«Hablemos de Prácticas de conversación, hablemos de literatura en el Jardín de Infantes»
Proyecto: “LAS CASI HISTORIAS DE LECTURA Y ESCRITURA”
Voz que llega desde un rincón de la clase.
Es mediodía y James Baldwin está caminando con un amigo por las calles del sur de la Isla de
Manhattan. La luz roja los detiene en una esquina.
-Mira -le dice el amigo, señalando el suelo,
-Mira, mira.
Nada. Allí no hay nada que mirar, nada que ver. Un cochino charquito de agua contra el borde de la acera y nada más. Pero el amigo insiste:
— ¿Ves? ¿Estás viendo?
Y entonces Baldwin clava la mirada y ve. Ve una mancha de aceite estremeciéndose en el charco.
Después, en la mancha de aceite ve el arco iris. Y más adentro, charco adentro, la calle pasa, y la
gente pasa por la calle, los náufragos y los locos y los magos, y el mundo entero pasa, asombroso
mundo lleno de mundos que en el mundo fulguran; y así, gracias a un amigo, Baldwin ve, por primera vez en su vida ve.
E. Galeano.
Otra voz de la misma clase
"… Érase que se era
un pico
érase una cabeza despeinada
un puñado de plumas
que cantaba.
Y érase también
un corazón de alpiste
que tendía
esta canción lejana
desde el pico
hasta aquí
canción con son
enamorada…"
Laura Devetach.
¿Por dónde empezar? Algunas sugerencias promueven quebrar el fantasma o la parálisis de estar frente a la hoja en blanco: armar la cronología de una experiencia, contar la historia de la experiencia o construir un índice. Las preguntas de otros y las interrogaciones propias pretenden enredarse en la mejora del texto, para esto es irrenunciable leerlo, releerlo y volverlo a escribir.
Lilia Cruz Domínguez.
La proyección de nuevos escenarios donde se construyan prácticas de lectura y escritura en una sala del nivel inicial sobre escenarios ya establecidos, no es poca cosa. Se me ocurre que puede empezar a gestarse a partir de la simple lectura de un texto que nos reciba casi a traición, casi cuando nadie lo espera. Ahí justo cuando sorprende.
Entonces habrá que reescribir nuevos modos de enseñanza, y tendrá que ser desde lo común, lo simple y lo cotidiano. Poner en valor la enseñanza de la palabra, y siendo así, el aprendizaje correrá con la misma suerte. El aprendizaje no podrá escapar de éste plan de los “nuevos modos” y se verá gratamente afectado en su esencia.
Mi plan tiene que sí o sí, recuperar el sentido de la enseñanza de la lectura y de la escritura en la escuela. Mi plan, digo nuestro plan, porque no podré sola, tiene que recuperar el sentido del educar. No tengo dudas que si el espacio físico es la sala, la biblioteca, las galerías, los pasillos, la dirección, los baños, el patio de un Jardín de Infantes cualquiera, mi plan es perfecto.
“…Un niño pega, grita, dice boluda, otras “malas palabras” y no me cuentes más ese cuento de mierda. También destruye sus creaciones y las de sus compañeros. Éste martes, en la hora de E. Física, su profe lo sacó del grupo porque “no deja dar clases” y rompe las plantas que están en las macetas. Su docente lo manda a dirección, y él dice: -Mi papá me enseñó a que te robe plata de la billetera para comprarme lo que quiera, mi papá está muerto en una ciudad donde todos están muertos y yo tomo colectivos para ir hasta ahí… alguien contesta: _Capaz yo podría darte lo que quieras…pero sólo algunas cosas. Si me pedís la luna, por ejemplo, no podría. Él: -Podes pescarla. -Cómo podría? –Con una caña de pescar, en el agua… Dibujame la luna que se pesca en el agua. El dibujo es uno de los más lindos realizados, el niño guiaba… el niño dibujaba una luna pescada que lo liberaba de tanta presión, aunque sea por un rato”
El cumplió 5 años, viene al Jardín desde la sala de 4, donde su docente asegura que era un “santo”. ¿Un santo? Recibió un tiro en una de sus piernas cuando tenía 2 años y medio. Según su mamá de 21 años el recuerda que su papá fue quien disparó y pregunta por qué. Su Padre está preso en Coronda y el niño lo visita ocasionalmente los domingos. El niño empieza a hablar, a decir, a p… e intenta pescar la luna, toma la palabra para decir lo que piensa y lo que siente. Se habilita para que hable, para que se apropie, aprehenda y aprenda su propia voz, para que conquiste ese derecho. Tiene un sentido lo que dice, desnuda sus palabras en emociones, en broncas y hasta en muertes que no son. Sus palabras se abrazan a los recuerdos que según su mamá, que también habla y dice, no podría tener. Tenemos que correr el riesgo de escucharlo, generar un espacio de confianza para que él pueda explorar lo que decía, para que se otorgue la posibilidad de que una luna que se pesca lo saque de “una ciudad donde todos están muertos”. Hay aquí un volver a crear, a recordar, a reinventar, un volver a entender y retomar lo que cada uno trae en su vida; cambiarle el color al recuerdo. Para que esto se dé, para que el proceso de apropiación de las palabras pueda ser real, es necesario que acontezcan muchos sucesos en el aula en los cuales las palabras se co-construyan entre nosotros y los chicos.
Sala de 4 años, Mariana (docente) parada en el frente de la sala, 11,45 hs. (a las 12 los padres los retiran), casi veinte niños sentados en sus sillas con las mochilas puestas, mirándola. Ella intenta contarles un cuento que ellos siempre piden. En una de las últimas sillas, ya casi contra la pared, Paulina con sus dos manos en las orejas grita tímidamente, -Así no!…
¿Qué es aprender? “Es en el acto mismo de conocer, íntimamente, donde aparecen, por una especie de necesidad funcional, los entorpecimientos y las confusiones (…)” de G. Brousseau, 2007.
En este caso… La docente ¿no sabría cómo narrar un cuento? Parece que no, simplemente porque no pudo construir las condiciones para. La niña sí sabe, sí aprendió que un cuento que gusta mucho no se cuenta así, no se escucha así. “Construir sentido no es buscar algo que está dado en las palabras, no es buscar una posibilidad única de interpretación. Construir sentidos implica un movimiento personal que se va transformando en un camino lector propio que se transita durante toda la vida, con sus vueltas, con sus laberintos, sus lugares luminosos y oscuros, ocultos a veces. Y en éste camino lector de construcción de sentidos que nosotros mismos nos vamos trazando, hay encuentros imprescindibles con las voces de los otros”1[i]
…En el centro de la sala de 4 años y por el suelo, alfombras de trapos de piso bordadas por las madres, tías, abuelas; calefactores encendido;, buena luz, la necesaria luz y mucho silencio. Ellos sentados apuntando su mirada a la docente, ella mirándolos y en sus manos: El cuento álbum “Willy, el Soñador” de Anthony Browne.
N.R. plantea aquí, una propuesta en la que la literatura ayuda o colabora a la construcción de la subjetividad. Busca que los chicos y chicas puedan co-crear su propio espacio privado de lectura, y como dice Michel Petit para que ellos puedan “contornearse y encontrarse”. Los acompaña a crear ese espacio para separarse del otro y generar su propio pensamiento independiente.
Ella rescata también el valor del libro como vínculo entre los distintos actores sociales que conforman el Jardín: Los niños y niñas, los docentes, las familias. Un vínculo que tiende puentes, que construye redes de significado en las que se encuentran tanto las semejanzas como las diferencias, en los que se pone en juego la posibilidad de las palabras. Palabra que se dice, palabra que se escucha, palabra que se entiende, que cobra sentido cuando queda en el aire para ser tomada por quien quiera asirla y volver a soltarlas, pero ya transformadas en propias sabiendo que fueron del otro.
“…En la sala se abordó especialmente al autor A. Browne por el interés que sus libros despierta en los alumnos, a tal punto que solicitan por nombre del autor la lectura de sus obras. Al investigar sobre él en las tablets, Tomi pregunta: _ ¿Por qué el autor siempre dibuja gorilas y bananas? Las respuestas fueron… _Seguro que vive con los simios, _Para mí que le gustan mucho!,- No! Es por que los sabe dibujar, yo también puedo…me das una hoja seño? (Queda la propuesta del dibujo para luego). Después de escuchar “Willy, el soñador” les pregunté con qué soñaban ellos y se escucharon respuestas como: dinosaurios, brujas, princesas, héroes, sirenas, pájaros, fantasmas, bailarinas…” (Parte del informe evaluativo de la docente N.R. del proyecto: “Había una vez…muchos cuentos”).
Los niños y niñas deben tener oportunidad para manipular los libros, es por eso que parte del plan consiste también en propiciar el encuentro, tocarlos, aprender a cuidarlos, pedirlos, buscarlos, compartirlos, prestarlos… Éste es el camino para enriquecer el momento literario a medida que la lectura se vuelve parte de una rutina maravillosa. Acompañarlos a descubrir que los libros son más que objetos, son voces que cuentas historias, que dan información, que piensan el mundo poéticamente. Es riqueza de sonidos y silencios que adquieren nuevas jerarquías, por que provocan imágenes, despiertan sensaciones, abren incógnitas, dejando preguntas que inquietan y que se resolverán o no, con la ayuda de otras voces.
Aquí se narran dos experiencias reales y diferentes de leerles cuentos a los niños en las salas del Jardín de Infantes. Mis preguntas son: ¿Qué de la historia de estas docentes marca la diferencia en la propuesta? ¿La última docente N.R. se asume aquí como lectora y la primera no? ¿Por qué si los acuerdos Institucionales logrados luego de capacitaciones situadas nos ofrecen otros y mejores modos de leer un cuento, se siguen observando prácticas como primera? Y lo que es más importante, ¿Cómo asumimos los errores que desvalorizan éstas prácticas pedagógicas para poder repararlos y reconstruirlos en propuestas innovadoras y con sentido? Creemos que algunas de las respuestas, y después de haber reflexionado sobre algunas variables, para responder a mi inquietud tienen que ver con lo que J. Larrosa llama “Experiencia y alteridad en educación” para explorar algunas de las maneras en que estas palabras, separadas o relacionadas entre sí, nos podrían ayudar a repensar la educación. A pensarla, a decirla, a vivirla de otro modo. El escribe: “Pensar la educación desde la experiencia y desde la alteridad no puede ser distinto a pensar-nos en ella. Y decir la educación desde la experiencia y desde la alteridad implica, fundamentalmente, decir-nos en ella. Pensar-nos y decir-nos desde el modo como vivimos, o tratamos de vivir, cotidianamente, día tras día. En ese entorno a la vez tan familiar y tan misterioso, tan confortable y tan hostil, tan seguro y tan lleno de contradicciones, que llamamos educación”.
Entre situaciones reales sucedidas en un Jardín de Infantes y otras que construimos ahora para éste formación, creemos que es siempre es preciso volver a pensar nuestra escuela, poner en valor la importancia de la tarea docente en la distribución social del conocimiento y en la recreación de nuestra cultura. Es así como se debe construir la igualdad, restituyendo el lugar de lo común y de lo compartido. Escribiendo tal vez, la diversidad de historias, recorridos y experiencias que nos constituyen, para ser parte, por qué no, de las nuevas teorías. Es nuestra misión, poner a disposición de todos y de cada uno de los alumnos y alumnas nuestras mejores herramientas de indagación, de pensamiento y de creación. En el encuentro que se produce entre niñas, niños y docentes reside la posibilidad de la transmisión, con todo lo que ello trae de renovación, de interpelación, de replanteos y de oportunidades para cambiar el mundo en el que vivimos.
Lo prioritario hoy es recuperar la enseñanza como oportunidad de construir otro presente en una sociedad más justa.
Este escrito, que no pretende ser más ni menos que un “boceto” de ciertos relatos reales y otros creados para tal fin… esta propia práctica, con la consigna de escribir la experiencia, Nos permitimos compartir estas casi historias de lectura y escritura y también un plan. Como escribe Larrosa, “… el desasosiego, sin finales concluyentes. No se trata de reducir la inquietud y el desasosiego, sino de ponerlos a trabajar, de compartirlos, de elaborar su sentido, de cuidarlos y de profundizar en ellos como lo más preciado que tenemos, como lo único que nos puede mantener en movimiento. Ofrecer, no un cierre, sino una continuación. Formulada, eso sí, al final. Pero en un final que viene de otra cosa y que va hacia otra cosa. En un final que, en el medio, quiere ser, también, comienzo…”
Autor/es: | CENCHA, ROSA ANA |