción, de sorpresa, de deseo preparando el cuerpo para el contacto con los otros, las voces, las risas, el cambio activo, para escuchar para leer, para sostener la mirada, para contar el día.
Paulo Freire en sus cartas a quien pretende enseñar sostiene que la alegría de vivir es una virtud fundamental para la práctica educativa democrática.
Y es en esa alegría donde las y los docentes debemos encontrar la capacidad de decidir nuestras acciones, nuestras actitudes, nuestras planificaciones, de reconfigurar las prácticas desde la interpretación y el encuentro crítico reflexivo, tomando como eje la amorosidad, el compromiso desde la ternura con “el otro”, una forma de cuidar y amar a las infancias. Esas infancias que hoy más que nunca necesitan ser acogidas en nuestras escuelas, en nuestras aulas con docentes que habiliten nuevos conocimientos, reconocimiento y metacogniciones reflexivas desde el amor, el buen trato, la palabra tierna, la sonrisa que acaricia; la invitación al juego, a la literatura, al mundo simbólico donde existen palabras, historias y la esperanza de un lugar más justo donde habitar.
Freire sostiene que “es en mi entrega a la alegría de vivir, sin esconder la existencia de razones para la tristeza en esta vida, lo que me prepara para estimular y luchar por la alegría en la escuela” (Paulo, 2002, pág. 83).
En el aula deben existir las miradas profundas, mirar en un aula a un grupo de niños y niñas implica adentrarnos en esa subjetividad, en ese momento, en ese instante en la cotideanidad de cada historia, de cada pensamiento que participe fluidamente con la mirada del “otro” pares y docentes. Pero esa conexión inicial debe ser propuesta por los maestros y las maestras con una mirada cargada de amor, de afecto, la cual aparece cuando miramos al otro ser, despojándonos de nuestro “yo”, preocupándonos emocionalmente por lograr un encuentro desde la ternura. Desde esa ternura que acobija que abraza dando lugar a que esa individualidad se exprese libremente, se sienta contenida, escuchada, con o sin palabras. Con una mirada acogemos o segregamos, dejamos huellas o cicatrices, construimos o destruimos.
Debemos siempre interpelarnos acerca de qué mirada quiero tener para los otros. Reivindicar las prácticas pedagógicas desde la convicción de la educación como bien común desde el amor, el cuidado y el respeto por el otro. Habilitar la variedad de voces, el encuentro.
Construir y planificar dispositivos lúdicos que llenen de aprendizajes y risas el aula. Fomentar el deseo de aprender, explicar la relación con el conocimiento desde la amorosidad.
Elaborar proyectos de equipo donde se re-creen los lazos afectivos. Afrontar y analizar conjuntamente situaciones complejas que enriquezcan los modos de actuar y cuidar a “el otro” con presencia construyendo puentes. Hacer frente a los conflictos entre personas resolviéndolos de forma pacífica. Trabajar en el aula de forma democrática.
Aprender a hacer buenas preguntas y observaciones críticas. Buscar el bien común a partir del diálogo y el debate. Participar en la creación de reglas que habiliten variedades de voces, de experiencias vividas. Implicar a las familias en la valoración afectiva amorosa, replicando lo aprendido en sus hogares desde el amor.
Invitarlos a jugar, a reír. Como plantea Calmels “la risa es un elemento sumamente vital, representante de la vida, y a su vez es una prueba infalible que diferencia los vivos de los muertos (…) Los adultos cultivan la risa en los niño/a con semillas gestuales”. (Daniel, 2014, pág. 35)
Realizar abrazos sanadores que nos rescaten y nos alegren la vida. Palabras que acompañen al gesto y a la continuidad del afecto. Invitarlos a renovar esperanzas para una educación para todos que re-cree los lazos afectivos.
Autora: María Soledad Chervo Isola
Docente de Nivel Inicial
Profesora en Ciencias de la Educación.
Bibliografía
Daniel, C. (2014). El cuerpo cuenta. Rosario: Homo Sapiens.
Paulo, F. (2002). Cartas a quien prentende enseñar. Argentina: Siglo veintiuno.
Philippe, Perrenoud (2004). Diez nuevas competencias para enseñar. Ed. Grao
Edith, Litwin(2016). El oficio de Enseñar. Ed. Paidós
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Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |