Para hombres de coraje se han hecho las empresas.
En el mes de agosto recuperar el legado de aquél 17 de nuestra historia, evoca las impresiones de la memoria a través de los discursos del tiempo que constituyen modos de alojar a los acontecimientos en un “texto peculiar” desde las coordenadas del presente.
Los destiempos del devenir otorgan sentidos que significan lo nuevo reeditando lo pasado en función a lo que adviene, brinda razones para hacer de la historia narrativas que no cesan de teñirse con la tonalidad actual.
Desarmar algunos momentos requiere enmarcar significados mutantes, interpelar la pertinencia pedagógica en la educación superior y dialogar con los contenidos en la formación docente de modo reflexivo.
Ofrecer sentidos a las efemérides en el nivel superior es una buena ocasión para reflexionar sobre las tradiciones, los marcos históricos, el sentido curricular del contenido, los posicionamientos político pedagógico, la oportunidad de repensar las estrategias didácticas que potencian la enseñanza y el aprendizaje en clave situacional.
La comprensión hermenéutica que posiciona al hombre en el mundo requiere de sentido crítico en la enseñanza histórica, donde el trabajo colaborativo y la producción colectiva abre oportunidades reflexivas sobre la pertinencia de un proceso histórico en diálogo con las inspiraciones del honor, la lealtad, el amor a la verdad, a la libertad y a la Patria.
La Subsecretaría de Educación Superior presenta la producción académica “Para hombres de coraje se han hecho las empresas” con la autoría de la Prof. Lic Estrella Mattia, quien ofrece a la comunidad del nivel un legado pedagógico histórico en el mes de San Martín. Tal como menciona la autora Mattia citando a Traverso (2018: 60) “puesto que memoria e historia no están separadas por barreras infranqueables, sino que interactúan permanentemente, de allí surge una relación privilegiada entre las memorias “fuertes” y la escritura de la historia. Cuanto más fuerte es la memoria- en términos de reconocimiento público e institucional -, en mayor medida el pasado del que es vector se vuelve susceptible de ser explorado y puesto en historia.”.
Subsecretaría de Educación Superior.
Mg. Patricia Moscato.
Para hombres de coraje se han hecho las empresas.
Prof. Lic. Estrella Mattia (1)
En 1812 la revolución de independencia estaba en marcha. En aquel año se había disuelto la Junta Grande y se constituyó un poder ejecutivo centralizado en Buenos Aires desempeñado por un triunvirato.
Además de política, la lucha por la emancipación también fue militar. Era necesario defender los logros conseguidos y expulsar definitivamente de territorio americano a las fuerzas y a las autoridades metropolitanas. El objetivo prioritario de las fuerzas criollas era desmantelar el poder militar del Virreinato del Perú que se había transformado en el bastión de defensa del orden colonial en crisis. La región denominada Alto Perú que en 1776 había sido incorporada formalmente al territorio del Virreinato del Rio de la Plata pero que, por historia e identidad, se identificaba con Perú se convirtió, desde los inicios de la revolución, en el escenario bélico donde se libraron las mayores y más importantes batallas entre las milicias criollas y las realistas.
Sin dudas, se libraba una lucha desigual. Se enfrentaban en cada ocasión la experiencia y la profesionalización de las filas españolas con las voluntades, las convicciones, la fuerza, la tenacidad y el empeño de los soldados criollos a quienes los guiaba el compromiso político y la convicción que, finalmente, la utopía de habitar un suelo independiente se haría realidad.
En este contexto revolucionario, signado de alguna manera, por la incertidumbre respecto de las decisiones a tomar en el porvenir, el 9 de marzo de 1812 arribó al puerto de Buenos Aires, proveniente de España, la fragata George Canning. En ese barco, viajaba desde Estaña, junto a otros criollos, el teniente coronel de caballería José Francisco de San Martín.
Retornaba a su tierra natal, después de muchos años, como un experimentado militar formado en el ejército español al servicio del Rey. Tomó la decisión de sumarse al proceso revolucionario de independencia en el Río de la Plata a pesar del complicado escenario político que atravesaba España.
Algunos años antes, la península ibérica había sido invadida por las fuerzas francesas lideradas por Napoleón Bonaparte, su monarca legitimo había caído prisionero de los invasores y su población estaba gobernada simultáneamente por un rey impuesto de origen francés y por una Junta de Gobierno que se autodesignaba legítima y decía gobernar en nombre del monarca ausente.
En estas circunstancias, José de San Martín, como integrante del ejército español participó activamente en la denominada Guerra de la Independencia que libraban los españoles en el afán de liberar el territorio del dominio francés y restituir al monarca en su trono.
Sin embargo, para San Martín como para la mayoría de los americanos residentes en la metrópoli se presentó una situación problemática de difícil resolución porque, además del conflicto local por el que se estaba atravesando, también -y en buena medida acelerados por este escenario- en el imperio colonial español en América se habían iniciado desde 1810, en forma encadenada y en las distintas regiones bajo su dominación, procesos revolucionarios de independencia.
En este sentido, la decisión que tomó el teniente coronel de Caballería implicó renunciar a su carrera profesional en España y abandonar el territorio en el que había residido por más de 30 años y donde había desarrollado sus proyectos de vida. No fue el resultado de un llamado místico cargado de tintes de nostalgia, ni siquiera una pretendida aspiración a transformarse en un héroe.
Es posible inferir, a partir del análisis de sus diez años de actividades políticas y castrenses en la región (1812- 1822), que nunca estuvo entre sus intenciones pasar a la inmortalidad como fundador de la patria. Por el contrario, y a pesar del discurso construido por la corporación historiográfica oficialista, a San Martín lo movió el convencimiento que era necesario contribuir con su experiencia al éxito de la revolución de forma que, en caso de restituirse el absolutismo en España no fuese posible recuperar sus antiguas posesiones de ultramar porque ya no serían territorios coloniales en rebeldía sino estados independientes.
Además, consideraba que el frente armado de la revolución era inexperto y aunque existía la determinación de luchar por la independencia se carecía de una fuerza militar profesionalizada. Aquellos que formaban las filas de sus ejércitos adherían incondicionalmente a los principios fundantes de la revolución, pero tenían mucho de improvisación y escaso adiestramiento militar.
Atendiendo a esta perspectiva, a los pocos días de haber arribado a Buenos Aires – el 16 de marzo de 1812- , sin contar con la anuencia completa de la clase dirigente y sin presupuesto, comenzó a concretar su proyecto de formar una unidad militar de élite, compuesta por soldados corpulentos, agiles, valientes y hábiles jinetes. Este Regimiento fue el de los Granaderos a Caballo que, armados con hachas y sables, debían su nombre a un saco que llevaban colgando a uno de los costados de su montura, llamado “granadera” en el que se guardaban las granadas – proyectiles de hierro fundido, redondos, con un agujero por donde se introducía la pólvora- que los granaderos lanzaban con sus manos en los enfrentamientos con los enemigos.
Resulta oportuno, a partir de estos episodios mínimos dentro de la macro historia protagonizados por José de San Martín, pensar en la posibilidad de reapropiación del pasado en clave de contextos contemporáneos, donde es necesario que los héroes se desvanezcan y emerjan en su lugar los sujetos concretos, típicamente humanos que toman decisiones, que sufren, que se apasionan que ambicionan y que, en definitiva, colaboran a través de sus acciones, en la construcción de una historia colectiva.
En consecuencia, más allá de la versión de la historiografía oficial que ha procurado rodear de un halo romántico y heroico la decisión intima de San Martin de solicitar el retiro del ejército español y emprender el regreso a la Provincias Unidas del Río de la Plata, lo cierto es que “el desembarco de aquel hombre, providencial para muchos, significó un gran aporte para el esfuerzo de la Argentina naciente, aunque pocos podían imaginarlo aquel día en los inicios del otoño austral. El Teniente Coronel español aportaría al Estado que procuraba nacer a la Historia una tecnología militar de avanzada -gran instrumento cualitativo en una larga guerra librada especialmente entre civiles convertidos en improvisados oficiales y lideres guerreros surgidos del caudillismo local entre los campesinos-; este arte de la guerra sanmartiniano, estudiado y ejercitado en los frentes más reciente de las conflagraciones europeas, sería magistralmente adaptado por el recién llegado a las características geopolíticas y sociales del nuevo teatro latinoamericano”( Mamonde, 1987: 12).
Enzo Traverso (2018) plantea que existen “memorias oficiales sostenidas por instituciones, incluso estados y memorias subterráneas, escondidas o prohibidas. La visibilidad y el reconocimiento de una memoria dependen también de la fuerza de quienes la llevan. Dicho de otro modo, hay memorias fuertes y memorias débiles” (Traverso, 2018:45). Estas consideraciones se entraman con las cuestiones planteadas en los párrafos precedentes de modo que es posible enunciar que existe una memoria fuerte respecto de San Martin que ha posibilitado construir la historia oficial y forjar su imagen como “Padre de la Patria”.
En consecuencia, y contando con la posibilidad de recuperar la figura de San Martín como un abanderado anticolonial más que como un representante de un nacionalismo inexistente por aquella época, resulta imprescindible, recuperar las memorias subterráneas, las otras memorias, que permitan desplegar la existencia de un sujeto concreto protagonista junto a otros, de la historia.
Así, es importante recordar, por ejemplo, que el denominado Plan Continental de Emancipación no fue un proyecto improvisado sino profundamente meditado, como la mayoría de las acciones elucubradas por San Martín pero que, sin embargo, ingresaría en el ámbito de las memorias escondidas, porque se ha otorgado mayor entidad y fortaleza en el registro de memoria colectiva a los resultados del denominado Cruce de los Andes que a su organización y a su estrategia. El plan era radicalmente revolucionario y consistía en la liberación de los territorios de los actuales estados de Argentina, Chile y Perú del dominio colonial español. Para lograrlo, se proponía formar un ejército en Mendoza, cruzar la cordillera de los Andes y liberar Chile. Desde allí avanzar con una flota por el Pacífico y atacar Lima, centro del poder español en América.
Era sin dudas, un complejo plan que requería entre otras cuestiones el apoyo del gobierno de turno del Río de la Plata. Esto se logró, en buena medida cuando los congresales reunidos en Tucumán desde enero de 1816 designaron como director Supremo con funciones ejecutivas a Juan Martín de Pueyrredón.
El paso siguiente, para concretar tan ambicioso proyecto consistió en exigir la pronta declaración de la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata porque, atendiendo al sentido común, San Martín planteaba que no podía ser el jefe del ejército de una colonia sublevada, sino que debía ser el jefe del ejército de un estado independiente que, en esa condición, podía erigirse en la fuerza insignia para continuar y concluir exitosamente el proceso de emancipación americana.
Estos complicados momentos forman parte de las memorias que suelen ser olvidadas en la reconstrucción historiográfica clásica al momento de elaborar la narrativa sobre esta época en la que San Martín actuó política y militarmente. Es probable que por esta causa no suele recuperarse, para repensar nuestro pasado, la carta que José de San Martín envió en abril de 1816 a su amigo Tomás Guido, quien por entonces representaba a la provincia de Mendoza en el Congreso de Tucumán. En esas líneas le reclamaba enfáticamente la necesidad de la declaración de la independencia y escribía “¡Hasta cuando esperamos declarar nuestra independencia! No le parece a usted una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cocarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos. ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿Qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos, y con mucha razón, nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos. Esté usted seguro que nadie nos auxiliará en tal situación y, por otra parte, el sistema ganará un cincuenta por ciento con tal paso. Ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas”.
¿Cuánto se conoce esta carta de San Martín? Seguramente suele ser una fuente utilizada por especialistas, pero desconocida para la mayoría de los y las ciudadanas de la actual Argentina. En el mejor de los casos, lo que se conoce es que el 9 de julio de 1816 finalmente se declaró la independencia, que el 1 de agosto del mismo año San Martín fue designado como general en jefe del Ejército de Los Andes y que la Campaña Continental comenzó oficialmente el 17 de enero de 1817. Todo lo demás, generalmente, ha quedado subsumido en las memorias olvidadas y escondidas, memorias débiles, tan débiles como la imposibilidad de desmantelar la heroicidad de San Martín para devolverle su condición humana en toda su magnitud.
Así, “puesto que memoria e historia no están separadas por barreras infranqueables, sino que interactúan permanentemente, de allí surge una relación privilegiada entre las memorias “fuertes” y la escritura de la historia. Cuanto más fuerte es la memoria- en términos de reconocimiento público e institucional -, en mayor medida el pasado del que es vector se vuelve susceptible de ser explorado y puesto en historia.”. (Traverso, 2018:60)
El presente escrito intenta ir por ese camino. Ojalá.
Referencias bibliográficas.
De Certeau, Michel (1993). La escritura de la historia. Universidad Iberoamericana. México.
Ibarguren, Carlos (1977). Editorial Dictio. Buenos Aires.
Lettieri, Alberto (2018). La historia argentina. Nacional y Popular. De los orígenes hasta la actualidad. Prometeo. Buenos Aires.
Mamonde, Carlos (1987). José de San Martín. Editorial Quorum. Madrid. España.
Piña, Felipe (2014). A la voz del gran jefe. Planeta. Buenos Aires.
Traverso, Enzo (2018). El pasado, instrucciones de uso. Prometeo. Buenos Aires.
Profesora de Historia y Educación Cívica. Licenciada en Historia. Diplomada en Ciencias Sociales. Especialidad: Sociología (FLACSO). Postitulada en Investigación Educativa de La Universidad Nacional de Córdoba. Postitulada en “Formador Superior en Investigación Educativa” Instituto Superior del Magisterio N ° 14 / Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe. Postgrado en “Nuevas Infancias y Juventudes”, UNR/UNL/UNER. Doctorando en Educación Superior en la UNR. Docente en escuelas medias de la provincia de Santa Fe, en las escuelas preuniversitarias de la UNR, en institutos superiores de formación docente y en posgrados y postítulos afines a la titulación. Capacitadora en distintos proyectos de fortalecimiento de la función docente en la jurisdicción provincial y en programas de capacitación de carácter nacional. Publicación de diversos artículos inherentes a la especialidad en revistas especializadas. Jurado de concurso de Titularización en el Nivel Superior de la Provincia de Santa Fe (2018-2019). Asistente técnica especialista en la elaboración de los diseños curriculares de Educación Inicial y Educación Primaria de la provincia de Santa Fe (2023)
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |