EN LOS ORÍGENES DE SANTA FE LA VIEJA: EL ACTO FUNDACIONAL COMO ACTO COLONIAL
Las retóricas discursivas que contribuyen el diálogo con los hitos de la historia ofrecen pensar a la “Fundación de Santa Fe como una oportunidad educativa”, allí donde la memoria reconoce el desarrollo historiográfico para ser leído en clave pedagógica.
Considerar los aspectos ético-políticos de la reconstrucción del pasado, elucidando algunos de los múltiples entrecruzamientos que potencian el sentido crítico en la educación superior es una fortaleza propia del nivel.
La relación entre la recuperación del pasado y la autorreflexión de la historia se presenta como un espacio propicio para delinear herramientas analíticas pertinentes en la construcción del debate actual sobre la conformación de la memoria colectiva en Santa Fe como oportunidad educativa.
La Subsecretaría de Educación Superior tiene el gusto de compartir la producción de la Profesora Marina Carla Caputo, ISP Nº 22 “Maestro Addad”, quien ofrece generosamente la producción “En los orígenes de Santa Fe la vieja: el acto fundacional como acto colonial”.
¡Muchas gracias Marina!
Subsecretaría de Educación Superior
Mg. Patricia Moscato.
EN LOS ORÍGENES DE SANTA FE LA VIEJA: EL ACTO FUNDACIONAL COMO ACTO COLONIAL
Marina Carla Caputo
ISP Nº 22 “Maestro Addad”
¿Este es un río o una persona de lomo divino, o es una fuerza que se le ha escapado de las manos a Tupasy, madre de Dios, o a Ilaj, o a mis ojos que ya no pueden espejar la tanteza de su cuerpo sin cuerpo’[1]
EN LOS ORÍGENES
En los confines de la América invadida por los españoles, los ríos eran las puertas que la tierra abría para aquellos conquistadores embravecidos por el ansia de riquezas, honor y salvación cristiana. También daban forma a corredores por los que las canoas pululaban dirigidas con destreza por mujeres, hombres y niñxs que complementaban desde hacía siglos la vida exuberante de aquellas tierras.
Desde la desembocadura del río Paraná en el río de la Plata, explorado trágicamente por Solís, los conquistadores fueron remontando y reconociendo las tierras y los pueblos del actual litoral argentino, agrupados en la macro etnia chaná-timbú: chaná, beguá, caracará, timbú, coronda, quiloaza, calchín, mocoretá y mepén. Las relaciones que inauguraron fueron tensas, de recelo y necesidad mutua a la vez, alternado la guerra con las alianzas coyunturales.
Primero fue Gaboto, en 1527, quién se aventuró hasta la desembocadura del Carcarañá; luego, al mando de una florida armada, llegó Mendoza en 1536, proyectando un futuro de grandeza a partir de los inconmensurables tesoros que hallaría en estas tierras. Continuaron Ayolas, Martínez de Salazar e Irala: los hombres que vinieron con Mendoza, y que prosiguieron río arriba hasta Asunción, el fuerte devenido en ciudad que fundaron en 1537, enclaustrado a los pies del bosque chaqueño, en la desembocadura del río Paraguay. Desde allí planearon partir en busca de los metales preciosos que las crónicas de otros exploradores venían anunciando. Lo que no supieron hasta más tarde era que esas tierras ya habían sido conquistadas por Pizarro y Almagro.
A diferencia del puerto de Santa María del Buen Aire, que fue despoblado hacia el año 1541 en un contexto de creciente conflictividad con los grupos querandíes, la casa fuerte de Asunción sobrevivió y fue la base desde la que se proyectaron las fundaciones de Santa Fe y Buenos Aires treinta años más tarde.
La singularidad de este enclave residió en las relaciones que forjaron los españoles con las parcialidades guaraníes, conocidos como carios, agricultores de origen amazónico, instalados en torno al río Paraguay desde el 2000 AP[6]. Una racionalidad económica que se apartaba del patrón cazador-recolector generando una producción excedentaria fue aprovechada por los europeos a través de las redes de parentesco tramadas a partir de la unión con las mujeres carios –el principal botín de la conquista-, sujetadas en diversos grados de coerción, a fin de consolidar una alianza ofensiva y defensiva contra los enemigos de los guaraníes, los expansivos guaycurúes. El flujo de trabajo que garantizaban dichas redes los posicionó en la cumbre de una sociedad híbrida, en la que las mujeres españolas estuvieron casi ausentes, al igual que las autoridades peninsulares. Lejos quedaron los asunceños del canon que estructuraba la vida en las principales ciudades coloniales, no obstante, las órdenes religiosas – primero franciscanos, luego jesuitas- articularon en última instancia, a esta sociedad con la Monarquía Española.
La convivencia social y política asunceña fue derivando en una tumultuosa y agresiva competencia en torno al repartimiento de cargos, el dominio sobre las parcialidades carios, los derechos de conquista, la distribución del excedente, entre las causas más comunes. Esta dinámica se inscribía en la lógica de disputa y ambición ilimitada que la conquista había desatado desde sus inicios.
Desde el Perú, el ejecutivo virrey Toledo (1568- 1581) se había propuesto poner fin a dicha lógica y elevar su virreinato a principal bastión de la Corona en América, a partir de la maximización de la producción de plata. En sintonía con esta política, se orientó a ordenar el territorio que en teoría entraba en su jurisdicción. El proyecto que impulsó en este sentido estuvo orientado a “descargar la tierra”, a fin de descomprimir las tensiones y de comunicar el mediterráneo paraguayo con el Atlántico, a través de una serie de ciudades que debían fundarse entre el Paraná y la desembocadura oceánica. De ese modo, la región conquistada del río de la Plata –que incluía a los rebeldes asunceños- quedaría integradA al centro político y productivo situado en los Andes Centrales.
La fundación de Santa fe la Vieja desde la perspectiva de la colonialidad del poder
Casi ochenta años habían pasado de la invasión colombina al Caribe. Los soportes estructurales de la dominación europea en América se habían gestado a partir de la subordinación y explotación de las diversas poblaciones que habitaban el continente, instituidas como la alteridad de los europeos, quienes se erigieron en el “ego” colonizador que sustentaba a una naciente modernidad[7].
Estas relaciones de subordinación se legitimaron desde la incipiente noción de raza, que distinguía a las poblaciones de acuerdo a diferencias fenotípicas y culturales, ubicadas en un rango de inferioridad respecto a los dominadores e identificadas con categorías ajenas al universo autóctono: indios, mestizos y negros[8].
La raza, las relaciones racializadas, legitimaron la explotación del trabajo y la apropiación de bienes y recursos en función del patrón global que se estaba gestando, materializado en este período en el capital mercantil. La fundación de ciudades fue el dispositivo que posibilitó articular esta trama de subordinación, apropiación y explotación resignificando el territorio en clave europea, en clave colonial. La jurisdicción y por lo tanto el ejercicio de la justicia en dicho territorio, fue la herramienta que configuró el orden, teniendo como base el Derecho de los europeos inscripto en la representación cristiana del mundo. La traza de la ciudad perpetró el derecho y las jerarquías en el territorio, definió la alteridad, que se instituyó bajo el sistema de encomiendas y reducciones garantizando la explotación de los vencidos en clave evangelizadora: guerra, religión y justicia fueron las prácticas que constituyeron el acto fundacional como acto colonial.
El acto fundacional era entonces la instancia de máxima consagración simbólica del patrón de dominación que se venía configurando. No obstante, el sentido que adquiere a través de la historia es el de acontecimiento primigenio asociado a un nuevo tiempo, el de la civilización y el progreso:
“Los territorios de ultramar eran tan remotos en el espacio como en el tiempo. Las tierras exóticas con ideas extrañas del tiempo se encontraban temporalmente muy distantes del presente que habitaba el colonizador. La eficacia del tiempo lineal consistió en justificar la idea según la cual el pasado de los colonizados no tenía futuro, excepto por el que ofrecía el colonizador. Una vez desposeído de toda función creadora de futuro, ese pasado se tachó de irrelevante y merecedor de olvido. Así construida, la idea de progreso puede convertir la opresión en liberación, los opresores en libertadores, y el barbarismo en misión civilizadora.”.[10]
Desde esta perspectiva, el acto y el acta de la fundación de la ciudad colonial, expresa el giro temporal que los españoles imponen, a la vez que consagra a través de la escritura y la ceremonia del rollo de la justicia, simbolizado en la pica o el palo implantado en el centro de la futura plaza, un orden que niega, suprime y enajena el territorio de las poblaciones originarias, asignándoles otro sentido, al servicio de Dios y el Rey, al servicio del beneficio y del prestigio de quienes se constituyen como vecinos.
En abril de 1573 un grupo de conquistadores y soldados comandados por Garay partieron desde Asunción con el objetivo de fundar un emplazamiento, una ciudad, en el recorrido que desciende a la vera del Paraná, hacia la desembocadura atlántica.
El acta fundacional inscribe, registra y consagra los hechos y el derecho de los españoles sobre las tierras que parten desde un brazo del Paraná, a la altura del río San Javier, y comprenden la provincia de calchines y mocoretaes:
"Juan de Garay , capitán y justicia mayor en esta conquista y población del Paraná y Rio de la Plata, digo que, en el nombre de la Santísima Trinidad y de la Virgen Santa María y de la universidad de todos los Santos, y en nombre de la real majestad del rey don Felipe, nuestro Señor, y del ilustre señor Juan Ortíz de Zárate , gobernador, capitán general y alguacil mayor de todas las provincias del dicho Rio de la Plata, y por virtud de los poderes que para ello tengo de Martín Suárez de Toledo , teniente de gobernador que al presente reside en la Ciudad de la Asunción,
digo que, en el dicho nombre y forma que dicho tengo, fundo y asiento y nombro esta ciudad de Santa Fe en esta provincia de calchines y mocoretaes, por parecerme que en ellas hay las partes y Cosas que conviene para la perpetuación de la dicha ciudad, de aguas y leña y pastos, pesquería y cazas y tierras y estancias para los vecinos y moradores de ella, y repartirles, como su majestad lo manda, y asiéntola y puéblola con aditamento que todas las veces que pareciere o Se hallare otro asiento más conveniente y provechoso para la perpetuidad, lo pueda hacer […]
con acuerdo y parecer del cabildo y justicia que en esta dicha ciudad hubiere, como pareciere que al Servicio de Dios y de su majestad más convenga. Y porque su majestad manda a los gobernadores y capitanes que así poblaren o fundaren nuevos pueblos o ciudades, les da poder y Comisión para que puedan nombrar, en su real nombre, alcaldes y regidores, y para que tengan en justicia y buen gobierno y policía las tales ciudades O pueblos, así yo, en nombre de su majestad y del dicho señor gobernador, nombro y señalo por alcaldes […]
Otro si, nombro y señalo por jurisdicción de esta ciudad: por la parte del camino del Paraguay hasta el cabo de los anegadízos chicos, y por el río abajo camino de Buenos Aires, veinte y cinco leguas más abajo de Sancti Spiritu, y hacia las partes de Tucumán cincuenta leguas a la tierra adentro desde las barrancas de este rio, y de la otra parte del Paraná otras cincuenta.
Otro si, mando que el asiento y repartimento de los solares casas de los vecinos de esta ciudad, se edifiquen y asienten y se guarden conforme una traza que tengo señalado en un pergamino, que es hecho en este asiento y ciudad de Santa Fe, hoy domingo a quince de noviembre de 1573 año. […]
Otro si, en la traza de esta ciudad tengo señalados dos solares para iglesia mayor, la cual nombro la vocación de Todos Santos. […]
Otro si, señalo y nombro y doy para ejido de esta ciudad, yendo camino de los Chupiacas, por este rio arriba, hasta donde hace una vuelta redonda la barranca de este rio, y por la parte de los Calchines hasta donde está un algarrobo sobre la barranca de una laguna que hace este anegadizo que está junto a esta dicha ciudad, que es hasta donde empieza mi heredad de labor, que tengo señalado y tomado para mí, y ésto se entiende que ha de ser el ejido por la tierra firme, y por la tierra adentro hacia la parte del Salado, Señalo y nombro por ejido hasta una legua de aquí, y todo esto se entiende que, dentro de este ejido y alrededor de esta dicha ciudad, tengo señalados y he de señalar cuadras y solares para los vecinos y pobladores de esta dicha ciudad, que en ella están y vinieren a servir a su rnajestad, lo cual dejo libre y desembarazado para que yo lo pueda dar y señalaren nombre de su majestad y del dicho señor gobernador. Que es hecha día, mes y año susodicho.
Pedro de Espinosa
Escribano público [12]
En el relevamiento de los ejes principales planteados en la escritura, el acta enuncia, bajo la forma de un pacto de obligaciones mutuas cada uno de los aspectos que hacen al dominio colonial que se configuraba:
- Como proyecto de conquista que se inaugura
- Como documento jurídico –legal- que supone la superioridad sobre los habitantes originarios
- Como documento que define la jurisdicción y por ende el territorio que aspira a controlar (algo imposible de materializar, aunque sí otorga un significado simbólico al asignar derecho sobre esas lejanas tierras)
- Por ende como documento que confirma la apropiación de territorio indígena: “fundo y asiento y nombro esta ciudad de Santa Fe en esta provincia de calchines y mocoretaes,”
- Como plan de colonización: distribución de tierras e implantación de un modelo productivo europeo basado en la posesión individual de tierras (la estancia)
- Como explotaciones de lo que conciben como recurso (leña, agua, pasto, pesquería)
- Como documentación de distribución de solares a cambio del servicio al rey
- Como declaración y afirmación del mandato y fundamento cristiano, móvil de la conquista (servicio de Dios).
- Cómo declaración de la primacía de la Monarquía y el rey sobre esas tierras: un gobierno lejano que exige organizar y materializar la autoridad, distribuida entre los conquistadores en la institución del Cabildo.
Sin dudas, el acta documenta a la vez crea, representa a la vez que produce: hoy, cuatrocientos cuarenta y nueve años después, es valorada y concebida aún en términos de origen. El acta se constituye como certificado de nacimiento, logrando internalizar la lógica del tiempo lineal que señalaba más arriba Bonaventura De Souza Santos: un tiempo que borra pasados y asocia la conquista con la civilización.
La operación de leer el acta como acto que instaura la colonialidad se plantea como ejercicio tendiente a descolonizar la historia, que naturaliza e internaliza el racismo en el sentido común y legitima la conquista en nombre de un tiempo único que avanza inexorablemente.
El acta a su vez es pretensiosa, traduce el “ego conquistador” del que habla Dussell. La vida en aquella ciudad enclavada en un espacio tan infinito como desconocido transcurría en el marco de aspiraciones bien simples: alimentarse, abrigarse, defenderse, sobrevivir… Sin embargo, el documento, el acta, la escritura, generaron el efecto de verdad, crearon el derecho, señalaron el porvenir, borraron los tiempos de quienes no tuvieron –ni tienen aún- el protagonismo de escribir la historia.
La literatura también crea la Historia, con la ventaja de poder concebir otros tiempos. Para cerrar vuelvo a la historia que Libertad Demetrópulos cuenta desde aquellos otros tiempos de Santa Fe la Vieja, poniéndose en la piel de los mancebos, los soldados mestizos que acompañaron a Garay con la expectativa de integración y ascenso social:
“Tal era la tierra en que nuestros pecados nos habían puesto. En las guerras iban
los transcursos. Los puñeteros quiloazas caían en la noche, de sopetón, como gatos
que se descuelgan de las alturas, sin que los sintiera la guardia y nos hacían pasar del
mediosueño al chorrear caliente de la sangre, sin intermediarios, voceando angustias,
a nosotros, agentes del rey más poderoso de la tierra con quien nada teníamos que ver
y en cuyo nombre disparábamos el arcabuz. ¡Y cómo disparaban esos arcabuces
escupiendo fuego como volidos de pájaros locos, derecho a clavarse en medio de la
cara o del pecho quiloaza! Para los verdaderos agentes de rey tan poderoso matar era
distinto. No se les iba el pensamiento en extravíos desnaturalizados. ¡Gallegos
infernales! No tenían su madre india como nosotros y no les pesaba de afrentar a sus
mediohermanos. ¿Qué se les hacía a ellos matar quiloazas o timbús, o tupís o jarús, o
cualquier suerte de nación? Cuando tendíamos los indios con el fuego de los
arcabuces, ¿qué tanto venía sucediendo que la voz de nuestra madre lloraba adentro
del corazón? Ella lloraba y nos malquistaba y hasta renegaba de nuestra condición.
Para los agentes del rey quitar la tierra era distinto. En los despueses se aprende que
las fragilidades de lo distinto se asientan en ese cofre interno que no reconoce señor
por poderoso que sea, y más si se haya en lejanías. Así pues, desprendidos de las
ataduras, distintos como éramos, nadando en dos corrientes, buscábamos el rigor de
las afinidades. Cada amanecer es anochecer, cada sombra claridad. Cada hombre
tiene su respuesta.”[13]
[1] Demitrópulos, Libertad (2021), Río de las congojas, Fondo de Cultura Económica, pp 22
[2] Fuente: https://www.suteba.org.ar/islas-de-santa-fe-parque-nacional-20097.html
[3] Fuente: https://pueblosoriginarios.com/textos/ulrico/13.html
[4] Fuente: http://ravignani.institutos.filo.uba.ar/noticias?page=1
[5] Fuente: https://www.mre.gov.py/cndl/index.php/mapas/mapas-historicos
[6] Ceruti, Carlos, (2019), Despojados de la tierra. Indígenas del Paraná-Plata, cap. 1. En BARRIERA, D. Historia de Santa Fe, Asociación de Trabajadores del Estado.
[7] DUSSEL, Enrique (1994) 1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del “mito de la Modernidad”. Plural Editores, La Paz.
[8] QUIJANO, Aníbal (2014) Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. Buenos Aires, CLACSO Colección Antologías.
[9] Fuente: https://seniales.blogspot.com/2019/03/juan-arancio-1931-2019.html
[10] Boaventura De Souza Santos (2022), Tesis sobre la descolonización de la Historia, CLACSO, Buenos Aires, pp18-19.
[11] Fuente: https://actascabildo.santafe.gob.ar/actascabildo/default/fundacion
[12] Fuente: https://actascabildo.santafe.gob.ar/actascabildo/default/fundacion
[13] Demitrópulos, Libertad (2021), op.cit., pp34-35.
[14] Fuente: https://sites.google.com/site/visitaacayasta/
Bibliografía
-Areces, Nidia (1999) Poder y sociedad. Santa Fe la Vieja, 1573-1660, Rosario, Ediciones Prohistoria- Manuel Suárez.
-ATE, Historia de Santa Fe: Serie Documental, capítulo 1, “La experiencia colonial” /Libro: “La experiencia colonial” Tomo 1. Disponible en https://www.atehistoriadesantafe.com.ar/el-proyecto/
-Barriera, Darío, (2006) Nueva Historia de Santa Fe, Tomos 1 y 2, Rosario, Prohistoria Ediciones –Diario La Capital.
-Benjamin, Walter (2007) Conceptos de filosofía de la Historia, La Plata, Ediciones Terramar.
– Boaventura De Souza Santos (2022), Tesis sobre la descolonización de la Historia, CLACSO, Buenos Aires.
-Cervera, Manuel (1980) Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe contribución a la historia de la República Argentina 1573-1853 Tomo II, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral.
-Demitrópulos, Libertad (2014) Río de las congojas, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica (reed.2021).
-De Souza Santos, Boaventura, (2022) Tesis sobre la descolonización de la Historia, CABA, CLACSO.
-Dussel, Enrique (1994) 1492. El encubrimiento del otro. Hacia el origen del “mito de la Modernidad”. Plural Editores, La Paz.
-Garavaglia, Juan Carlos (2009), La Argentina colonial. El Río de la Plata entre los siglos XVI y XIX, Buenos Aires, Siglo XXI Ed.
-Lorandi, Ana María, (2000) “Sudamérica Oriental”, en Franklin Pease, G.Y; Frank Moya Pons, Historia General de América Latina II. El primer contacto y la formación de nuevas sociedades, Ediciones Unesco, Editorial Trotta.
-Moutoukias, Zacarías, (2000) “Gobierno y sociedad en el Tucumán y el Río de la Plata (1550-1800)”, en Nueva Historia Argentina. La sociedad colonial. Buenos Aires, Editorial Sudamericana.
-Quijano, Aníbal (2014) Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. Buenos Aires, CLACSO Colección Antologías.
-Saer, Juan José (2003) El río sin orillas, Buenos Aires, Seix Barral.
-Zapata Gollán, Agustín, (1941) Obras Completas, Santa Fe, UNL.
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |