Otro 17 de agosto: ¿Qué hacemos con San Martín en la escuela?
Cada 17 de Agosto nos convoca a recuperar la memoria desde los relatos del tiempo que conllevan los destiempos del devenir, tomando distintas formas y permitiendo situar los acontecimientos y procesos en un propio texto para un porvenir.
Otorgar sentidos para significar lo nuevo reeditando lo pasado en función a lo que adviene, brinda razones para hacer de la historia narrativas que no cesan de hacerse presentes.
Revisitar las inspiraciones de amor por la verdad, el respeto, la confianza y la libertad redescubre la pasión por la Patria y la libertad.
La Subsecretaría de Educación Superior invita, a pensar junto al Magister Manuel Becerra. el sentido de trabajar las efemérides en las instituciones educativas en general y en la formación docente inicial en particular y cómo estas dialogan con el curriculum, las prácticas docente y el contexto cotidiano.
Subsecretaría de Educación Superior. Mg. Patricia Moscato
Otro 17 de agosto: ¿Qué hacemos con San Martín en la escuela?
En el 170° aniversario del fallecimiento de José de San Martín vale la pena reflexionar acerca del significado de estas efemérides en general y de estas efemérides en la escuela en particular; a la vez, tenemos una nueva oportunidad para repensar cómo las utilizamos como estrategias didácticas.
Las efemérides y los actos escolares son partes casi esenciales de la cotidianeidad escolar. Tanto es así que, incluso en estos tiempos de pandemia -de enseñar entre la bruma, con cámaras apagadas, con alumnos sin conexión-, muchos colegas han hecho el esfuerzo de organizar actos escolares vía Zoom o Meet. Sin embargo, como partes esenciales -y por lo tanto naturalizadas- del ritmo diario tenemos el deber de desarmar esos ritos: buscar su origen, enmarcar sus significados mutantes a lo largo del tiempo, preguntarnos por su pertinencia pedagógica actual, su diálogo con los contenidos prescriptos.
El origen
La celebración de las efemérides en la escuela argentina como práctica regular se remonta al 24 de mayo de 1887, cuando Pablo Pizzurno interrumpió las clases, en la escuela que dirigía en la Ciudad de Buenos Aires, para izar la bandera, cantar el himno y recordar la fecha de la Revolución. El episodio fue levantado al día siguiente en el diario La Prensa, con grandes elogios para el director.
Sucede que a fines del siglo XIX y principios del XX, con la fuerte inmigración europea -ni la única ni la última inmigración que recibió Argentina, pero sí la que ayudó a construir el “mito de la Argentina blanca”-, se imponían fuertemente las voces de intelectuales que veían con espanto las solidaridades nacionales, étnicas y de clase de origen. Ante esta “amenaza disolvente” el gobierno del PAN dictó leyes represivas contra los reclamos sociales, tendiendo un gran manto de sospecha sobre el rol de los inmigrantes en ellos y regulando su eventual deportación. Complementariamente, reprimió sistemáticamente a través de la policía y el ejército huelgas y protestas de los sectores populares. Y cuando eso no bastaba, ya durante los primeros gobiernos radicales, se conformaron grupos paraestatales como la Liga Patriótica, para sembrar el terror en las calles hacia obreros pero también hacia minorías étnicas como la comunidad judía: en 1919, durante la huelga que desató la Semana Trágica en los talleres metalúrgicos Vasena de Buenos Aires, se produjeron pogroms en el barrio porteño de Once.
Aquella escuela se pensaba, también, como una máquina de imprimir una identidad única, xenófoba y excluyente, a través de la enseñanza de la historia y la geografía desde una perspectiva fuertemente nacionalista, y de celebraciones como los actos escolares.
Por otro lado, vale la pena detenerse en qué se celebraba en esas ocasiones: la Revolución, la Independencia, los aniversarios de los fallecimientos del Belgrano y de San Martín. La ceremonia del entonces juramento -hoy promesa- a la Bandera ya se realizaba desde 1909.
Bartolomé Mitre fue presidente entre 1862 y 1868, fundador del diario La Nación y una figura de enorme relevancia política en su época. Fue, además, una suerte de “fundador” de la historiografía argentina, a través de sus dos grandes obras Historia de Belgrano y de la independencia argentina e Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana. La de Mitre fue una operación literaria audaz: eligió a dos protagonistas con vidas fascinantes y llenas de aventuras y épica, y elaboró a partir de ellas una narración que lo ponía a él, y al grupo político al que pertenecía, como herederos de la “tradición de Mayo”: el primer “uso” del pasado para la consolidación interesada de un proyecto político. Este mitrismo fue determinante para seleccionar qué personajes celebrar y cómo recordarlos.
Dicho esto, vale la pena retomar lo anterior: debemos desnaturalizar los actos escolares y las efemérides: no sucedieron siempre, como tampoco suceden en otros países. En lugares como Alemania o Países Bajos las celebraciones escolares dedicadas a una persona son vistas como operaciones que tienen una reminiscencia inequívoca al nazismo, por eso es una práctica que allí no existe.
Las efemérides, el currículum, la planificación, el trabajo diario
Desnaturalizar cada uno de los rituales escolares nos lleva inevitablemente a desnaturalizar, también, cómo los vinculamos cotidianamente con los contenidos que enseñamos. En ningún apartado de los Diseños Curriculares de EGB -hoy vigentes para el nivel primario- de la provincia de Santa Fe se plantea que las efemérides sean abordadas desde Ciencias Sociales, ni en todos los grados. De hecho, no se los menciona. Sí se lo hace en el Reglamento General de Escuelas Primarias de 1961, pero no como instancia de enseñanza sino como celebración patria. ¿Cómo deberían dialogar las efemérides, entonces, con los contenidos?
La práctica usual en el nivel primario consiste en atravesar, con las efemérides, el trabajo en Ciencias Sociales. La propia inercia del trabajo docente muchas veces lleva a priorizar Prácticas del Lenguaje y Matemática, y a dejar en un segundo plano a “las Ciencias”. Las Sociales sobreviven, de alguna manera, gracias a estos eventos tradicionales de la agenda educativa, mientras que las Naturales terminan por quedar muchas veces reducidas al mínimo en nuestro recorrido. Sin entrar en esta discusión, sí es importante señalar la necesidad de que las Ciencias Sociales no queden reducidas a la celebración de una sucesión de fechas. Los Diseños Curriculares plantean contenidos que ofrecen la posibilidad de los más diversos abordajes didácticos, a lo que hay que sumarle nuestra experiencia y saber como docentes que, a lo largo de los años, nos ha otorgado un capital didáctico de lo que “sabemos que funciona bien” y lo que no. Volviendo al Diseño Curricular, los contenidos están distribuidos y pensados de acuerdo a la edad teórica de los alumnos en cada grado. Señalo esto porque las efemérides recuerdan episodios de lo más diversos, algunos de los cuales representan una verdadera dificultad para trabajar en el nivel primario. ¿Cómo abordar el 24 de marzo en un primer ciclo, cómo narrar el horror, la enorme complejidad de un momento histórico que hizo eclosión en el último golpe de Estado?
Lo ideal sería dialogar con las efemérides sólo cuando los contenidos del Diseño Curricular lo habiliten, sin trabajar todos los feriados, en su especificidad, en todos los grados. Dicho de otra manera: atender qué contenidos allí planteados para el grado en el que estamos dando clase se refieren directamente a alguna fecha a recordar, y en todo caso abordarla desde allí. Aparece aquí otra complejidad: los ejes que están planteados en el Diseño para el segundo ciclo –“Las sociedades y el tiempo social” y “La organización social y las actividades humanas”- intentan profundizar en procesos históricos e institucionales que exceden bastante lo que se puede proponer en un acto escolar. Así que, en todo caso, ese acto puede pensarse en el marco de una secuencia didáctica que trabaje, por caso, el 17 de agosto, pero diferenciando la lógica del acto que se compartirá con el resto de la escuela, de la del trabajo diario en el aula.
Un acto escolar, entonces, que aborde tal o cual efeméride no debe ser una clase de Ciencias Sociales, sino que podría proponer un trabajo colectivo, lúdico y artístico entre distintos grados de la escuela, pero no con el objetivo de “enseñar un contenido”. Ese contenido -el papel de San Martín durante la década revolucionaria- se abordará en profundidad específicamente en 5° grado, por medio de la secuencia didáctica correspondiente.
Dicho de otra manera: la enseñanza de las Ciencias Sociales exige determinados tiempos y metodologías que requieren años de maduración, y no pueden depender de que la agenda educativa recuerde que hay que homenajear a San Martín, Belgrano o los Veteranos y Caídos en la Guerra de las Malvinas. Hay que dedicarle ese tiempo a diseñar y ejecutar las secuencias didácticas que permitan que alumnas y alumnos entre 5-6 y 12-13 años puedan comenzar a adquirir herramientas de las Ciencias Sociales para comprender el mundo. Por otro lado, la lógica pedagógica de los actos escolares debería estar ya bien desmarcada de sus orígenes xenófobos y excluyentes, pero también de la enseñanza histórica. Sin embargo, se pueden aprovechar estas instancias para proponer un trabajo colaborativo de diseño y realización colectiva, donde el aspecto histórico sea, más bien, apenas una excusa.
Pensar las efemérides en la escuela -el 17 de agosto, la figura de San Martín que nos convoca estos días- es una buena ocasión para reflexionar sobre la planificación de nuestro trabajo, las tradiciones escolares, su marco histórico y nuestras propias expectativas como docentes sobre lo que queremos enseñar. Es pertinente, siempre, volver a las preguntas: ¿Por qué está este contenido en el Diseño Curricular? ¿Cómo dialoga con las tradiciones escolares? ¿Cuál es nuestro deber, cuáles son nuestros deseos, nuestros posicionamientos político-pedagógicos, ante eso? ¿Qué deberían llevarse nuestras alumnas y alumnos, luego de compartir un año entero, de el recorrido en que nos acompañamos? Tal vez sean buenas preguntas para hacernos cotidianamente, pero también en este contexto tan dramático. Y si las preguntas son colectivas, tanto mejor, tanta mayor potencia.
Mg. Manuel Becerra
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |