El monumento a la Bandera de Rosario. Un rompecabezas de piedra.
“Nadie me separara de los principios que adopté cuando me decidí a buscar la libertad de la patria amada, y como éste solo es mi objeto, no las glorias, no los honores, no los empleos, no los intereses, estoy cierto de que seré constante en seguirlos.”
Manuel Belgrano.
Emblema de nuestras tierras y mares, símbolo de libertad y soberanía, encuentros y desencuentros, luchas y triunfos que constituyeron los eslabones de la identidad nacional, porque la bandera argentina es la revolución.
El diálogo de la historia a través de los colores de la bandera Argentina en clave de inclusión, pertenencia y participación envuelve los procesos de dolor, sufrimiento, luchas y conquistas, a través de las voces argentinas que nos enseñan.. ” Sube, sube, sube bandera del amor, pequeño corazón, brilla como el sol y canta como el mar. Canta como el viento, peinador de trigo, canta como el río, canta pueblo mío. Sí, los pueblos que cantan, siempre tendrán futuro.”….
La Subsecretaría de Educación Superior renueva el agradecimiento hacia los colegas santafesinos que abonan desde su saber y compromiso ético profesional la construcción de un espacio de escritura colectiva que enuncia a la educación superior ¡PRESENTE!. Se agredece especialmente a la profesora Mariana Della Bianca del ISP N°22 y del ISP N°29 de la ciudad de Rosario, quien brinda al colectivo del nivel un exquisito itinerario histórico
¡Muchas gracias Mariana!
El monumento a la Bandera de Rosario. Un rompecabezas de piedra.[1]
Autora: Della Bianca Mariana.
El monumento nacional a la Bandera fue inaugurado el 20 de Junio en 1957, en la ciudad de Rosario. Si silueta se yergue en el solar donde Belgrano creara y mandara a izar la enseña nacional el 27 de Febrero de 1812.
Desde 1999 su estructura exhibe una continuidad urbana con la plaza 25 de Mayo, a través del Pasaje Juramento. Ese puente con el primer centro cívico de la ciudad contribuye al ensamble del Monumento con la arquitectura de Rosario, pero al mismo tiempo compone una pieza claramente disonante. El maridaje y la hibridación del conjunto saltan a la vista, interrumpiendo la secuencia material, arquitectónica y escultórica del diseño total. Así, el montaje de mármol travertino con el de Carrara, de la concepción modernista nacionalista con el funcionalismo minimalista, de las esculturas de un neorrealismo hispanizante con las neoclásicas moldeadas por Lola Mora en Italia exhiben cortes y suturas. El conjunto muestra la multiplicidad del objeto y los intentos de estabilizarlo como símbolo. La contemplación y el tránsito se suspenden, la materialidad del Monumento susurra observador su discontinuidad, revive en su imagen detenida el movimiento de las capas del pasado atesoradas en su objetivación.
Esto nos permite plantear algunos interrogantes fundamentales para pensar el Monumento como un problema histórico.
El primero y sin dudas el más obvio, aunque no por ello poco relevante, es ¿por qué está en Rosario y por qué ahí y no dentro de otro lugar de la ciudad? El segundo, se refiere al contenido simbólico de la obra, ¿por qué dedicar un Monumento a la Bandera y no a la patria o la nación? Y todavía un tercero, ¿por qué el Monumento adquiere la formulación material, arquitectónica, escultórica que podemos observar en la convergencia de las calles Córdoba y Belgrano?
La respuesta a estas preguntas se halla en un proceso largo y tortuoso, iniciado en 1872 que evidencia que si construir una nación no fue cosa sencilla, erigir los monumentos en homenaje a sus símbolos tampoco resultó fácil.
Quizás esa dificultad radique en que las efemérides, las fiestas y los monumentos aspiran a construir, no ya a la Argentina, sino a los argentinos, interiorizando la nación en sus almas. Desmontar e historizar esos proyectos no pretende atentar contra la identidad esencial, por el contrario, aspira a comprenderla y, así, comprendernos mejor.
El Monumento Nacional a la Bandera se emplaza en Rosario, a la vera del Paraná, porque allí Belgrano creó la bandera y Cosme Maciel la izó el 27 de febrero de 1812. Respuesta sencilla, correcta, pero nada nueva. Ahora bien, ¿cómo fue posible que a este hecho se le dedicara semejante mole de hormigón armado de costo elevadísimo? Esta pregunta exige una respuesta más dilatada y menos conocida. Algunos podrán afirmar que la Bandera merece tamaño monumento porque es un símbolo capaz de generar identidad, es el paño que representa a la patria, a la Nación. Efectivamente, las banderas son símbolos que procuran identidades. Pero su relevancia no parece correr pareja en todos los países y lo importante es que no existen demasiados monumentos a la bandera alrededor del mundo. Entonces ¿por qué la Argentina otorgó tanta notoriedad a este símbolo, al punto de dedicarle semejante monumento? Sin dudas, la cantidad de extranjeros que recibió el país a fines de siglo XIX y comienzos del siglo XX podría explicar parcialmente este particular homenaje.
De todos modos, cualquier observador que repare un segundo en la simbología del Monumento podrá apreciar que representa antes a la Patria y a la Nación que a la Bandera. Y para muestra basta un botón: el mástil y el pabellón nacional se hallan fuera de su estructura arquitectónica.
Proyectos y frustraciones
Los primeros dos proyectos de Monumento a la Bandera se esbozaron en Rosario a finales del siglo XIX. En 1872, Nicolás Grondona ensayó un pequeño obelisco erigido en el sitio dónde se había emplazado la Batería “Independencia”, en la isla el Espinillo. La excéntrica localización, que respondía a la incertidumbre sobre el lugar exacto en que Belgrano había izado la bandera, conspiró contra la perdurabilidad del monumento. En una acción poco patriótica, las aguas del Paraná arrasaron con el monolito. El proyecto de otro obelisco gemelo en las costas de Rosario fue suspendido a raíz de este infausto acontecimiento.
En 1898 la Cámaras Legislativas aprobaron la ley que auspiciaba las expropiaciones para la construcción de un Monumento Nacional a Bandera en Rosario.
Hacia el Centenario (1910) Rosario había crecido enormemente. Con 192.000 habitantes, era la segunda ciudad de la República. Aquel rango fue alcanzado merced a la radicación de extranjeros, (mayoritariamente italianos y españoles) y a las actividades comerciales. Rosario era una ciudad portentosa, pero carecía de historia, era hija de su propio esfuerzo, aunque no tenía ningún pergamino que exhibir. Un Monumento a la Bandera, que trazara una línea entre la gesta de la independencia y la urbe mercantil, podía enmendar esa falta. La presión de la elite local se hizo sentir en el ámbito nacional. La Comisión del Centenario contrató a la escultora Lola Mora para que realizara el Monumento. El modelo fue cincelado en Italia y las esculturas llegaron a Rosario con algo de retraso. Al comenzar la década de 1920 se hallaban dispersas sobre lo que por aquellos años era la plaza Belgrano.
Al parecer había un monumento a la Bandera en Rosario, pero el modelo que Lola Mora envió estaba incompleto, faltaban las bases y varias esculturas. Además, los parámetros del nacionalismo artístico habían cambiado. Las corporaciones de artistas argentinos decidieron que las obras de la escultora tucumana no tenían valor, debido a que las formas neoclásicas (extranjerizantes y europeizantes) eran incapaces de representar a la nación Argentina, integrada a la cultura hispanoamericana. La estética neocolonial, basada en la propuesta que Ricardo Rojas difundió en Eurindia (1924), representa un estilo más digno para monumentalizar a la patria. No obstante, este punto de vista aún no había obtenido un consenso pleno.
En 1925, se declaró la nulidad del valor estético de las obras de Lola Mora y en 1928 se convocó el primer concurso internacional para la construcción del Monumento a la Bandera. La diversidad de opiniones de los agentes involucrados en su realización emergieron rápidamente. Los miembros locales del jurado anhelaban levantar un monumento que exhibiera altos parámetros artísticos, capaces de engalanar a una ciudad comercial emergente como era Rosario, sin importar demasiado el carácter nacionalista de la obra. Por su parte, la sociedad de Artistas Argentinos señaló la inconveniencia de representar a la patria mediante materiales, estilos y manos extranjeras. La presión de este grupo logró obtener un decreto del Presidente Alvear que en Agosto de 1928 declaró desierto el concurso.
En busca de un arquitecto…
Hasta mediados de los años 1930 no hubo noticias de nuevos propósitos para la construcción del Monumento. En 1936 la iniciativa de un grupo de la elite local, dirigido por Colombo Berra, obtuvo los auspicios del General Justo. El presidente Justo había iniciado una fuerte campaña en aras de establecer un culto a la enseña nacional. La devoción de los grupos nacionalistas por la bandera creció a fin de evitar la utilización de “trapos rojos” en los actos del 1ero. de mayo y en las manifestaciones en apoyo al bando Republicano durante la Guerra Civil Española (1936-1939). En la presidencia de Ortiz, el 7 de junio de 1938, se estableció el feriado del 20 de junio, en recordación del creador y su creación, de Belgrano y la Bandera.
La movilización de recursos y relaciones de las elites locales fructificaron. Un nuevo concurso se organizó en 1939, las corporaciones artísticas argentinas habían ganado la pulseada: sólo podrían presentarse proyectos firmados por artistas nacidos en el país y el monumento sería revestido con materiales autóctonos. Como secuela de aquel certamen triunfó el lema Invicta, firmado por los arquitectos Angel Guido y Alejandro Bustillo y los escultores Alfredo Bigatti y José Fioravanti. El proyecto presentado sólo presuponía la construcción de la torre actual, no incluía bocetos de la Escalinata Cívica, del Propileo (el templo que se alza en la parte superior del Monumento) ni la Galería de las Banderas.
Esculturas de Lola Mora
Inauguración. El Monumento Nacional a la Bandera fue inaugurado diecisiete años después de haberse adjudicado el concurso de la obra. Paradójicamente, el General Aramburu, miembro del grupo que había derrocado al gobierno de Perón en 1955, fue el encargado de hacer los honores de un monumento al que Perón apoyó sin reservas. Este era y es el mayor monumento jamás levantado en todo el territorio nacional.
Piedras que hablan
En 1998 se agregó a la parte final del Monumento el Pasaje Juramento que fusionaba un viejo proyecto del intendente Lamas, retomado por Ángel Guido. Así los rechazados, modelos de Lola Mora quedaron finalmente empalmados, con su objetivo original. Con este proyecto culminó el peregrinar de las esculturas por distintos sitios de la ciudad, procurándose su restauración y conservación.
Las esculturas de Lola Mora
Actualmente, las esculturas de bronce fundido en representación de la tradición hispanoamericana, conviven con las de mármol blanco realizadas en Italia bajo el influjo del neoclasicismo europeo. El mármol travertino (traído de San Juan), que reviste al Monumento de Ángel Guido se hermana con el mármol de Carrara (de origen italiano) de Pasaje Juramento, cuya arquitectura funcionalista choca con el modernismo espiritualista y nacional. Lo que era irreconciliable se ha fundido: la nación y la ciudad hacen presente su cosmopolitismo, su vida en vínculo con el exterior.
Estatuas de Lola Mora
Estatuas de Lola Mora
Océano Atlántico: el escultor Alfredo Bigatti recostó sobre la segunda ola estilizada que surca la nave patria a su poderosa expresión del Océano Atlántico bajo la forma de un moderno dios de las aguas, que aprisiona entre sus manos la vida del mar. Obra realizada en mármol travertino de los Andes, se encuentra ubicada en el lateral de la Proa sobre calle Santa Fe.
Río Paraná: José Fioravanti concibió y plasmó en la piedra ésta monumental materialización del ancho río que con su vigorosa mansedumbre fecunda la planicie que lo acompaña y espera con serenidad los barcos que lo surcarán.
Esculturas de bronce fundido *
*La Pampa: conjunto escultórico de Alfredo Bigatti. Esta figura encarna al gaucho legendario a quien la posteridad reivindica por ser el que luchará por la libertad y la independencia de nuestro país y representa una de las regiones de nuestro territorio.
*Los Andes: obra de José Fioravanti. Ubicada sobre calle Santa Fe, escoltando a la Patria Abanderada, este conjunto escultórico encarna al hombre de la montaña de pie junto a su caballo y representa una de las regiones de nuestro territorio.
Pese al mutismo de la composición y a su aparente homogeneidad, si se mira detenidamente al Monumento afloran sus cicatrices, sus suturas, los montajes y las yuxtaposiciones. Colar la vista por esos intersticios, meter la curiosidad por esas fisuras para explicarlas, para darles sentido y comprender el Monumento como proceso histórico, es una aventura que merece ser emprendida…
Bibliografía:
- Roldán D. “El monumento a la Bandera de Rosario. Un rompecabezas de piedra.” en “Hagamos Bandera”, en colección Historia Primarias- N°12, Ed. Diario La Capital, 2008.
- Berdicever Ana C. “Qué quiso simbolizar el arquitecto Guido con las esculturas laterales del Monumento a la Bandera”, en Diario El Ciudadano, Julio, 2021. Texto en línea: https://www.elciudadanoweb.com/que-quiso-simbolizar-el-arquitecto-guido-con-las-esculturas-laterales-del-monumento-a-la-bandera/
- Monumento a la Bandera: https://www.monumentoalabandera.gob.ar
[1] Roldán D. El monumento a la Bandera de Rosario. Un rompecabezas de piedra. en Revista “Hagamos Bandera”, Colección Historia Primarias, N°12, Ed. Diario La Capital, 2008, Selección.
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |