40 años de democracia en Argentina: democracia, capitalismo y derechos humanos.
“La libertad, que es una conquista y no una donación exige una búsqueda permanente”. Paulo Freire.
La pluma de la historia revisita los tiempos pasados con la letra del presente creando el horizonte en clave histórica. Es allì donde se posibilitan movimientos permanentes, donde reviven las palabras y las manifestaciones propias de los señuelos de aquel tiempo se actualizan.
Los vestigios epocales posibilitan interpelar los nuevos escenarios y recuperar las gramáticas que fueron la portavoz de un proceso de recuperación democrático.
La expresión del sentido histórico otorga significados al legado cartográfico sociocultural que revive en expresiones que trascendieron los tiempos, con la intención de revivir procesos de conquista.
Aventurar la creación de la memoria semántica con los ecos de la historia desde la agudeza de la historiografía requiere detenerse a recuperar momentos con nombre propio y sentido común.
La Subsecretaría de Educación Superior presenta la producción, “Breves consideraciones sobre los cuarenta años de democracia en Argentina”, con la autoría del profesor Javier Tell y la profesora Gabriela Molina del Instituto Superior del Profesorado N.º 8 “Alte Brown” de la ciudad de Santa Fe. Tal como menciona el autor y la autora ”… Si la historia nos enseña a mirar al presente como parte del proceso histórico, naturalmente un balance no debería excluir la prospectiva…”
.¡Muchas gracias Javier y Gabriela!
Subsecretaría de Educación Superior.
Mg Patricia Moscato.
40 años de democracia en Argentina: democracia, capitalismo y derechos humanos.
Breves consideraciones sobre los cuarenta años de democracia en Argentina
Autores: prof. Javier Tell y prof. Gabriela Molina
Institución: Instituto Superior del Profesorado nº 8 “Alte. Brown”. Santa Fe.
Aunque en los últimos años parece haber ganado fuerza la idea de que el análisis de los procesos históricos ha de imponerse sobre las fechas como objeto, a menudo tomamos a los aniversarios como argumento (como “texto y pretexto”, diría Grüner) para reflexionar y -en el mejor de los casos- debatir sobre sus aportes al análisis político de las relaciones sociales desplegadas en un lugar y en un momento histórico determinado. Tal es el caso de las conmemoraciones por “los 40 años de democracia”, tema central de nuestra historia reciente que aquí nos convoca, y sobre el que hay preguntas que se mantienen vigentes y necesarias. Algunas orientan el sentido de este trabajo, como aquellas referidas a la relación (pensada, enunciada, afirmada) entre democracia, derechos humanos y ciudadanía. Una relación probablemente menos pensada que enunciada, y en la cual a menudo sus términos se afirman como sinónimos.
Un poco de Historia
El 10 de diciembre de 1983, tras casi 8 años de la dictadura cívico-militar más feroz de nuestra historia, la Argentina volvía a un estado de derecho. En el marco de la campaña electoral, uno de los principales slogan de la UCR había sido “con la democracia se come, se cura y se educa”, frase que implicaba al pasado y al futuro, en un mismo acto. Por un lado, expresaba una impugnación a las formas y métodos de lucha de la clase obrera generalizados en los `60 y `70 (piquetes, huelgas activas, movilizaciones, tomas de fábrica, etc.) vistas como violentas, es decir no democráticas. Al mismo tiempo, habilitaba un futuro con privilegio exclusivo a otras formas de sociabilidad política y canalización de las demandas insatisfechas. Las reglas del juego de la democracia, en tanto acuerdo procesual (Portantiero, 1986), iban a ser presentadas como las únicas posibles para las demandas de trabajo, salario, salud, educación, etc. Dicho de otro modo: el slogan completo era “sólo con la democracia se come, se cura y se educa”. Cabe destacar que la reducción de aquellas acciones políticas directas de las décadas anteriores a acciones terroristas y violentas (de grupos armados), fue la piedra basal de la llamada “teoría de los dos demonios”. El autor antes mencionado, animador de estas narrativas, afirmaba por entonces que si bien el pacto democrático no garantizaba ningún resultado -matizando un poco el carácter taxativo de la frase de campaña-, en la nueva etapa la izquierda debería actualizar sus postulados y adaptarse a las nuevas reglas del juego, reemplazando las acciones de fuerza por el juego electoral (Portantiero, 1988).
En definitiva, según este relato, la democracia redescubierta se trataba mucho más que de la reedición de un mecanismo de elección autoridades por la voluntad popular: sería un nuevo “horizonte de regulación”(Habermas,1992), aquél locus político de la voluntad general rousseauniana en el que no habría sino injusticias de la economía de mercado que el Estado vendría a corregir, en lugar de conflictos irresolubles propios de una sociedad capitalista organizada y dividida en clases sociales con intereses irreconciliables. Importa más –o, digamos, sólo importa- la forma y el canal del reclamo, que la resolución favorable del conflicto a favor de los demandantes. Y también, y este es un aspecto clave, importa más que las causas de la conflictividad social. Difícil pensar la impugnación a formas y métodos menos consensuales de intervención en lo político a la que hacíamos referencia, sin que opere una abstracción de la dimensión estructural, sistémica, y potencialmente disruptiva, de aquello por lo se reclama. Claro que para elevar esta dimensión de los derechos humanos a lo real concreto, debemos definir primeramente el alcance del significante.
La democracia y los derechos humanos
La asociación directa entre democracia, ciudadanía y derechos humanos in toto, merece algunas consideraciones. Mucho ha sido escrito -y reescrito- sobre las características de los derechos humanos y sus taxonomías. Aunque no es nuestra intención profundizar en este aspecto, sí lo es señalar el carácter integral e indivisible de los mismos, en función del desarrollo de una crítica a un relato que, sin inocencia, ha tomado a la parte por el todo. Sin duda alguna, el “tempo de la democracia” implicó volver a gozar de libertades democráticas brutalmente cercenadas durante la dictadura. Sin embargo, los últimos años de historia argentina fueron escenario de una conceptualización abreviada de los derechos humanos, reducidos a éstas. Esta sinécdoque, oculta tanto como muestra: oculta el hecho innegable de que los derechos humanos incluyen –deberían incluir- a los llamados derechos económicos y sociales, y muestra –por eso mismo- la construcción política de una formación hegemónica orientada a definir lo pensable y lo no pensable en esta materia. Ahora bien, sólo este carácter excluyente de los derechos humanos, restringidos sin más a la ciudadanía política, hizo posible -discursiva y políticamente- la asociación señalada entre democracia, derechos humanos y ciudadanía. La democracia, “turno de los derechos humanos”, necesitó tanta memoria como olvidos. Memoria del politicidio (Modonesi, 2008) de la última dictadura cívico-militar (como parte de un plan sistemático de disciplinamiento social a fin de imponer a como dé lugar esa nueva/vieja estrategia de valorización del capital conocida como “neoliberalismo”), en combinación con determinados olvidos: la reconstrucción de la hegemonía burguesa pos dictadura precisaba -precisa- un Estado visto como garante de todos los derechos humanos, aunque lo sea sólo de los materialmente viables, es decir, de aquellos que no afecten tasas de ganancias ni intereses corporativos, ni impliquen mayores inversiones presupuestarias de su parte.
La democracia, los derechos económico-sociales y la concentración de la riqueza
En este trabajo planteamos una perspectiva crítica de la democracia actual propuesta como fórmula de sociabilidad política capaz de solucionar per se los problemas sociales generados por la propia dinámica del capital. La “reproducción socio-metabólica” de éste, tiene una dinámica excluyente y de concentración de la riqueza, cuya procesualidad es imponentemente expansionista, desesperadamente destructiva y, en el límite, incontrolable por el estado (Mészarós, 1995). Para este autor, cuanto más aumenta la competencia intercapitalista, más nefastas son las consecuencias, sobre todo en la precarización de la fuerza de trabajo y en la degradación del medio ambiente. Similar planteo desarrolla Ellen Meiksins Wood:
El capitalismo es –en su análisis final– incompatible con la democracia, si por “democracia” entendemos el poder popular o el gobierno del pueblo. No existe un capitalismo gobernado por el poder popular en el cual el deseo de las personas se privilegie por encima de los imperativos de la ganancia y la acumulación, y en el que los requisitos de la maximización del beneficio no dicten las condiciones más básicas de vida (…) Capitalismo y democracia son incompatibles también, y principalmente, porque la existencia del capitalismo depende de la sujeción a los dictados de la acumulación capitalista y las “leyes” del mercado de las condiciones básicas de vida y reproducción social (…) Toda práctica humana que pueda ser convertida en mercancía deja de ser accesible al poder democrático. Esto quiere decir que la democratización debe ir de la mano de la ‘desmercantilización’. Pero esto significa, por definición, el final del capitalismo (Meiksins Wood, 2006, p.396).
Esto es particularmente observable -aunque no únicamente, por supuesto- luego de la llamada “crisis del Estado de bienestar” y reconversión capitalista de los ‘70 y ‘80 del siglo pasado, contexto en el que se inscribe la nueva etapa democrática en la región (y que explica sus límites).
Según Nicolás Villanova (2019), las causas del aumento de la pobreza y de la concentración de la riqueza deben ser buscadas en el funcionamiento normal del capitalismo y no en sus crisis económicas (que por supuesto, las profundiza). Explica que la recomposición relativa de los ingresos luego de una crisis en general no alcanza a revertir las tendencias previas ni a ubicar a los salarios por encima de la etapa anterior, y hay que pensar la pauperización de los sectores asalariados como tendencia a mediano y largo plazo más allá de los vaivenes coyunturales.
En este sentido, existen numerosos estudios en nuestro país que muestran la pérdida de derechos económico-sociales, a la postre genuinos vectores de la superación del carácter meramente formal de la democracia: en relación a los ingresos, señala el autor citado que el llamado poder adquisitivo de los salarios era, en 2015, un 40 % menor que el del año 1975. Por lo demás, entre 2015 y 2022 los salarios volvieron a perder un 20% promedio (Blejmar, 2023), lo que nos da una pauta de la magnitud del retroceso en los niveles de vida de la clase obrera argentina tomando el período globalmente. Sin lugar a dudas, la consolidación en la etapa democrática del trabajo precario, es uno de los factores que explican ésta pérdida salarial. Ubicado en torno al 25 % en el año 1985, y con un pico del 49 % en el 2003, en el año 2017 el trabajo “en negro” se ubicaba cercano al 40 % según el INDEC, ubicándose en el primer trimestre de este año en el 43,3% (Bermúdez, 2023). Cabe destacar, que el trabajo en negro tiene perjudicados y también beneficiarios, lo que seguramente explica su consolidación. En otro trabajo, señala Villanova (2015) que si se multiplica la cantidad de trabajadores no registrados por el porcentaje de cargas sociales que se ahorran los empresarios que contratan en negro, el resultado da un ahorro que, sólo en el año 2013, fue de U$S 10.500 millones.
Por otro lado, la economista Paula Bach destaca que la desigualdad social, en el marco de una economía capitalista como las de nuestro país, ni siquiera ha de disminuir en períodos de expansión económica debido a las relaciones sociales que la sustentan. Durante el período de crecimiento económico 2003-2006, y teniendo en cuenta el salario relativo de los trabajadores -esto es, la participación de la masa total de la fuerza de trabajo en la riqueza generada por el país- no hay relación entre el porcentaje de crecimiento de la riqueza nacional, y el porcentaje de esa riqueza a la que acceden los trabajadores y trabajadoras, siendo este salario relativo menor aún que en la década de 1990 (Bach, 2008). Por lo demás, tras más de una década de estancamiento económico, hasta el año 2022 se registra un casi nulo crecimiento del empleo en el sector privado en relación de dependencia, siendo un porcentaje muy elevado de los llamados nuevos empleos los registrados bajo el régimen de monotributo, es decir empleos “de baja calidad”. Según la economista Natalia Pérez Barreda, en los últimos años se viene observando un fenómeno inédito en la Argentina, y es el hecho de que desde el 2017 viene creciendo la pobreza entre los asalariados privados con trabajo en blanco (Pérez Barreda, 2023).
Por razones de espacio, hicimos énfasis en el salario debido a su lugar central como factor de distribución de la riqueza y satisfacción de las necesidades básicas. Sólo nos resta agregar que, más allá de su volumen neto, en la Argentina la transferencia monetaria directa (subsidios, asignaciones no retribuibles) es un factor de menor alcance en este sentido, más allá de lo valorado por sus defensores o detractores.
En resumen, insistimos en considerar que esta tendencia a la degradación de los niveles de vida de sectores mayoritarios de la población argentina se debe al carácter capitalista de su economía. Difícilmente podría ser de otro modo, puesto que en una economía de competencia el salario, factor primario de distribución del producto social, es a la vez un costo de producción relevante al momento de ponderar la competitividad de las empresas y la valorización del capital, y por lo tanto su baja será una búsqueda constante.
La democracia, la concentración de la riqueza y el “Estado de Excepción”
Puede afirmarse que este proceso de “insatisfacción democrática”, viene abonando lo que se denomina una “baja en la calidad democrática” (aumento del abstencionismo electoral, el voto en blanco, etc; tal como lo demuestran las estadísticas de las últimas elecciones en nuestro país y en la región), así como una suba de la conflictividad social y, en respuesta, de la represión de las protestas por parte del Estado. Los hechos de represión de la protesta y persecución de manifestantes en la provincia de Jujuy, al norte de nuestro país (en curso al momento de escribir esto) lo demuestran: reclamos generados básicamente por la violación a derechos humanos inalienables como el derecho a la tierra, a salarios dignos y a la manifestación política, son señaladas como acciones "violentas y golpistas" desde sectores políticos reaccionarios. La escalada represiva y persecutoria contra referentes de diversas organizaciones gremiales, partidarias y comunitarias opositoras a la reforma constitucional, trae sospechas sobre el carácter menos excepcional que plausible de los llamados Estados de Excepción. Como señalan Franco e Iglesias, este recurso ha sido habitual en la historia de los Estados modernos:
En América Latina, en el marco de gobiernos democráticos, el uso de diversas medidas periódicas y recurrentes de suspensión del estado de derecho para mantener el orden interno en nombre de su preservación ha sido una práctica constante. Sin embargo, en la región ello ha quedado opacado por el peso histórico y memorial que han tenido los regímenes dictatoriales del siglo XX y por la consecuente centralidad que la dicotomía entre regímenes democráticos y autoritarios adquirió en las ciencias sociales para explicar el transcurso de la historia contemporánea latinoamericana (Franco-Iglesias, 2011, p.1).
En relación a lo dicho, consideramos oportuno recordar que hace ya más de 100 años, Carl Schmitt, considerado no sin fundamentos “el teórico del nazismo”, conceptualizaba el llamado “Estado de Excepción” en su libro Teología política, en el cual avala y justifica el uso de la fuerza como medidas de excepción frente a problemas o situaciones que atenten contra la integridad del Estado o de la sociedad. La asociación para este autor entre los intereses del Estado y los de la sociedad no es casual: desde una mirada orgánica, son lo mismo (obviando los intereses de clase y la acción del Estado en este sentido), por lo que medidas de estado de sitio no son vistas como resultado de conflictos sociales derivados de demandas de derechos o de impugnación al Estado (o a un sector particular de la sociedad) sino como una respuesta a una agresión a la sociedad en su conjunto.
Discursos análogos se vienen escuchando en relación a la conflictividad en Jujuy, y por extensión a lo que hay que hacer frente a los conflictos presentes y por venir. En este sentido, resulta útil recordar que los derechos civiles y políticos, y los derechos económicos y sociales, son indivisibles y se retroalimentan, toda vez que resulta muy difícil -si no imposible- acceder a unos sin la asistencia de los otros. Más esto no nos impide -al contrario- tomar como nuestra la idea de M. Foucault de ir más allá Rousseau, en cuanto a no agotar nuestra crítica al Estado en clave radical burguesa, es decir sólo por los derechos que aún faltan -en una especie de “utopía capitalista liberal”. En otras palabras, se trata de no ceñir la crítica a la democracia argentina por sus señas particulares sino mirar a ésta, y a los Derechos Humanos, como parte de un discurso moderno nacido al calor de las luchas del siglo XVIII. En este sentido, resulta imprescindible -pensamos- que la crítica desde las ciencias sociales implique una mirada destotalizadora de la falsa totalidad burguesa occidental (Grüner, 2010), encarnada en la “fraternal” Revolución Francesa y su promesa de derechos humanos y ciudadanía para todo el mundo en el marco de un sistema de relaciones sociales capitalistas que consagra el particularismo en el uso del poder (en clave espacial, de clase social, género, o etnia), y por tanto de un Estado poskeynesiano que garantiza la democracia sólo en su aspecto procedimental.
Conclusiones
Lo dicho hasta aquí, pareciera traslucir una perspectiva del desarrollo en función de una lógica sistémica, sin tener en cuentas las contingencias, es decir, las luchas políticas que definen la etapa. No es nuestra intención. Si la Historia nos enseña a mirar al presente como parte del proceso histórico, naturalmente un balance no debería excluir la prospectiva. Así, ante el carácter más enunciado que realizado entre democracia, derechos humanos y ciudadanía, vemos actualmente ensayos y promesas de salidas autoritarias y represivas frente a la imposibilidad de cubrir las expectativas generadas con el retorno de la democracia hace 40 años y la conflictividad que provoca un relato sin sustento material. Más el curso está abierto. Por lo demás, en vistas al riesgo de un “Estado de Excepción” que quizás sea menos excepcional y más visualizable de lo que parece, hacemos nuestras las palabras de Germán Ave Lallemant: "nosotros somos los partidarios más decididos de la democracia, aunque no participamos de sus ilusiones".
Referencias
Bach, Paula (2008). El salario relativo en la Argentina de la devaluación. Revista marxista de teoría y política nº 8, ediciones IPS, Buenos Aires.
Bermúdez, Ismael (18 de abril de 2023). El trabajo en negro alcanzó el récord de 5613000 empleos: llega al 43%. Clarín. https://www.clarin.com/economia/trabajo-negro-alcanzo-record-5-613-000-empleos-llega-43-_0_pyde4iuXN7.html.
Blejmar, Julián (5 de enero de 2023). Calculan que desde 2015, los trabajadores perdieron en promedio casi $3 millones. Ámbito financiero. https://www.ambito.com/economia/salarioscalculan-que-2015lostrabajadores-perdieron-promedio-casi-3-millones-n5622964.
Franco, Marina e Iglesias, Mariana (2011). El Estado de excepción en Uruguay y Argentina. Reflexiones teóricas, históricas e historiográficas. Revista de Historia comparada vol. 5 nº 1, Río de Janeiro.
Grüner, Eduardo (2010). La oscuridad y las luces. Capitalismo, cultura y revolución. Edhasa, Buenos Aires.
Habermas, J. (2010). Facticidad y validez. Sobre el Derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso. Ed. Trotta, Madrid.
Meiksins Wood, Ellen (2006). Estado, democracia y globalización. CLACSO. http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/formacion-virtual/20100720074721/19Wood.pdf.
Mészáros, István (1995). Más allá del capital. The Merlin Press Ed., Londres.
Modonesi, Massimo (2008). Crisis hegemónica y movimientos antagonistas en América Latina. Una lectura gramsciana del cambio de época. Revista A Contracorriente vol. 5 nº 2, México DF.
Pérez Barreda, Natalia (03 de abril de 2023). Argentina: crece la pobreza en los asalariados formales. http://www.sputniknews.lat.
Portantiero, Juan Carlos (1986). Una constitución para la democracia. Revista La Ciudad Futura nº 1, Buenos Aires.
Portantiero, Juan Carlos (1988). La producción de un orden. Nueva Visión, Buenos Aires.
Schmitt, Carl (2009). Teología política. Ed. Trotta. Madrid.
Tula, Jorge (1986). El primer número. Revista La Ciudad Futura nº 1, Buenos Aires.
Villanova, Nicolás (11 de enero de 2015). El salario en las últimas décadas: en los ´90 era más alto que en la era K. Los Andes. http://www.losandes.com.ar
Villanova, Nicolás (2019) La pobreza en la Argentina. Ediciones RyR, Buenos Aires.
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |