MIS AÑOS DE DOCENCIA EN EL NIVEL SUPERIOR.
“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”.
Benjamin Franklin
Vivir, recordar e intentar atrapar los sucesos de la vida en la escritura de puño y letra, a través de la propia biografía en el itinerario del camino profesional es un gran desafío.
Los destellos de la memoria que se recrean en ese imaginario de las situaciones vividas, alentadas por el deseo y encabezada por un narrador que se relata en el devenir de sus circuitos imbricados, en los espacios de los intersticios y en las ráfagas del enseñar.
La ilusión del reencuentro en el propio extravío, la búsqueda constante de esas huellas descriptivas del recorrido con el sentido de la misión cumplida se constituye a través del tiempo.
El texto del recuerdo a través de la propia voz, recupera las escenas y escenarios, protagonistas de la historia, en los pasillos de la vivencia, con el sabor del saber encontrado.
Los pliegues de la escultura escrita a través de la reminiscencia de la experiencia educativa emergen como construcción simbólica, porque el enseñar se traduce en acompañar y sonreír junto a “otros” en el trayecto de la tiza.
La Subsecretaría de Educación Superior tiene el honor de compartir con el colectivo del nivel un escrito exquisito de relatoría autobiográfica del Prof. Oscar Caamaño de la ciudad de Santa Fe, quien abre las puertas de su historia personal para homenajear a los profesores y profesoras santafesinas.
¡Muy feliz día del profesor!
Subsecretaría de Educación superior.
Mg. Patricia Moscato.
MIS AÑOS DE DOCENCIA EN EL NIVEL SUPERIOR.
Prof. Oscar Caamaño
Casi desde el principio de mi carrera docente, allá por 1973, trabajé como Profesor en Letras en el Nivel Superior; primero en la Universidad Católica de Santa Fe, más adelante en la Universidad Nacional del Litoral, la Escuela Normal Superior “General San Martín”, El Instituto Superior Nº 12 “Gastón Gori”, la Escuela de Artes Visuales “Juan Mantovani” y, finalmente, en el Instituto Superior de Profesorado Nº 8 “Almirante Guillermo Brown”, en el cual me jubilé como Director. En los primeros años también trabajé en escuelas de enseñanza media y técnica, inclusive en una escuela primaria, ya que soy Maestro Normal. En cuarenta y un años de tránsito por el Nivel Superior pude participar activamente de las transformaciones que respondieron a las cambiantes políticas educativas de los gobiernos de turno; vi la renovación de las plantas docentes y la evolución del estudiantado. Pude vislumbrar las diferencias cualitativas y cuantitativas entre las universidades y los Institutos Superiores y me tocó defender a estos últimos, ya desde el gremio docente como desde mis puestos de trabajo, especialmente desde la Dirección del Instituto 8. Y todo eso pude hacerlo en compañía de colegas inquietos, valientes, creativos y decididos que honraron su pertenencia al nivel y a las instituciones que integraban.
A siete años de mi jubilación, evoco recuerdos e impresiones de mi etapa activa (no es que ahora no lo sea; sigo investigando y me dedico al teatro de títeres). Aquellos años laboriosos rápidamente quedaron atrás: pero asoman aquí y allá entre los libros de mi biblioteca, entre fotografías amontonadas en cajones y estantes o entre archivos digitales que me niego a borrar aunque en raras ocasiones los visite.
A veces, las noches de insomnio traen desordenadamente momentos de aquellos tiempos. Buena parte de ellos se refieren a cambios en la estructura de los Institutos, desde las sucesivas transformaciones de las carreras docentes en la Escuela Normal San Martín, la creación de nuevas carreras técnicas en el Instituto 12; también se agregaron carreras docentes en el Instituto 8. Estos hechos trajeron mucha movilización de directivos y profesores; cambios en los Planes de Estudio y en la organización institucional no siempre armónicos. Evidentemente esas iniciativas respondieron a una búsqueda de soluciones a problemas en el sistema educativo que ponían en crisis a sus diversos componentes. Como los Institutos Superiores habían surgido de anteriores escuelas de Enseñanza Media o Técnica, se les criticaba su estructura y organización más propias de la educación secundaria, la insuficiente duración de los estudios, aunque en ese aspecto constituyeran una superación de las viejas Escuelas Normales. Con mirada economicista se cuestionaba la cantidad de Institutos. Es cierto que en nuestra provincia, éstos no eran pocos. La eclosión de estas miradas críticas ocurrió con la Ley Federal y los intentos de transformación de la Ley de Educación Superior.
La estrategia pensada desde las cúpulas gubernamentales, especialmente la nacional, fue el establecimiento de un sistema de acreditación de los Institutos que implicaba una transformación en sus múltiples dimensiones desde parámetros que, sin contemplar la historia de las instituciones, establecían estándares más propios de las Universidades. Por dar un ejemplo, se les exigía acreditar investigación. Si bien en el Instituto “Almirante Brown” ésta ya figuraba en su Reglamento, nunca había contado con asignación alguna en cargos u horas para tal fin, ni con espacios, recursos técnicos o mecanismos de capacitación específica. Tuvimos que convocar a especialistas universitarios para capacitarnos a nuestro coste; utilizar las escasas horas remanentes de los cambios de planes de estudio; pergeñar una estructura que se ocupara de organizar las nacientes iniciativas de investigación. Algo parecido ocurrió con la capacitación.
Una exigencia igualmente problemática fue la de postitulación del personal. El Ministerio proveyó de algunos cursos de perfeccionamiento para docentes del nivel, asumidos por equipos universitarios que, de todos modos fueron insuficientes. AMSAFE/CTERA ayudaron en este proceso, ofreciendo algunas titulaciones de postgrado, en asociación con universidades. Gran parte de estos esfuerzos se completaron con el aporte económico, de tiempo y esfuerzo de los propios docentes destinatarios. Estas y otras exigencias como la de contar con bibliotecas bien nutridas y laboratorios adecuadamente equipados o elaborar estadísticas de inscripción, retención, graduación, duración real de las carreras, y otras, sin tiempo y recursos para su desarrollo, fueron entendidas por los docentes como un intento encubierto del cierre de muchas instituciones. Y respondimos con decisión sumando esfuerzos extra para responder con creces a esos requerimientos. Hicimos más que lo que se nos pedía: creamos una Red de para lograr un trabajo colaborativo interinstitucional, organizamos cursos de postgrado en colaboración con varios Institutos, iniciamos la publicación de revistas académicas y de libros para los estudiantes, participamos en cuanto encuentro de docentes y directivos se convocó desde las esferas gubernamentales, diseñamos estrategias para acrecentar la matrícula. En el “Almirante Brown” organizamos ciclos de conferencias, actuaciones de artistas, programas como “El arte en las aulas”, “El arte en los recreos”, un “Círculo de lecturas” apoyado en la informática, exposiciones de plástica y fotografía, jornadas de Literatura, acogimos Congresos docentes. Para los estudiantes establecimos ayudas económicas y orientación psicopedagógica.
Cuando a las instancias gubernamentales ni se les ocurría introducir la tecnología informática de modo sistemático, creamos, con la colaboración de la Asociación Cooperadora, un Gabinete perfectamente equipado, armamos una plataforma para desarrollar clases, cursos a distancia, capacitación en programas y diversas utilidades que permitió no sólo iniciar a muchos profesores en el manejo e incorporación de la tecnología a sus planes de trabajo sino también dar una respuesta eficaz a los recientes requerimientos de educación a distancia.
En otro orden de cosas, recuerdo la etapa de ampliación y puesta en valor del edificio histórico. Esa circunstancia nos obligó a profundizar los lazos con las otras instituciones de nivel inicial, primario y medio que compartían el edificio. Fue una experiencia muy gratificante de negociaciones, consenso y colaboración que de algún modo vino a recuperar la unidad de la institución que había sido desmembrada durante el gobierno militar. Eso nos preparó para ofrecer coordinadamente una respuesta adecuada a nuestros conciudadanos expulsados de sus hogares por la inundación de 2003, y así como abrimos solidariamente nuestro edificio, ayudamos en el retorno digno a sus hogares a varios cientos de santafesinos, para retomar nuestra tarea específica con la menor pérdida de clases posible.
Sumamos a los ya existentes y a la Escuela Preparatoria de Idiomas Extranjeros, nuevos profesorados de Educación Especial y de especialidades para el Nivel Medio; implementamos los nuevos planes de formación docente a partir de la Ley Nacional de Educación, que jerarquizó los estudios para la Educación Inicial y Primaria. Contribuimos a la ampliación del Nivel Superior acogiendo Anexos en distintas localidades de la provincia que carecían de estudios terciarios. Casi todos ellos se convirtieron con el tiempo en nuevos Profesorados.
Y llegamos a festejar el 40º Aniversario del Instituto. Recuerdo que bailamos el Pericón Nacional entre profesores y estudiantes. Todavía suelo mirar la filmación en Facebook.
¡Cuántas personas buenas y capaces que conocí y cuyo trato recuerdo con emoción! De vez en cuando recibo saludos, me encuentro con ellas en las redes o en la calle, y siempre para recuperar aquellos momentos con cierta nostalgia y felicidad.
Sé que quedaron cosas por hacer y lamento que no hayamos podido lograrlas; pero creo que cada hora tiene sus desafíos como parte de un camino siempre nuevo y siempre problemático. Hicimos cuanto pudimos en favor de nuestros Institutos, inclusive cuando quisieron recortar drásticamente las horas de planta, en un mes de enero, involucrándonos a los directivos en ese intento. Dejamos nuestro descanso de vacaciones y salimos a la calle en una marcha histórica en defensa de nuestras fuentes de trabajo. Logramos detener esa embestida.
Ahora los Institutos son responsabilidad de docentes más jóvenes. Los animo a fortalecer su sentido de pertenencia para seguir defendiéndolos y engrandeciéndolos. Para inspirar a sus estudiantes, contagiarles optimismo, animarlos a perseverar en el esfuerzo, asumir su profesión como un servicio a la comunidad, mostrarse como modelo de ética, seriedad profesional y entrega amorosa a la tarea de educar.
Con todo mi afecto y admiración a mis queridos colegas y al Brown en su 50º Aniversario.
Prof. Oscar Caamaño
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |