DíA DE ACCIÓN POR LA TOLERANCIA Y EL RESPETO ENTRE LOS PUEBLOS EN CONMEMORACIÓN DEL GENOCIDIO SUFRIDO POR EL PUEBLO ARMENIO
HISTORIA DE UN CRIMEN NEGADO:
El “Genocidio Armenio” perpetrado por parte del Imperio Otomano, constituye un claro ejemplo de un asesinato masivo llevado adelante por un Estado; sin embargo Turquía (entre otros Estados) no reconoce este Genocidio. Dos millones de personas vivían en Armenia Occidental bajo el dominio del Imperio Otomano antes de la Primera Guerra Mundial, mientras que Persia dominaba la región oriental que más tarde sería anexada a Rusia. A pesar de las diferencias étnicas y religiosas (cristianos, armenios, musulmanes y turcos) además de ser un pueblo conquistado que vivía subyugado social, política- económica y culturalmente, durante 600 años no hubo enfrentamientos armados entre ellos.
Hasta que hacia fines del siglo XIX, impulsados por las ideas progresistas que llegaban de Europa, y la presencia de jóvenes turcos en Universidades europeas, surgieron nuevos partidos políticos como el Socialdemócrata, y la Federación Revolucionaria Armenia, que reclamaron reformas políticas, a favor del campesinado armenio. Pero Armenia continuaba siendo un espacio territorial estratégico, cruce de caminos comerciales entre Oriente y Occidente, motivo por el cual el Imperio no estaba dispuesto a aceptar el desmembramiento de esta región. Y, ante las primeras rebeliones, llegaron las primeras respuestas. Dos masacres anunciaron lo que vendría después: entre 1894 y 1897 fueron asesinados más de 200 mil armenios, y en 1909 se sumaron 30 mil a la lista.
Los primeros pasos los dio el sultán Abdul Hamid (1876-1909). Entre 1884-1896 son masacrados aproximadamente 300.000 armenios. Derrocado el sultán el poder pasa a manos de los Jóvenes Turcos.
Lo que en principio pareció el inicio de una época de paz y fraternidad, basada en la igualdad de derechos, poco a poco se fue transformando en el período más oscura de la historia armenia.
El 28 de Octubre de 1914 Turquía se alió a Alemania, Austria-Hungría e Italia, en este marco, el ministro de Guerra turco Enver Pachá decide expulsar a los rusos del Cáucaso, siendo derrotado el ejército Turco. Esto hizo que el mismo ministro responsabilizara a los armenios de la derrota sufrida; se desarmó a los soldados armenios y se los destinó a batallones de trabajo, en los que no pudieron sobrevivir. El 24 de Abril de 1915, la policía turca hizo prisioneros a toda la élite intelectual armenia que residía en Estambul, capital del imperio, quienes fueron deportados y posteriormente asesinados. En Mayo, se transfirió a la población armenia al desierto sirio, alrededor de un millón de personas, pereció en las masacres, muriendo de agotamiento, de inanición, y de enfermedades en los traslados y/o en los campos de refugiados. El Estado Turco se apropió de los bienes y propiedades de los armenios, configurándose esto, en el marco de prácticas sociales genocidas perpetradas también contra los cristianos de Oriente, y griegos pónticos. Ciento dos años después, el Estado Turco, plantea que no hubo Genocidio, porque la violencia no provocó más de trescientos mil muertos, sosteniendo que de haber habido un Genocidio, la responsabilidad recaería sobre los propios armenios que traicionaron al Estado turco.
La Negación como mecanismo del olvido para anestesiar la Memoria:
A lo largo del siglo XX y de las primeras décadas del siglo XXI, Turquía mantuvo aceitada la maquinaria del olvido y la desmemoria: Negar el Genocidio para borrar las huellas de la existencia armenia, por todas las vías posibles, era la finalidad.
A la muerte como hecho claramente objetivable, le sucedió la muerte en términos de representación simbólica: desde el Estado turco se promovieron y ejecutaron políticas de olvido, deportando niños, masacrando a la población civil, prohibiendo toda manifestación cultural del pueblo armenio. Así se intentó negar lo acontecido; borrando toda resquicio que diera cuenta de la existencia de este pueblo.
Lejos, en la diáspora armenia por Europa, América y Asia, los sobrevivientes, callaron, pero no olvidaron. El duelo trunco de toda una nación, por no tener voz, lentamente comenzó a realizarse con el recuerdo.
Detrás del negacionismo turco hay razones políticas y económicas. Ankara se resiste a aceptar que el nacimiento de la Turquía moderna está vinculado a prácticas sociales genocidas. Asumir esto como responsabilidad estatal implicaría por ejemplo entre otras cuestiones, el pago de indemnizaciones y de otras premisas incumplidas de tratados internacionales.
El reconocimiento internacional del Genocidio Armenio constituye un acto de impugnación del olvido, así Alemania ha sido el último Estado en sumarse al reconocimiento público de este hecho. Los primeros días de junio del 2016, la Cámara Baja del Parlamento germano aprobó una resolución en este sentido, respaldada de forma casi unánime por todos sus miembros. Ankara se apresuró a llamar a consultar a su embajador en Berlín y amenazando con revisar sus acuerdos políticos con Alemania. La posición de Alemania podría interferir en el acuerdo recientemente alcanzado entre la Unión Europea y las autoridades turcas para gestionar el grave problema migratorio.
Pero justamente porque las implicancias políticas de una medida así son complicadas, cabe aplaudir la decisión del Parlamento alemán, ya que se trata de un reconocimiento de justicia histórica. Y sólo partiendo del establecimiento de la verdad sobre los peores episodios universales de un pasado que aún molesta, se pueden fortalecer alianzas diplomáticas sólidas con miras al futuro. Alemania se sumó a la lista de poco más de 20 países que reconocen el genocidio armenio, entre ellos varios europeos como Francia -fue la primera gran potencia en hacerlo-, Rusia, Canadá o casi todos los del cono sur americano. EEUU no lo ha hecho aún -pese a que casi todos sus estados, de forma individualizada, han aprobado mociones en este sentido-. Y tampoco España, donde sí ha habido mociones de reconocimiento en varios parlamentos autonómicos. El temor a provocar un conflicto en las relaciones con Turquía explica esta postura, pese a que el consenso de los historiadores sobre la cuestión es casi unánime.
Autor/es: | MONTENEGRO, LILIANA MAURICIA |