MEMORIA, IMAGEN Y FORMACION DOCENTE. Algunas notas preliminares.
Memoria, verdad y justicia se constituyen en resonancias históricas permanentes que se actualizan cada 24 de marzo desde la convicción colectiva de “Nunca más”. El diálogo sobre el tiempo propone ir al encuentro con la historia que se entrama y que se recupera como un proceso activo de la memoria articulando sentidos y representaciones acerca del pasado en proyección a un itinerario común del presente.
La reflexión conjunta posibilita la dimensión intergeneracional en la Educación Superior donde la interpretación de las nuevas generaciones multiplica miradas y sentidos a la memoria colectiva constitutiva del presente. Retomando las palabras de la Prof. María Claudia Villarreal, Regente de la Escuela Normal Superior N°34. “Dr Nicolás Avellaneda” de la ciudad de Rosario “Memoria, imagen y formación docente” se constituye en un escrito interpelativo que valoriza “el aporte de las fotografías como soporte de la memoria con la intención de ofrecer un aporte más a la incorporación y uso de la imagen en el tratamiento de los contenidos referidos al 24 de marzo. Por ende, la fotografía recrea, simboliza y recupera una presencia que establece vínculos entre la vida y la muerte, lo explicable y lo inexplicable”.
Los institutos superiores santafesinos y sus actores han sido testigo de profundas y estremecedoras escenas de persecuciones y prohibiciones, creando una imagen en forma de huella que abona a la construcción de una identidad de lucha y convicción en los Derechos humanos.
La Subsecretaría de Educación Superior presenta la producción “A 40 años de la recuperación de la Democracia en Argentina. MEMORIA, IMAGEN Y FORMACION DOCENTE. Algunas notas preliminares. Se agradece profundamente la gentileza de su saber y experticia puesta al servicio del nivel superior de la Prof. María Claudia Villarreal.
Subsecretaría de Educación Superior
Mg. Patricia Moscato.
Lucía Quieto. Ensayo Fotográfico Arqueología de la Ausencia, 1999 – 2001
A 40 años de la recuperación de la Democracia en Argentina
MEMORIA, IMAGEN Y FORMACION DOCENTE. Algunas notas preliminares.
Desde las últimas décadas, la historia está siendo repensada y forma parte de la agenda de discusión en la Argentina. La dictadura aparece como una marca clave de la historia argentina, no sólo porque las transformaciones sociales y económicas que implementó siguen impactando hasta el presente, sino también porque la herida que produjo fue de tal magnitud que obliga a mirar con nuevos ojos el pasado nacional. Sabemos también que todo pasado está sujeto a controversias. En las luchas por la memoria intervienen diferentes sectores sociales que, de acuerdo a sus saberes, sus intereses y sus experiencias, sostienen una visión sobre el pasado y a partir de ahí construyen sus posiciones, que pueden ser contrapuestas y estar en pugna entre sí (Chama y Sorgentini, 2010). Sin embargo, hay límites para esas discusiones. Los crímenes de la dictadura fueron juzgados y condenados en 1985 y actualmente hay nuevas causas en desarrollo.
En nuestro país, los trabajos vinculados al pasado reciente han tenido un significativo y gran impulso en las ciencias sociales en las últimas décadas. Desde diversas perspectivas teóricas metodológicas, el campo académico ha comenzado a explorar sistemáticamente el pasado de radicalización política y represión estatal, así como la construcción de un saber específico sobre su impacto y sus legados en el presente argentino. Tales estudios tuvieron un notable impulso en el contexto de un deterioro de la hegemonía política durante la década de los 90. Nuevas estrategias tomadas por el movimiento de derechos humanos en el contexto de la impunidad sobre los crímenes de la dictadura, acompañado por el descontento de nuevos actores, propiciaron un cambio en la reflexión sobre los sentidos del pasado reciente en el presente. Paradójicamente, los retrocesos impuestos por las políticas de impunidad motivaron nuevas preguntas y formas de abordaje que comenzaron a interpelar a la memoria en términos de enigma social. En los años de la transición democrática, las investigaciones más destacadas intentaron reconstruir la historia política del movimiento de derechos humanos y la democratización que apuntaba a resaltar la importancia del juzgamiento de los militares y la consolidación de una nueva cultura política capaz de apuntalar el régimen democrático. Es así que desde mediados de la década de los 90 se comenzaron a indagar los problemas relacionados a la memoria social: las lógicas de la rememoración y los sentidos, usos y apropiaciones del pasado (Jelin, 2002). Esta nueva perspectiva interpretativa llevó a un replanteo de la dicotomía memoria/olvido que fue acompañado de una apropiación de diversas referencias disciplinares en torno a la pregunta sobre la selectividad de la memoria social y sobre los múltiples cruces entre memoria e historia[1].
A nivel legislativo, en el contexto argentino la Ley de Educación Nacional N° 26.206 señala en su artículo 3° que la educación se constituye como política de Estado para construir una sociedad justa, reafirmar la soberanía e identidad nacional, profundizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, respetar los Derechos Humanos y fortalecer el desarrollo económico-social de la Nación. A su vez, el artículo 92 de la misma ley, propone recursos para la inclusión de contenidos curriculares mínimos comunes en relación con la construcción de una identidad nacional desde la perspectiva regional latinoamericana; la causa de la recuperación de Malvinas; y el ejercicio y la construcción de la memoria colectiva de la historia reciente. Estas acciones tienen por objetivo “generar en los/as alumnos/as reflexiones y sentimientos democráticos y de defensa del Estado de derecho y la plena vigencia de los Derechos Humanos”. La promoción de la enseñanza del pasado reciente se fundamenta en la idea de que los Derechos Humanos son conquistas sociales, son resultado de acciones humanas, y en consecuencia, al transmitirlos, se refuerzan las nociones de responsabilidad, participación e inclusión. Es desde la educación –entendida como una puesta a disposición del pasado en diálogo permanente con el presente y el futuro– que es posible invitar a los jóvenes a reflexionar, debatir, abrir preguntas y posicionarse frente a sus realidades (Adamoli, 2014).
En esta oportunidad, nos interesa compartir algunas ideas en torno a la fotografía como soporte de la memoria con la intención de brindar un aporte más a la incorporación y uso de la imagen en el tratamiento de los contenidos y de las “efemérides” referidas al 24 de Marzo: Día de la Memoria, la Verdad y Justicia en el ámbito de la formación docente[2]. Particularmente, analizaremos -partiendo de fotografías artísticas que hacen uso de álbumes familiares- los sentidos de algunas evocaciones y representaciones que constituyen el trabajo sobre la memoria en la generación de los hijos de desaparecidos, fuertemente ligado a la imagen visual. Estos jóvenes, a partir de fotos familiares, realizan nuevas “fotos familiares reconstruidas” alterando, interviniendo/rehaciendo las imágenes del pasado mediante el collage, el montaje, la actuación repetida. Estos jóvenes, que a través de fotos conocieron a sus padres, procuran cuestionar lo sucedido e imaginar lo no sucedido. Para ello, seleccionamos dos de las fotografías que integran la serie “Arqueología de la ausencia “, de la fotógrafa Lucila Quieto[3].
La Fotografía como soporte de la memoria
El tiempo ha hecho sus advertencias,
pero algo permanece en franco desacato.
Se dirá que así es la memoria,
que así disponemos nuestra observancia
hacia lo que llamamos arte, precisamente
porque sabe emancipar
ciertos objetos del normal flujo del tiempo.
Horacio González
Siguiendo a Halbwachs (2004), las fotografías y los álbumes familiares pueden pensarse como espacios de memoria, ya que instalan marcos de contención y referencia para la rememoración. En tanto “documento”, la fotografía nos remite al pasado, interpelándonos desde el presente. La fotografía recrea, simboliza y recupera una presencia que establece vínculos entre la vida y la muerte, lo explicable y lo inexplicable. Para Halbwachs, no hay memoria colectiva que no se desarrolle en un marco espacial, las impresiones se suceden una a otra, nada permanece en nuestro espíritu y no sería posible comprender o recuperar el pasado si no se conservase en el medio material que nos rodea. Asimismo, los espectadores les asignan nuevos significados a través de su propia experiencia sociocultural. En este sentido, la fotografía y memoria adquieren una interrelación densa. La imagen sirve como soporte al recuerdo, cuando ese momento fue vivido por quien observa la fotografía, y como vehículo de memoria cuando se reconstruye desde el presente de identidades colectivas, en que participan los que vivieron esa experiencia como quienes no la vivieron (da Silva Catela, 2012 ). La fotografía puede actuar así como un "testigo", como “un observador quien presenció un acontecimiento desde el lugar de un tercero, que vio algo aunque no tuvo participación directa o envolvimiento personal con el mismo. Su testimonio sirve para asegurar o verificar la existencia de cierto hecho” (Jelin, 2002: 80).
Para la autora, la relación entre fotografía que fija un pasado y la memoria que trabaja desde el presente se puede pensar desde la metáfora de ‘retocar el retrato’. En este proceso la memoria imprime su trabajo: desde el presente, las imágenes del pasado toman nuevos significados a partir de las relaciones sociales, de nuevas preguntas y de las identidades que las interpelan. Ahora bien, retocar un retrato implica una reconstrucción que se realiza desde el recuerdo individual y colectivo y por los procesos de transmisión presentes en cada comunidad. Esto lleva a considerar que memoria e identidad deben ser pensadas como construcciones sociales, constantemente redefinidas en el marco de una relación dialógica donde la fotografía actúa generando un doble vínculo: i. el que la propia comunidad otorga a esas fotografías y a los recuerdos (silencios y olvidos) que ellas evocan en función de las relaciones sociales del presente, y ii. el que permitirá observar y analizar cómo se constituyeron los procesos de transmisión de las memorias y las identidades con relación al encuentro con ese ‘otro’ que generó esas imágenes.
Por otra parte, y en sentido opuesto, ante la ausencia de esas imágenes, las fotografías de los rostros de jóvenes asesinados y desaparecidos durante la dictadura argentina constituyen una de las formas más usadas para recordarlos, representarlos, vivificarlos. Así, se genera simbólicamente la categoría colectiva de “desaparecido”, “asesinado” o simplemente “muerto” (la cual engloba todas las individualidades sin distinguir sexo, edad, trayectoria), y permiten mostrar una existencia individual, una biografía. Estas fotos devuelven una noción de persona, un nombre, un rostro. De esta forma, la imagen permite la constitución de la noción de persona, haciéndola salir del anonimato de la muerte, para recuperar una identidad y una historia.
Fotografía, arte y memoria. De la Serie “Arqueología de la ausencia”, de Lucila Quieto
La memoria es parte de la provincia de la imaginación
Paul Ricoeur
En Argentina, si bien las fotográficas relacionadas con la dictadura son diversas, los reclamos de justicia y memoria han sido muy temprana e insistentemente acompañados por fotografías, y cuyos protagonistas principales han sido las organizaciones de Derechos Humanos, encabezadas por las Madres de Plaza de Mayo y otras agrupaciones de familiares de Desaparecidos, quienes recurren a los retratos de las víctimas para exigir justicia, como denuncia y también como constatación de la existencia de la persona desaparecida. Desde aquellos años oscuros, las fotografías de los ausentes acompañaron las búsquedas en pancartas, pañuelos, banderas, remeras, recordatorios en periódicos y otros soportes. En estos usos, la foto es documento y testimonio[4]. Por otra parte, desde la prensa gráfica, numerosos fotoperiodistas han registrado estas presencias fotográficas al documentar las movilizaciones, las rondas de los jueves, el siluetazo, los escraches y tantos otros eventos que forman parte del reclamo sostenido a lo largo de los años.
En 1999 Lucila Quieto, militante en ese momento de H.I.J.O.S[5] elabora una forma de estar presente en las pocas fotografías que tenía de su padre, en aquellas imágenes que hasta entonces había mirado desde afuera.
. Foto 1. Lucila Quieto. Serie Arqueología de la ausencia. 1999-2011
En esta fotografía (Foto 1), Lucila quería lograr una fotografía imposible con su padre, desaparecido cinco meses antes de su nacimiento[6]. Una imagen reparadora, que resistiese a la fuerza aniquiladora de la dictadura. “Para mí fue un trabajo reparador a través de la imagen: la imagen que nunca había podido tener”, dice Lucila Quieto (Quieto, 2013, tomado de Giunta, 2014). Pero lo personal se transformó en un registro social cuando otros hijos le solicitaron que los fotografiara con sus padres. Quieto elaboró la experiencia de esa fotografía a partir de procedimientos de montaje y de yuxtaposición que le permitieron lograr esa imagen de la ausencia, el padre que no conoció, con cuya existencia estuvo en contacto por medio de fotografías y relatos. El poder de las imágenes en este caso es el de dar soporte a un deseo; proporcionarles un grado de realidad. Su eficacia puede medirse en los pedidos de hijos y familiares de desaparecidos que la llevaron a fotografiar la reconstrucción de los vínculos familiares de otros (Giunta, 2014)
Foto 2. Lucila Quieto. Serie Arqueología de la ausencia. 1999-2011
En esta segunda imagen de la misma serie (Foto 2), vemos a una joven que se abraza las piernas y mira de frente. La cubren imágenes de un álbum familiar, hojas, fotos y escenas que se le sobreimprimen en el cuerpo, y así queda atrapada entre los pliegues de las páginas del pasado familiar, de modo que esta búsqueda de la persona amada implica sumergirse en un tiempo que no es el propio, en un tiempo pasado no vivido.
Andrea Giunta (2014) recuerda que el arte contemporáneo explora insistentemente las relaciones entre representación y memoria. Se pregunta si puede (o debe) el arte ayudarnos a rememorar la violencia, cual es la función de esas obras, de esas fotografías (como también de los monumentos, arquitecturas e instalaciones que se formulan como observatorios del pasado). Siguiendo a Didi-Huberman (2004: 97), entiende que los museos y memoriales apuntan a convocar emocionalmente el pasado a fin de evitar su clausura. En este sentido, continúa, pueden entenderse como una respuesta al trauma, como una operación de elaboración o repetición emocional que señalan la diferencia entre duelo y melancolía según la denominación que Dominick LaCapra propone a partir de la diferenciación freudiana. La repetición puede ser inevitable para los sobrevivientes, pero en el caso de los testigos de segunda generación la experiencia va de la repetición a la elaboración (LaCapra 2001: 90). Desde esta mirada, la memoria adquiere una forma de distancia crítica respecto del pasado en la que estos jóvenes, poseedores de una memoria de segunda generación, con huecos, las fotografías actúan también como vínculo entre generaciones[7].
Las imágenes del arte y las estrategias en torno a la organización de la cultura contemporánea han propuesto formas de rediseñar el presente a partir de una confrontación cotidiana con el pasado. El uso y reflexión respecto de estas obras, puede resultar un aporte dentro de los estudios de la memoria (Huyssen, 2010) en general, y, en particular, a las experiencias formativas de las/los futuros docentes, a partir del dialogo entre memoria, historia y arte, y de la profundización respecto al lugar (y potencia) de la fotografía en la arena de las prácticas conmemorativas en torno a los procesos de construcción de una pedagogía de la memoria.
Referencias bibliográficas
Adamoli, M. C. 2014. Pensar la dictadura: terrorismo de Estado en Argentina: preguntas, respuestas y propuestas para su enseñanza / María Celeste Adamoli ; Cecilia Flachsland ; Pablo Luzuriaga. – 2a ed. – Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación.
Chama, M.; Sorgentini, H. A. 2010. A propósito de la memoria del pasado reciente argentino: Notas sobre algunas tensiones en la conformación de un campo de estudios. Aletheia, 1 (1). En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4267/pr.4267.pdf 1.
Da Silva Catela, L. 2012 “Re-velar el horror. Fotografía, archivos y memoria frente a la desaparición de personas” en Piper, Isabel y Rojas, Belén (eds.) Memorias, Historia y Derechos Humanos (Santiago de Chile: Domeyko Sociedad y Equidad).
Didi- Huberman, G. 2004. Imágenes pese a todo. Memoria visual del Holocausto, Barcelona, Paidós.
Giunta, A. 2014. “Arte, memoria y derechos humanos en Argentina”, Artelogie [Online], 6 | 2014, Online since 24 June 2014, http://journals.openedition.org/artelogie/1420
Halbwachs, M. 2004. La memoria colectiva, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza.
Huyssen, A. 2007. En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de globalización, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
Jelin, E. 2002. Los trabajos de la memoria, Siglo XXI, Madrid y Buenos Aires
Lacapra, D. Writing History, Writing Trauma, Baltimore, John Hopkins University Press, 2001.
Ministerio de Educación de la Nación. Nuestra escuela hace memoria. 2016. Clase 1- Módulo: Educación y Pedagogía de la Memoria. Nuestra Escuela Programa Nacional de Formación Permanente.
Ministerio de Educación de la Nación.2021. Memorias.
Quieto, L: Arqueología de la ausencia, Buenos Aires, Casa Nova Editores, 2011.
[1] Los primeros estudios sistemáticos sobre la memoria recuperan los aportes de Halbwachs (1925) sobre la sociología de la memoria, de Yerushalm (1998) en torno a los usos del olvido para pensar las relaciones entre memoria, olvido y justicia; los trabajos de Pierre Nora (2002) sobre el concepto de lugares de la memoria, y las reflexiones sobre la temporalidad de Paul Ricoeur (1999). Más recientemente y en contexto local destacamos los las contribuciones de Viano y Luciani, (2018), Viano (2021, 2012), Luciani (2017) y (Águila, 2013).
[2] A nivel nacional, se han desplegado iniciativas, programas y materiales que han sido distribuidos en las escuelas del país. A nivel provincial, desde el Ministerio de Educacion, destacamos los recientes “Cuadernos Memoriosos” (2022), para estudiantes y docentes de nivel secundario y superior de la provincia de Santa Fe, constituyendo un valioso aporte a la transmisión del pasado reciente y las prácticas de ciudadanía en las aulas santafesinas. En ellos se encuentran “propuestas didáctico-pedagógicas para abordar todo el año, de modo transversal, relacionando efemérides y problemáticas con criterio creativo y critico; en el ejercicio de pensar procesos históricos desde una perspectiva de los Derechos Humanos, de género, de igualdad y de justicia social”. Link: https://campuseducativo.santafe.edu.ar/wp-content/uploads/Cuadernos-Memoriosos.pdf
[3] Arqueología de la ausencia constituye un ensayo fotográfico que Lucila Quieto desarrolló entre 1999 y 2001 como parte de una tesis. Está compuesta por 13 historias y un total de 52 imágenes. La serie fue presentada en múltiples espacios de la Argentina y del resto del mundo. La mayoría de las fotografías que componen el ensayo se pueden encontrar en diversos sitios de la Web.
[4] Por otra parte, numerosos fotoperiodistas han registrado estas presencias al documentar las movilizaciones, las rondas de los jueves, el siluetazo (fenómeno político-artístico de carácter colectivo que supone la participación de los manifestantes en la elaboración de siluetas de tamaño natural para colgar en la plaza y sus alrededores. Para un análisis exhaustivo del fenómeno véase Longoni, Ana y Gustavo Bruzzone : El siluetazo. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2008), los escraches y tantos otros eventos que forman parte del reclamo sostenido a lo largo de los años.
[5] Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio, creada en 1995. Ver http://www.hijos-capital.org.ar/
[6] Carlos Alberto Quieto, desaparecido el 20 de agosto de 1976.
[7] Otros ensayos fotográficos en la misma línea que pueden consultarse son los de Marcelo Brodsky titulado “Buena Memoria” (1996) Link: https://marcelobrodsky.com/buena-memoria/ , y la de Gustavo Germano “Ausencias” (2006) Link: https://www.gustavogermano.com/portfolio/ausencias-argentina-2006/ , entre otros.
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |