LECTURA: UN VIAJE COMPARTIDO
“Todo ser humano busca unificarse, comprenderse, sintetizarse, dar un sentido a su vida o hacer que vuelva a tener sentido algo que lo ha perdido. Pero evidentemente es una manera de historizarse según un método que se quiere preciso y en una situación particularmente favorable. En esto consiste, al lado de la historia, la parte irreductible de arqueología: saber reconocer los límites de la integración y de la historización”. Laplanche (1983:163)
Somos historia mientras nuestra identidad se asienta en la capacidad de reafirmar las noblezas de los recuerdos.
Los procesos autobiográfico de las implicaciones subjetivas en la reminiscencia de las huellas pedagógicas que forman la trayectoria a través del tiempo, requiere de la escrituración de puño y letra, con evocación de los afectos que investían ese momento del acto de enseñar y del proceso de aprender.
Las impresiones de lo vivido y lo recordado en el corpus de la autobiografía docente conectan la música de los tiempos e integra la sinfonía de quienes somos a través de él.
La Subsecretaría de Educación Superior convoca a disfrutar del posteo acerca de “LECTURA: UN VIAJE COMPARTIDO”, que nos invita a reflexionar y a la vez contar la experiencia en Talleres de lectura asociados a la escritura en el nivel superior. Se agradece la generosidad de la experiencia vivida de la Profesora María Cristina Pepe. Ex docente de los Institutos Nº 8 “Almirante Brown” y Nº 12 “Gastón Gori”. Coordinadora del Taller de Lectura para jóvenes y adultos de “El Retablo”. Tiritera de “El Retablo de las Maravillas”. ¡Muchas gracias María Cristina!
Subsecretaría de Educación Superior.
Mg. Patricia Moscato
LECTURA: UN VIAJE COMPARTIDO
Sin la fuerza cohesiva de la memoria, la experiencia se escindiría en tantos fragmentos como instantes hay en la vida, y sin el viaje en el tiempo que nos permite hacer la memoria, no tendríamos conciencia de nuestra historia personal ni manera de recordar las alegrías que son los luminosos mojones de la vida. Somos quienes somos por obra de lo que aprendemos y de lo que recordamos” (Kandel, 2007:28) .
En este artículo nos proponemos reflexionar y a la vez contar la experiencia que nos llevó a trabajar (y a seguir, hoy, haciéndolo) en Talleres de lectura (que, en el caso del Nivel Superior, estuvieron asociados a la escritura).
Durante mucho tiempo, y sobre todo, en la escuela secundaria, como tantos colegas, trabajamos por separado lo que no se debe separar: Gramática, Normativa, Producción escrita, Lectura.
Siempre dimos importancia a la lectura y a la escritura por encima de otros aspectos a los que atendíamos, pero no, quizás, como prioritarios. Sin embargo algo no terminaba de conjugarse en las clases y en nuestro interior.
Cuando se dio el auge de los “Talleres” en la década del 80 entrevimos otras posibilidades de trabajo con la oralidad, la escritura y la lectura; una mayor libertad de acción y mucha reflexión sobre lo que se hacía. Esto logró, en parte, que nuestras búsquedas y expectativas se vieran mejor encauzadas. Se notaba una mayor inserción de los alumnos en el quehacer áulico y un notable entusiasmo, dado que todas las actividades tenían un sentido más claro para ellos.
Fuimos encontrando bibliografía que confirmaba y ampliaba algunas intuiciones que habíamos tenido y que nos ayudaba a trabajar con mayor profundidad estos aspectos. A la vez, empezamos a constatar que en lo personal, lectura y escritura habían sido fundantes.
Por razones familiares y escolares el sedimento en estas cuestiones tuvo una gran fuerza y un marco afectivo fundamental.
Lectura y escritura ayudaron –en mi caso- a descubrir mi mundo personal, el que me circundaba y otros mundos posibles.
Siempre actuaron como compuerta que se abre y que remite a otras compuertas sin entrever nunca una que haya creído era la definitiva.
Leer y escribir, al atravesar la escuela primaria, la secundaria, la Facultad de Letras constituyeron un desafío que me impulsaba hacia adelante en forma plena. Y esos actos fueron fundantes y, a la vez, disparadores.
Ya, en el trabajo docente, pude constatar que la escuela, el “sistema educativo” los daba por acabados en diferentes tramos. Los clausuraba, o, por lo menos, dejaba instalado en los estudiantes la idea de clausura.
Cada vez, y con mayor claridad y firmeza pudimos sustentar en las instituciones en las que trabajábamos la postura de que lectura y escritura atraviesan a la persona y a la institución toda a la que pertenece.
Estos aspectos vertebran la educación y posicionan ante el mundo.
No siempre se entendía este planteo, de ahí arrancaban y arrancan aún hoy cantidad de falencias que se describen de esta manera: “los chicos no leen…
no comprenden…no saben escribir”.
¿Por qué? nos preguntábamos y nos preguntamos. Dónde quedó la responsabilidad docente en relación con la no clausura de estas cuestiones claves, la institucional, la de los Ministerios de Educación.
Los haceres de los que uno se enamora dan sus frutos. Y ser un lector apasionado lleva a que otros se apasionen. No se puede dar lo que no se tiene.
En los Talleres –marcadamente- esto fue posible.
El primer paso en este tipo de trabajo es la selección de textos significativos. La selección demanda mucho conocimiento de obras literarias o que rocen la literatura y estar convencido de por qué ofrecerlas (como se ofrece un regalo a alguien muy querido). Cuándo hacerlo, el tener en cuenta a quiénes están dirigidas y, fundamentalmente, quererlos mucho uno mismo por lo que dicen, por cómo lo dicen, por lo que sugieren; porque abren ventanas a otros textos.
La selección conlleva tiempo, análisis de distintas cuestiones (intereses del grupo, desafíos, riesgos…).
Una vez elegido el texto, es necesaria la contextualización del mismo –trabajo previo a un encuentro- ya que esto se volcará en el acto de lectura compartida. Jugará en ese acto el contexto de producción de la obra en relación con el contexto de los lectores (lo cual, sin duda, enriquece la lectura).
De ahí la importancia de la escucha de unos y otros. Escuchar y escucharse. Papel fundamental y delicado de quien coordina para no apurar tiempos, contestaciones, para reencauzar la actividad si fuera necesario.
La forma de trabajo con alumnos de Profesorados de Nivel Primario, Inicial y de Bibliotecología y que sigo haciendo en el Taller de lectura para jóvenes y adultos de El Retablo desde hace 23 años es una lectura en voz alta, el grupo la sigue con sus textos, previo pedido de que marquen con lápiz lo que les interesa, desconcierta, problematiza; dirijan preguntas al texto, y utilicen los márgenes libremente.
La primera pregunta después de la lectura es qué sucedió en el interior de cada uno al leer. Éste es el tipo de lectura estética, que centra la atención en las vivencias, los sentimientos que afloran durante el acto de lectura. Punto en el que comienza el diálogo con lo leído, pero no desde una perspectiva técnica, no desde lo que se extrae y luego se retiene del texto (postura eferente que se puede complementar con la anterior, pero que tiene una mirada muy distinta ante la lectura).
Empieza entonces la “apropiación del texto”. Éste no queda afuera del lector, no se lee “para otro”…”para cumplimentar una materia”.
Se va internalizando el texto, siempre aceptando que puede gustar o no, que el lector puede sentir muchas veces reparos o rechazo en un principio y que, con el trabajo conjunto, logra revisar –a veces- esta situación y cambiar de perspectiva.
Al releer (tarea fundamental), se van intercambiando miradas, y el texto crece. Cada lector aporta lo suyo, ya que nadie llega con la mochila vacía, todos traen algo de su experiencia, de su cultura a ese texto y muchas preguntas que se resuelven justamente al compartirlo o quedan, a veces, para investigarlas.
Se va construyendo de esa manera el sentido (o posibles sentidos) de la escritura propuesta por un autor. Se efectúa una transacción entre Autor/ Texto/ Lector y de allí surge la interpretación, un paso cualitativo más allá de la comprensión. Este enfoque es el “transaccional” que se viene estudiando desde hace décadas. No sabemos si la escuela lo está utilizando y cómo.
Por todo esto, no cabe ya hablar de “mensaje” ni de “qué quiso decir el autor”, sino que el texto se abre porque lo abrimos, nos incluimos en la construcción del sentido, se amplía en forma notable y los lectores con él. Se vuelve significativo, el acto de leer ya no es un mero ejercicio. Estamos implicados y nos comprometemos afectivamente con esa escritura.
Por qué siempre acudimos a la Literatura en los Talleres o al iniciar a alguien en el camino lector. Porque apelamos a Barthes cuando dice: “…la literatura posee todas las características secundarias de la ciencia… no hay una sola materia científica que, en un momento dado, no haya sido tratada por la Literatura universal: el mundo de la obra literaria es un mundo total en el que todo el saber (social, sicológico, histórico) ocupa un lugar, de manera que la Literatura presenta ante nuestro ojos la misma gran unidad cosmogónica de que gozaron los griegos antiguos y que nos está negando el estado parcelario de las ciencias hoy…”
La Literatura ofrece un filtro afectivo clave para el lector, lanza a mundos imaginarios, el lenguaje se vuelve libre, connotativo, cada palabra tiene su peso y lo no dicho también. Hace viajar hacia adentro y hacia afuera de uno mismo y siempre –de un viaje- se vuelve enriquecido. Un buen texto literario reenvía a otros textos y así se teje una red de textos, de relaciones en la que todos los que participan en el Taller aportan. Se agranda el universo lector en cada encuentro en el que decimos que se enciende un fueguito: el de la Literatura y la lectura compartida.
El taller que coordino actualmente está conformado por docentes que se han jubilado (en música, letras, inglés), contadoras, abogada, licenciada en biodanza, médicas…es decir, es un pequeño mundo que reúne a personas de distintas extracciones profesionales o no (no es necesario portar ningún título), no se requiere ningún saber específico, sólo el deseo de leer compartiendo miradas, ideologías que se respetan y se escuchan. De ahí la riqueza. Algo similar pasa en las aulas: los estudiantes provienen de distintas culturas y formaciones familiares y sociales, y ahí está el punto: encontrarse en una tarea que resulta apasionante: leer.
Entre lean y leamos hay una gran diferencia, porque la lectura es un viaje compartido.
Autora: María Cristina Pepe
Profesora en Letras.
Ex docente de los Institutos Nº 8 “Almirante Brown” y Nº 12 “Gastón Gori”
Coordinadora del Taller de Lectura para jóvenes y adultos de “El Retablo”
Tiritera de “El Retablo de las Maravillas”
BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA
Smith, F. (1994). De cómo la educación apostó al caballo equivocado. Buenos Aires, Aique.
Barthes, R. (1987). El susurro del lenguaje. Barcelona/Buenos Aires: Paidos.7
Barthes, R. (1980). S/Z. Madrid, Siglo XXI
Chartier, M. y Hebrard, J. (1994). Discursos sobre la lectura (1880-1980). Barcelona, Gedisa.
Rosenblatt, L., Flower, L. y Hayes, J. (1996). Textos en contexto. Buenos Aires, Lectura y vida.
Petit, M. (2001). Lecturas: del espacio íntimo al espacio público. Méjico, Fondo de Cultura Económica.
Chambers, A. (2006). Lecturas. Méjico, Fondo de Cultura Económica.
Chambers, A. (2007). Dime. Méjico, Fondo de Cultura Económica.
Chambers, A. (2007). El ambiente de la lectura. Méjico, Fondo de Cultura Económica.
Joliber, J. y Gloton, R. (1978). El poder de leer. Barcelona, Gedisa.
Bettelheim, B. y Zelan, K. (1990). Aprender a leer. Méjico, Grijalbo.
Soriano, M. (1995). La literatura para niños y jóvenes. Guía de exploración de sus grandes temas. Buenos Aires, Colihue.
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |