Enseñar Democracia en Democracia.
En el marco de los 40 años de la recuperación de la democracia es importante profundizar y dialogar acerca de los espacios pedagógicos de democratización del conocimiento como un reservorio de nuestra historia.
La relevancia de este acontecimiento nos invita a reflexionar sobre cuáles son las implicancias de vivir en democracia, y el rol fundamental de la formación docente en la construcción de una ciudadanía crítica tomando como marco político pedagógico los derechos humanos.
En la formación docente se pretende que las producciones institucionales toman la palabra a través de múltiples experiencias inéditas y reflexiones pedagógicas.
Los dispositivos de la micropolítica institucional ponen en movimiento a las futuras/os docentes a través de su formación mediante propuestas variadas que convocan a revisitar los marcos interpretativos.
La Subsecretaría de Educación Superior presenta la producción “Enseñar Democracia en Democracia” del Profesor Matías Massella. IES 28 "Olga Cossettini". ISPI 9062 "María Auxiliadora" de la ciudad de Rosario.
Subsecretaria de Educación Superior.
Mg. Patricia Moscato.
Enseñar Democracia en Democracia.
Nota metodológica:
En otros trabajos he destacado, y no solo yo, sino también un amplio abanico de autores[1], la importancia que tiene la reflexión sobre la práctica.
En este sentido y para ser breves al respecto, pienso que la sociabilización de las experiencias áulicas, las formas de trabajo, las formas de abordaje de temas y problemas, etc. Son una herramienta fundamental para el fortalecimiento y enriquecimiento de la profesión docente.
En este breve trabajo pretendo acercar una serie de reflexiones acerca de la enseñanza de la Democracia en las escuelas secundarias, tomadas de mis propias prácticas y experiencias en clases de Historia de Segundo, Tercero y (especialmente) Cuarto año de la secundaria. Se expondrán también una serie de desafíos que presenta esta enseñanza, que más que resolverse, busco que se pongan en debate y agenda de los docentes.
Siendo que estas experiencias fueron propias y se dieron en los cursos donde dicto clases actualmente, considero que la narrativa tradicional de un artículo académico, no coloca a la hora de presentar reflexiones y meditaciones de experiencias propias.
Atendiendo a ello, pienso que escribirlo en primera persona del singular ofrecerá mejor la perspectiva de vivencia y meditación personal, que socializo aquí para los demás docentes y profesionales de la educación.
Este trabajo se produjo en una constante consulta con otros colegas docentes, principal pero no exclusivamente de Historia, con quienes he tenido el gusto de transitar la carrera docente y con quienes hemos discutido y compartido largo y tendido el punto central de este escrito. Un factor común entre todos los docentes consultados es que hemos nacido, crecido y fuimos formados en Democracia. El resultado de esos debates es esta producción.
Los “niños del verano”[2]
“Ahora estamos en ese dulce período en el que todos están de acuerdo en no repetir los recientes horrores. Sin embargo, esta coincidencia colectiva no suele durar. Somos seres inconstantes y estúpidos con mala memoria y un don para la autodestrucción. Pero ¿quién sabe? Quizás esta sea la buena…” (diálogo extraído de Collins, “Sinsajo” 2013)
Puestos en perspectiva histórica, 40 años de democracia son una pequeña experiencia dentro de las intermitencias democráticas de la Argentina. Cuando revisamos los vaivenes desde la construcción del Estado Nacional en adelante, esta idea de intermitencia se nos hace patentes por medio de los períodos tradicionales en que dividimos nuestra historia: El Orden Conservador (1880 – 1916) Los Gobiernos Radicales (1916 – 1930) La Restauración Conservadora (1930 – 1945) Los Gobiernos Peronistas (1945 – 1955) Las Democracias Tuteladas (1955 – 1974) El tercer peronismo (1974 – 1976) y el Terrorismo de Estado (1976 – 1983). Todos períodos separados, en general, por los golpes de Estado de 1930, 1943, 1955, 1966 y 1976.
Es por ello que la democracia plena (es decir, desde la incorporación del voto femenino, hasta las políticas de reparación post Terrorismo de Estado) es más una excepción que una regla en la Historia del Estado Argentino como tal. Aun contando la experiencia Radical a partir de la Ley Saenz-Peña[3], la norma tiende más a una democracia limitada, cerrada o trunca. Estos 40 años de democracia serían, hasta ahora, la mayor trayectoria de experiencia democrática en la historia argentina.
Ahora bien, en las últimas décadas se viene dando un proceso de renovación de los cuerpos docentes que, si bien es natural en los ciclos de jubilaciones – incorporaciones, la pandemia de COVID ha acelerado. Dentro de esta tendencia observo, ya desde tiempos en que me encontraba cursando la carrera del Profesorado de Historia, que los “nuevos docentes”[4] provienen de generaciones posteriores a 1983. En muchos casos, tan posteriores que hablamos de generaciones nacidas en el nuevo milenio.
Este dato, en apariencia anecdótico, debería llamarnos la atención por el hecho de que los que componemos este nuevo cuerpo docente, hemos nacido y crecido dentro de la experiencia democrática y, si bien existe en muchos un espíritu de defensa y preservación de la Democracia, también existe una tendencia a “dar por hecho” este sistema, puesto que percibimos que es algo que nos preexiste y que nos sobrevivirá.
Somos “niños del verano”, no hemos vivido la traumática experiencia del Terrorismo de Estado, la interrupción de la democracia, la anulación del Estado de Derecho ni las proscripciones, prohibiciones, persecuciones y violencia generalizada. Si bien hemos pasado crisis como las del 2001, turbulencias políticas y sociales, todas esas vivencias han sido dentro del modelo democrático.
Con esto no quiero decir que se desconozcan, minimicen o ignoren los hechos ocurridos durante la última dictadura. Es cierto que este trabajo se realiza junto a docentes de Historia, que manejan cierto capital específico y conocen los procesos de cada golpe de estado y la última dictadura, pero ¿qué pasa con la población en general? Hemos llegado a la conclusión de que en las últimas décadas el obrar de los proyectos de Historia y Memoria respecto de la última dictadura, el Terrorismo de Estado y el fortalecimiento de los derechos humanos, ha generado una mayor concientización y presencia del tema en los ámbitos educativos en particular y públicos en general, logrando así una visibilidad del asunto en cuestión y poniéndolo en agenda de debate.
Entonces, cuando digo que somos “niños del verano”, no me refiero a un desconocimiento del tema, una ignorancia acerca de esto, sino más bien a que, ante la falta de experiencias de otra índole, muchos damos por hecho que la Democracia es el sistema deseable y establecido, que llegó para quedarse y que, aun cuando no opere de forma óptima, consideramos que es mejor trabajar para mejorar la “calidad” democrática que ponerla en cuestión como sistema. También tomamos como cierto que las operaciones de memoria nos ayudan a preservarla y darle continuidad en el tiempo y que el “Nunca Más” es, valga la redundancia, una afirmación efectiva de que acordamos Nunca Más entrar en los oscuros senderos del Terrorismo de Estado, la anulación de los derechos y libertades y la clausura del sistema Democrático.
De esta forma, el Nunca Más parecería que es un axioma de verdad, casi un conjuro de protección, un muro infranqueable que separa lo que somos de lo que jamás queremos volver a ser. Un pacto tácito donde decidimos no olvidar, pero mantener a vista ese turbulento pasado al cual pensamos no volver.
Pero no es inocente la cita con la que comienza este trabajo. En la medida en que la Historia reciente se nos aleja en el tiempo y en generaciones, los hilos pasionales que nos unen con los hechos tienden a aflojarse e incluso a soltarse. Los vaivenes políticos y la misma vigencia de la Democracia, habilita discursos alternativos que, en algunos casos, resultan contraproducentes con el sistema democrático mismo. Es así que existe el riesgo de que cosas que no deberían ser olvidadas, se olviden.
Por una parte, se mantienen algunas voces de generaciones que, aun habiendo vivido los traumas de la última dictadura, siguen reivindicando discursos de retorno de las fuerzas armadas al poder, que sostienen el “algo habrán hecho” o la teoría de los “dos demonios”. He aquí uno de los desafíos de enseñar la democracia en democracia, pues, estos discursos que los estudiantes escuchan en sus casas, suelen chocar con los discursos que emitimos en las aulas, produciendo un desencuentro y desacuerdo en la formación de los y las jóvenes. ¿Cómo se combaten los discursos dictatoriales en Democracia, cuando la base de dicho sistema es el intercambio, la tolerancia y la libertad de expresión?
En un reciente trabajo, Pablo Stefanoni analiza e hipotetiza que durante los últimos años ciertos sectores de la sociedad, que tradicionalmente podían relacionarse con la izquierda, se inclinan hacia el apoyo de grupos, partidos y discursos de derecha en una nueva forma de rebeldía, que se apoya y se sostiene en elementos de la cultura popular, la defensa de una identidad nacional tradicional y las redes sociales. (Stefanoni, 2022).
A la par del movimiento de recambio docente, detecto entonces este movimiento paralelo: el de un creciente discurso “rebelde” desde una “nueva derecha” que no solo pone en duda los logros de ampliación de derechos y garantías, sino al mismo sistema democrático como tal. Dicha rebeldía gana terreno allí donde los partidos y movimientos tradicionales hacen aguas y, poco a poco, ganan escaños en los congresos y cuerpos deliberantes. Claro que la ironía está en que sus agentes acceden al poder por medio del mismo sistema democrático que buscan destruir.
De cualquier forma, estos discursos ganan poder dentro del estudiantado secundario. De pronto los docentes nos encontramos con acérrimos rivales, en algunos casos muy letrados dentro de la literatura específica que se genera dentro de estos espacios de la “nueva derecha”, presentando un desafío en la preparación y llevando los debates áulicos a un nuevo nivel.
Una de las características centrales de este movimiento, según analiza Stefanoni (y puedo confirmar por experiencia propia) es que sus discursos se propagan por los medios digitales. La incorporación de las redes sociales como forma de divulgación, por medio de formatos que les son más familiares a la juventud, operan en favor de que estas tendencias políticas enraícen fuerte en las nuevas generaciones. Canales de Twitch y Youtube, cuentas de Instagram, Reddit o Twitter, el uso de “Trolls” y memes sumados a una tendencia a las fakes news, un dudoso marco teórico y una llegada massmediática, dan como resultado el fortalecimiento de estas ideologías.[5]
Existen entonces dos movimientos que, en apariencia, no guardan relación. Pero ¿qué pasa si los pensamos como complementarios? Los debates que se pensaban históricamente saldados que son abiertos por las “nuevas derechas” suelen tomar cautivos a sujetos que tampoco vivieron fuera de la experiencia democrática. A su vez, aquellos que resisten y discuten con esos discursos, en muchos casos es probable que también sean “niños del verano”.
Esto es aún más evidente cuando los “nuevos docentes” se encuentran con las “nuevas derechas” en las aulas. “niños del verano” discutiendo entre sí. Un diálogo de sordos.
Pienso y, junto con los docentes consultados, pensamos, que debe existir un compromiso de educación democrática para la democracia, que sostenga y sustente el sistema, pero no que sirva de reproductor social de sus defectos, sino más bien promueva su reformismo desde dentro para la mejora y optimización del mismo.
Ahora bien, ¿cómo se enseña democracia en democracia? ¿cómo enseñamos algo que tenemos aquí, en todos lados tan naturalizado? Más aún ¿cómo enseñamos democracia sin caer en los mecanicismos y tecnicismos tradicionales?
En general existen espacios curriculares dedicados específicamente a la formación en este sentido. Hablamos de Formación Ética y Ciudadana y Construcción de la Ciudadanía y Participación. Como espacios específicos de divulgación de derechos, obligaciones y garantías, son campos efectivos de reproducción en los términos técnicos de lo que la Democracia significa en sí misma. Pero ¿debemos dejar todo el peso de la tarea en manos de estos espacios curriculares?
La respuesta es un rotundo NO. No solo porque Historia, espacio educativo que me corresponde, guarda una irrefutable relación con el tema (y una enorme responsabilidad al respecto). Sino también porque soy un profundo creyente en la enseñanza de “lo escondido” de lo “implícito” de lo que llamamos el “currículum oculto”. Cuando como docentes comenzamos a tomar conciencia de aquello que se esconde detrás de nuestros contenidos, en “lo actitudinal” o en lo “emocional” de nuestras clases, podemos tomar control de ello y prepararlo para des-ocultarlo de nuestras planificaciones.
Durante mis clases de cuarto año, suelo enfocarme más en los aspectos teóricos que en los acontecimientos. De esta forma no doy clases de “segunda guerra mundial” en el sentido más tradicional. No hablamos ni de los frentes, ni del desembarco en Normandía, sino que me enfoco más en las corrientes intelectuales que dieron forma a las grandes ideologías. El primer día de clases les digo que “mi plan es que, para el final de este año, ustedes puedan conocer las grandes ideologías del siglo XIX/XX, ver qué son, qué diferencias tienen, cómo funcionan, de donde vienen y en qué se sustentan”. Así vamos dando forma al Fascismo, al Nazismo, el Comunismo, el Socialismo y el Peronismo.
¿Por qué hago esta divergencia? Porque quiero ejemplificar cómo de fácil puede uno hacer claros los objetivos que de otra forma quedan ocultos en las planificaciones. Cuando les hago este planteo les propongo a su vez reflexionar sobre los discursos y aplicaciones de cada teoría política y cómo estos conocimientos les sirven para “leer” el mapa político actual, de manera tal que cuando deban asumir sus responsabilidades electorales, lo hagan con un criterio más claro.
Aquí esta la clave, creo yo, de la enseñanza de la Democracia en Democracia. Para habilitar su perpetuidad es esencial concientizar sobre el doble valor del voto: como derecho ganado y como responsabilidad civil. De esta manera nos complementamos con los espacios académicos específicos de la formación civil y ciudadana y aportamos profundidad histórica y teórica en simultáneo.
Ahora bien, esto no es todo. Pienso que tomar a la Democracia solo en su aspecto operativo, limitaría este sistema a una forma de acceso al poder. Es decir, no podemos considerar que la democracia sólo contempla el mecanismo electoral. Debemos pensarla, en cambio, en funcionamiento conjunto al Estado de Derecho, la República, el Federalismo y la vigencia de Libertades.
La Democracia que aquí se pretende defender es un complejo entramado histórico social, cuyos entrecruces abarcan las libertades y derechos ganados, la vigencia de los mismos por medio de un sistema legal y constitucional y la división republicana de poderes que habilite una “responsabilidad horizontal” (O’Donnell, 2001). Pienso que, si acordamos estas pautas básicas sobre el complejo Democracia, la enseñanza sobre el mismo se vería no solo fortalecida sino también enriquecida, de la misma forma que las prácticas de la misma.
Antes hablé de “lo oculto” en la enseñanza y allí se ubica otro factor esencial en la enseñanza de la Democracia. Enseñar democráticamente, es decir, fomentar prácticas de horizontalidad, respeto por el otro, el espacio de debate dentro de términos de respeto y tolerancia, la apertura de instancias de proposiciones y alternativas dentro del espacio áulico, son formas de iniciar prácticas democráticas que también fortalecerían el ejercicio público del complejo democrático.
Todo lo hasta aquí planteado, parte de experiencias en las aulas secundarias, pero bien valdría trasladar las mismas problemáticas a las aulas del terciario, principalmente de formación docente, donde esos futuros profesores se preparan. Es allí donde deben trabajarse las estrategias de perpetuidad del complejo Democrático, pero también problematizar los desafíos que presenta.
Porque por supuesto que existen desafíos a todo lo propuesto. Uno ya fue expuesto, en lo relativo al choque discursivo. La puesta en marcha de los puntos anteriores conllevaría también repensar el papel docente como autoridad no autoritaria dentro del salón, desafío que se me presenta cotidianamente en la práctica docente. A su vez, la habilitación de discursos alternativos siempre va a generar divergencias dentro del curso, momento en el cual debemos plantear nuestro papel de arbitraje y mediación. Así mismo sucede con la irrupción de discursos antidemocráticos dentro del estudiantado. Y si bien puede sonar contradictorio en algún punto, por nada podemos caer en el autoritarismo de silenciar y obturar opiniones.
En ese caso no podemos perder de vista el objetivo final: la defensa del Complejo Democrático sin obturar las voces alternas y apuntando siempre al mejoramiento de su funcionamiento. Pero, sobre todo, perpetuar esta continuidad de experiencia democrática, para que no vuelva a ser una excepción, sino una regla en nuestra Historia.
Bibliografía:
- Dussel, I. (2016). Pedagogías de la temporalidad: Una exploración en torno al trabajo docente. Buenos Aires: Paidós.
- Frigerio, G. (1993). La reflexión en la práctica docente. Revista de Educación, 302, 101-122.
- Frigerio, G. (1998). La formación del docente reflexivo. Buenos Aires: Paidós.
- O'Donnell, G. (1998). Horizontal Accountability. In The Self-Restraining State: Power and Accountability in New Democracies (pp. 29-52). Lynne Rienner Publishers.
- Stefanoni, P. (2022). ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el atiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común. Siglo XXI Editores.
[1] Por Citar algunos trabajos de referencia:
Dussel, Inés. (2016). Pedagogías de la temporalidad: Una exploración en torno al trabajo docente. Buenos Aires: Paidós.
Frigerio, G. (1993). La reflexión en la práctica docente. Revista de Educación, 302, 101-122.
Frigerio, G. (1998). La formación del docente reflexivo. Buenos Aires: Paidós.
[2] "Summer child" es una expresión en inglés que puede tener varios significados dependiendo del contexto en el que se utiliza. En general, se refiere a alguien que es ingenuo, despreocupado o que ha tenido una vida fácil y sin preocupaciones debido a que han nacido o crecido en un contexto favorable o pacifico.
[3] Y digo “aún” porque incluso considerando sus limitaciones en cuestión de género, fue la primera gran experiencia de apertura democrática.
[4] y aquí me refiero no solo a mis colegas de Historia, sino más bien a la docencia “en general” con la que tuve contacto en mi paso por el IES Olga Cossettini de Rosario
[5] Una tendencia que observo, muy común en los juegos multiplayer, es encontrar tags o nombres de usuario como “Videla”, “Hitler”, “Falcon verde”, etc.
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |