Día del escritor
“Si uno escribe sin garra, sin entusiasmo, sin amor, sin divertirse, únicamente es escritor a medias. Significa que tiene un ojo tan ocupado en el mercado comercial, o una oreja tan puesta en los círculos de vanguardia, que no está siendo uno mismo. Ni siquiera se conoce”.
Ray Bradbury, Zen en el arte de escribir.
El 13 de junio se celebra, en nuestro país, el día del escritor en honor al nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938), un artista que, a través de sus variadas obras y transitando todos los géneros literarios, lideró sin quererlo, la vanguardia literaria del modernismo de finales del siglo XIX. En 1928 fue el fundador y primer presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), asociación civil que, tras su suicidio en 1938, declaró al 13 de junio como el Día del escritor.
Su encuentro con Rubén Darío, en Buenos Aires, en 1896, fue decisivo en la producción poética de Los crepúsculos del jardín (1905) y Lunario sentimental (1909). A partir de 1910, Leopoldo Lugones cambió de registro para centrarse en la exaltación de su tierra y sus gentes (Odas seculares, 1910). Posteriormente los asuntos cotidianos, vistos al trasluz de una rutina íntima, se convirtieron en el objeto de su siguiente entrega poética, titulada El libro fiel (1912), entre otros poemarios.
Como narrador, Lugones sobresalió principalmente por sus relatos breves recogidos en Las fuerzas extrañas (1906), La torre de Casandra (1919), Cuentos fatales (1924) y La patria fuerte (1933). Publicó además dos novelas: un relato histórico sobre la guerra de la independencia, titulado La guerra gaucha (1905), y unas meditaciones esotéricas que aparecieron bajo el título de El ángel de la sombra (1926). En los años cuarenta, La guerra gaucha fue llevada al cine.
También se destacó como ensayista. Las conferencias sobre el Martín Fierro de José Hernández, obra que leyó como poema épico, reunidas en El payador (1916), constituyen sin duda un hito en la interpretación de la literatura gauchesca.
En este día tan especial, es importante rescatar las palabras de algunas escritoras y algunos escritores que hablan de su oficio, de los sinsabores y de las alegrías, del trabajo y del placer que la tarea les depara. Al respecto, nos dice María Teresa Andruetto “La primera certidumbre de un escritor es aprender a leer la vida de los otros, ser quien mira y también quien otorga sentido a lo que ve. Quien escribe es un testigo que mira desde un determinado punto de vista y que deja que ese sitio, ese lugar del mundo del que proviene, impregna su modo de mirar. Parafraseando a Alejandra Pizarnik, podríamos decir que una mirada desde la alcantarilla puede ser también una visión del mundo. Puede serlo tanto como una mirada desde el centro del camino. El secreto no está allí, el secreto está en la intensidad, está en mirar hasta pulverizarse los ojos”.
La mirada, la búsqueda, la empatía son rasgos en los que hicieron hincapié la mayoría de las escritoras y los escritores que reflexionaron sobre el acto de escribir: “Para escribir hay que saber mirar y saber escuchar cómo habla la gente y no mirar solamente a través de una ventana, meterse con la gente, con la sociedad, con las formas de hablar porque sólo se comunica con la emoción y con el sentimiento a través del lenguaje” Hebe Uhart.
No menos importante es el valor que les dan todxs ellos a los borradores, a las correcciones, al duro trabajo que implica el proceso de escribir, a esas “costuras de los escritos” que no deben notarse en el texto final, según palabras de Liliana Heker porque “escribir simple es muy difícil y para ello hay que tener una mirada sensata, no por eso menos desorbitada”, en definitiva, “la literatura es un artificio pero no se debe notar”, dirá también Hebe Uhart. Apelar a la revisión constante, como si la obra fuera un eterno borrador: “Nadie escribió nunca un libro, sólo se escriben borradores. Un gran escritor es el que escribe el borrador más hermoso”, ha dicho el maestro Abelardo Castillo.
También Ricardo Piglia cuando teorizó sobre su labor menciona ese hacer previo y posterior al escrito en sí: “Hago planes y esquemas sobre todo cuando no estoy escribiendo. En general nunca los uso después. Me gustaría publicarlos alguna vez (o escribir un relato que tuviera esa forma); son anotaciones enigmáticas, fragmentos de anécdotas, cronologías, diálogos, frases aisladas… Leo, por supuesto, mientras escribo, pero si tengo que pensar en un texto ligado a la escritura tengo que nombrar el Diario de Kafka: ése es un libro que sólo leo cuando estoy escribiendo. Escribir es sobre todo corregir, no creo que se pueda separar una cosa de otra”.
Finalmente y parafraseando a Ray Bradbury, se podría afirmar que si bien el arte no salva al ser humano de las guerras, de las envidias, de las privaciones, de la muerte, como sería deseable, sí permite la revitalización del ser humano como una forma de supervivencia en medio del caos cotidiano. “Creo que en el hecho de escribir se oculta una intención de curación de mí mismo. Cualquier acto de creación tiene, en mayor o menor medida, esa intención de añadir algo personal, de corregirse a uno mismo”, sentenció Haruki Murakami.
¡Saludos fraternos!
Equipo PNL Santa Fe
Referencias
Andruetto, María Teresa (2009) Hacia una literatura sin adjetivos, Córdoba, Ed. Comunicarte.
Castillo, Abelardo (1998), Ser escritor, Bs. As., Perfil Libros.
Heker, Liliana (2019, La trastienda de la escritura, Bs As, Ed. Alfaguara.
Murakami, Haruki (2015) De qué hablo cuando hablo de escribir, Bs As.,Ed. Tusquets
Piglia, Ricardo (2000) Crítica y ficción, Argentina, Ed. Planeta.
Villanueva, Liliana (2015), Las clases de Hebe Uhart, Bs As., Blatt&Rios.
Autor/es: | FEULI, PATRICIA RAQUEL |