La revolución en busca de sus símbolos. El poder de las semiósferas en el análisis histórico.
El carácter narrativo de los emblemas de los símbolos posibilita abrir el horizonte de la conversación con el proceso representacional de las improntas de la historia.
Pensar en el mes de mayo requiere revisitar a la revolución desde múltiples perspectivas, entre ellas la semiótica del análisis histórico, donde el poder de las mismas se invite en busca de sus símbolos.
La hermenéutica de los usos culturales requiere del respeto por las formas y los modos de reconstruir la capacidad de preguntarse por cuestiones nucleares que hacen de algunos sucesos hitos con legados propios.
La profesora Estrella Mattia y el profesor José Hugo Goicoechea nos invita a la reflexión colectiva a partir de la interpelación a la historia: ¿conjugan nuestros símbolos patrios todas las identidades multiculturales particulares? ¿Se constituye en nuestra simbología nacional un sistema en el que coexisten distintas dimensiones identitarias? Estas diferencias ¿Se constituyen en un proceso de auto y co-identificación? ¿Reflejan en su creación histórica el actual proceso de toma de conciencia de las diferencias?, o ¿Se hace necesario tantas banderas o símbolos como identidades y representaciones sociales demande? La autopercepción de un ‘nosotros’ en contraposición con los ‘otros’, sobre la base de atributos, marcas o rasgos distintivos, ¿está contenida, signada en nuestra simbología patria?
La Subsecretaría de Educación Superior ofrece un espacio de lectura académica para cerrar el mes de mayo a través de una producción genuina y sontextuada, ofreciendo una pausa de profesionalidad a los colegas del nivel superior, desde la perspectiva de La revolución en busca de sus símbolos. El poder de las semiósferas en el análisis histórico.
Muchísimas gracias Estrella y José Hugo! Gracias por apostar a la escrituración en equipo que abona la autoría que legitima a la comunidad del nivel superior.
Subsecretaría de Educación Superior.
Mg. Patricia Moscato
La revolución en busca de sus símbolos
El poder de las semiósferas en el análisis histórico
Prof. Lic. Estrella Mattia
Mag. José Hugo Goicoechea
Castelli sabe, ahora, sentado en un banco de escolar, ahora que vuelve a mirar las hojas en blanco apiladas entre sus codos apoyados en el pupitre de un banco de escolar, que esa remota noche de mayo y de lluvia habló, con una voz glacial y como adormecida, por sus camaradas, que esperaban armados de cuchillos, pistolas, bayonetas, a que él saliera de la habitación en la que un soldado rígido y envejecido, que simbolizaba tres siglos de poder, o lo que fuese, en la más apestosa y presumida aldea de América del Sur, despegada, en abanico, un mazo de barajas españolas, y les dijera que eran hombres y no cosas, y que sus sueños, la inasible belleza de sus sueños, sería el pan que comerían en los días por llegar.(Andrés Rivera, La revolución es un sueño eterno, pag.22).
Cuando se hace referencia a la efeméride del 25 de mayo resulta pertinente recordar que esta fecha fue instituida como fiesta cívica el 5 de mayo de 1813. Fue un decreto firmado por los integrantes de la Asamblea General que se encontraba sesionando en la ciudad de Buenos Aires desde el mes de enero de ese año.
En el contexto político de 1813, esta medida se convirtió en un acto político que buscó identificar y representar uno de los actos fundantes de la nacionalidad y de la independencia. Así, desde sus orígenes, las fiestas mayas tuvieron un valor propagandístico que pretendieron expandir los principios de la revolución. Fue, a partir de 1813, una puesta en escena de la ideología que pretendía ser constitutiva de un proyecto colectivo, un ciclo que se iniciaba en la noche del 24 de mayo y se clausuraba el 31 con una corrida de toros.
En este sentido, los representantes de las ciudades del interior y de Buenos Aires que formaron la Asamblea, asumieron el compromiso político de dotar a la revolución de sus símbolos, continuando con la tarea iniciada por Manuel Belgrano quien, desde 1812 había expresado públicamente esta necesidad. Había sugerido a los integrantes del primer triunvirato, en febrero de ese año, que era urgente pensar en una insignia distintiva que identificara y diferenciara a los soldados patriotas de los españoles en el campo de batalla. Este pedido fue atendido y el 18 de febrero las autoridades dispusieron el uso de una escarapela azul celeste en el centro y blanca en los bordes para rodo el ejército, quedando abolido el uso de la identificación roja borbónica utilizada hasta entonces, indistintamente las fuerzas criollas y las realistas.
Belgrano, a los pocos días, dio un paso más, convencido que, además esa escarapela debía transformarse en bandera. Así fue. Sin esperar la autorización de los triunviros, el 27 de febrero la enarboló en la batería Libertad a orillas del río Paraná en el Pago de los Arroyos. Fue otro acto político insuperable y arriesgado, que buscaba la legitimación y la vigencia de los principios revolucionarios, que sólo fue comunicado luego de consumarse.
Consideró indispensable el uso de la bandera como símbolo identitario de la patria soberana emergente. La revolución debía tornarse en un proceso independentista sin más dilaciones, porque “las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado, pero ya que V.E. ha determinado la escarapela nacional con que nos distinguiremos de ellos y de todas las naciones, me atrevo a decir a V.E. que también se distinguieran aquellas (banderas), y que (…) siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mande hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de V.E.
Sin embargo, la reacción del Triunvirato no fue la esperaba. Le comunicaron a Belgrano que era prudente “que haga pasar por un rasgo de entusiasmo el enarbolamiento de la bandera blanca y celeste, ocultándola disimuladamente y sustituyéndola con la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta fortaleza (en referencia a la bandera de España)”.
Sin dudas, esta reacción dio cuenta de la plena vigencia del discurso moderado que, instituido desde 1810 por uno de los sectores de los revolucionarios, lejos de sostenerse en principios emancipatorios, pretendió mostrar un alto grado de fidelidad al rey de España y a las autoridades peninsulares, declarando la provisoriedad de las decisiones que se tomaban y formando, en principio, una “junta de gobierno” análoga a la que se había establecido en la metrópoli para gobernar en nombre de Fernando VII.
Sin embargo, el accionar de Belgrano deja entrever que el escenario político comenzaba a modificarse en 1812. “La inasible belleza de los sueños revolucionarios” parecieron renacer. Los acontecimientos políticos producidos en la península afectaban directamente a los territorios americanos (sanción de una constitución que establecía un gobierno monárquico centralizado que no fue aplicada en la región insurgente del Río de la Plata) no dejaban más que dos opciones: o se producía la reincorporación al territorio de la corona como parte del orden colonial o las colonias se declaraban independientes de la metrópoli.
En estas circunstancias, los sectores más moderados que habían declarado inicialmente fidelidad al rey Fernando VII en cautiverio -que habían reprobado la decisión de Belgrano de enarbolar la bandera-, comenzaron a ser criticados con mucha dureza por los antagonistas más exacerbados y radicalizados. Eran considerarlos “unos tibios” al momento de tomar decisiones estructurales en torno a la concreción de la independencia. La oposición estaba representada principalmente por los integrantes de la Sociedad Patriótica, deudora del pensamiento de Mariano Moreno, que se identificaban con el lema “Independencia, Constitución y democracia” y la Logia Lautaro, una agrupación organizada por José de San Martín y Carlos María de Alvear, que recién llegados de España, estaban a decididos a participar activamente del proceso político revolucionario y a exigir la profundización de la lucha armada para expulsar definitivamente a los españoles de los territorios americanos.
En estos convulsionados días, la independencia de la metrópoli dejaba de ser una alternativa que sólo podía ser discutida a media voz para pasar a ser debatida en el espacio público. Los sectores más radicalizados lograron presionar para que se disolviese el triunvirato formado por representantes de los moderados (23/9/1811-8/10/1812). En su reemplazo se conformó otro, cuyos integrantes se identificaban ideológicamente con estos grupos. (8/10/1812-31/1/1814) y cuyo objetivo más relevante fue la convocatoria a una Asamblea General Constituyente que se ocuparía de reconocer la soberanía del pueblo, proclamar la independencia de la Provincias Unidas y obviamente, como su nombre lo indicaba, redactar una constitución.
Sin dudas, la Asamblea podría pensarse como una institución bisagra en el proceso revolucionario de independencia. Su accionar alude a la necesidad de dotar a la revolución de signos que la representaran. En este sentido, deben ser entendidas las decisiones tomadas por Belgrano respecto de la utilización de la escarapela y el enarbolamiento de la bandera. Estos actos se instituyen como imágenes simbólicas de la lucha por la independencia y las resoluciones emanadas de la Asamblea entre las que se encuentran, como ya se ha mencionado, la instauración del 25 de mayo como fiesta cívica nacional, constituyen un indicio contundente de aquello que designa.
Antes de declarar al 25 de mayo como fecha fundante de la nacionalidad, hubo otro indicio que mostró el giro ideológico de la revolución. Al poco tiempo de comenzar a sesionar, la Asamblea decidió reemplazar el escudo de armas del Virreinato del Río de la Plata que se utilizaba como sello para rubricar los actos de gobierno por otro que transmitiese, a través de una imagen, el proceso político que se estaba atravesando.
El diputado por la provincia de San Luis Agustín Donado fue designado para diseñarlo y el orfebre Juan de Dios Rivera Túpac Amaru fue el encargado de realizar el grabado definitivo de la nueva identificación. Así, tempranamente, el 12 de marzo de 1813, a través de un decreto firmado por el presidente de la Asamblea, Tomás Valle y por el secretario Hipólito Vieytes, se ordenó que el Triunvirato usase el mismo sello que la Asamblea de modo que aquellos emblemas que componían el escudo y que representan en su conjunto “la gloria, la unión y la libertad” constituyeron los signos que designaban la revolución y anunciaban la independencia.
A la escarapela, la bandera, el escudo y la fiesta patria, les faltaba la palabra. A la revolución le faltaban las palabras que la nombraran, que la describieran. De esta tarea también se encargaron los diputados que formaron la Asamblea del XIII.
Así, el 11 de mayo de 1813 la Asamblea decretó que la canción escrita por Vicente López y Planes con música del catalán Blas Parera, se convirtiese en la canción patriótica nacional cumpliendo, no sólo con las exigencias políticas del momento, sino también con aquel pedido realizado con bastante anterioridad por los miembros del primer triunvirato. Chiclana, Sarratea y Paso habían sugerido, en junio de 1812, al cabildo de Buenos Aires la composición de una marcha de la patria para que fuese interpretada al principio de las funciones teatrales y en las escuelas al finalizar las actividades cotidianas.
La letra original, en consonancia con la adhesión a la tradición revolucionaria francesa, era claramente independentista y antiespañola. En principio, no hubo mayores inconvenientes para su aceptación, pero luego se pidió moderar la letra para no generar mayores rispideces con España, en el caso que fuese necesario restablecer relaciones diplomáticas a partir de la derrota definitiva de Napoleón y la restauración del rey en su trono. Frente a esta situación, por ejemplo, se acordó en eliminar frases como aquella que indicaba que “Se levanta a la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación: coronada su sien de laureles y a su plantea rendido un león”.
En definitiva, resulta importante reconocer que
El estado que se constituye realiza a partir de 1813 las necesarias rupturas con el pasado: La asamblea lo dotará de los símbolos que hasta ahora le han faltado. Las armas, recogidas primero en el sello de la Asamblea. Cuyo descarado republicanismo se revela en el gorro rojo tan cargado de recuerdos todavía frescos, utilizadas luego en el escudo que reemplaza en los edificios públicos al del Rey. La bandera que Belgrano ha creado en 1812, al comenzar su larga marcha desde Rosario a Tucumán, y que durante más de un año ha debido ser retiradas, y prudentemente sustituida por el estandarte real. La canción nacional, que canta la gloria de la nueva nación, la humillación de la vieja metrópoli y muestra a la igualdad entronizada y devuelta América al esplendor de los tiempos prehispánicos. De este modo, antes de volver a la prudencia, la asamblea soberana (Cuyos miembros no cesarán de darse el vocativo de ciudadanos, en el mejor estilo revolucionario) ha avanzado ya demasiado en un camino sin retorno. (Halperin Donghi, 1993: 99/100)
La cuestión de los símbolos tiene que ver -afirma Javier Trímboli-, “con la potencia que tienen los símbolos en la constitución del nosotros, de comunidades políticas. Esto ya era un aprendizaje que estaba en la Revolución francesa que, rápidamente, las revoluciones en América y, en particular, en el Río de la Plata, adoptan como propia".
En consecuencia, se apuesta en estas páginas a un dialogo pasado-presente entre los diversos mundos simbólicos, como campo donde se disputan maneras diferentes de representar, interpretar, dialogar, argumentar y fundamentar; y con ello, replantearnos el valor y los sentidos del aprender los acontecimientos históricos. Los hechos no hablan por sí mismos y los símbolos, como representaciones sociales, proyectan contenidos, sentidos, valores sobre lo que acontece, se produce, se siente, se piensa.
Cuando se habla de Revolución de Mayo se representa de inmediato la línea histórica de los aconteceres cronológicos de esa semana y los contextos europeos y rioplatenses, y en este caso, de no pensarlo de esta manera, no ahondamos sobre el campo de significancias ideológicas proyectadas en la gestación de sus símbolos revolucionarios. Ellos encarnan, materializan las motivaciones, los sentidos motores, comunicacionales, sensibles y vivos, como así las proyecciones espaciales y temporales y las disidencias ideológicas de los acontecimientos. Juegos del lenguaje simbolizados que cruzan fronteras temporales y reconocen las identidades y los intereses en juego.
Como creaciones histórico-culturales, ¿Por qué los símbolos patrios se mantienen potentes en el tiempo? Es que acompañan procesos de identificación colectiva, social. Son señales de un proceso relacional entre los sujetos, es decir, una relación intersubjetiva en la que cada sujeto se reconoce simbólicamente, como semejante o diferente a otros en múltiples aspectos y en distintas dimensiones. Símbolo e identidad van de la mano.
Ahora bien ¿Conjugan nuestros símbolos patrios todas las identidades multiculturales particulares? ¿Se constituye en nuestra simbología nacional un sistema en el que coexisten distintas dimensiones identitarias? Estas diferencias ¿Se constituyen en un proceso de auto y co-identificación? ¿Reflejan en su creación histórica el actual proceso de toma de conciencia de las diferencias?, o ¿Se hace necesario tantas banderas o símbolos como identidades y representaciones sociales demande? La autopercepción de un ‘nosotros’ en contraposición con los ‘otros’, sobre la base de atributos, marcas o rasgos distintivos, ¿está contenida, signada en nuestra simbología patria?
Se considera relevante esta mirada en el abordaje pedagógico y cultural de las efemérides patrias, comprendidas a través de sus símbolos. Ellos representan los bienes inmateriales creados o adoptados por una comunidad y transmitidos de generación en generación a sus habitantes, constituyéndose en el patrimonio cultural de ese grupo social con el que éste mantiene una vinculación estrecha, directa y significativa, con el cual se identifican.
Este acervo simbólico que es parte del universo más próximo en el que la población ha desarrollado su vida, forma su contexto cultural mismo que es valorado y protegido por su significado como rasgo distintivo ante lo ajeno. Esto permite reafirmar que los bienes culturales de una comunidad específica son interpretados en los términos de su comunidad por sus propios integrantes quienes comparten un código común. Para otras parcelas culturales la significación será diferente.
El carácter colectivo de la identidad cultural se evidencia porque permite garantizar la continuidad y permanencia en el tiempo de un grupo o sociedad determinada, y establecer los límites de ese grupo en relación con su entorno social, definiendo quiénes son y quiénes no son miembros de esa colectividad que comparte y se reconocen en su patrimonio cultural. Es lo que muchos epistemólogos y semióticos han denominado su “historicidad”, es decir, la presencia de rasgos de continuidad de la cultura a lo largo de la historia mediante la memoria colectiva, proceso que califica como elemento de cohesión social. Crear banderas, escarapelas, escudos, se enmarcan en el espíritu colectivo dirigido a resistir el olvido de lo propio, reconocernos, reconstruirnos, perpetuarnos. Con los símbolos colectivos patrios la comunidad reinterpreta su pasado y su presente, se reconoce y refuerza cada etapa como grupo con un pasado, una tradición, un patrimonio y una identidad cultural compartida. De esta manera, se hace imperioso analizar semiótica e historizantemente los símbolos ya que contribuyen a la afirmación de los valores propios de lo nuestro.
Un abordaje significativo de la significación de los símbolos patrios
Desde esta perspectiva, a continuación, se pone a consideración de los y las lectoras, una experiencia educativa llevada adelante por el profesor José Hugo Goicoechea con estudiantes de educación primaria y estudiantes del profesorado de Historia del ISP N° 3 de Villa Constitución en la que la historia se aborda como una experiencia de símbolos simbolizantes.
Esta práctica pedagógica fue realizada en formato virtual y remoto en pleno contexto de pandemia, (la construcción colectiva de una Galería de Arte Virtual: La Bandera, el legado de Belgrano- 2020) como un caso testigo del trabajo y sentido simbolizante de los acontecimientos históricos. Cómo el tratamiento de lo simbólico resulta el campo de estudio complementario, el de las semiósferas de sentidos, el de los mundos simbólicos que envuelven los acontecimientos, poniendo al significante en constante análisis e interpretación. ¿Cómo los símbolos, signos e imágenes del pasado representadas en un tiempo y contexto determinado, generan significaciones?. Se busca apuntalar la comprensión de los acontecimientos históricos. ¿Cómo darle valor al mundo de los signos en el que todos los humanos viven e interactúan? Un espacio de sentidos heterogéneo, situado, individuales o pertenecientes a distintos grupos sociales e históricos.
Dada la heterogeneidad de la semiósfera, como un conjunto de distintas manifestaciones semióticas, el mecanismo de traducción y retraducción adquieren una relevancia especial, ya que toda relación comunicativa es una relación de traducción y retraducción. No casualmente el presente enfoque revitaliza prácticas de enseñanza innovadoras que, en contexto de pandemia, el “pantallismo” desafió: reconocer, en imágenes, textos y símbolos digitales, una experiencia significante a la hora de enseñar contenidos históricos. ¿Qué sentido se le otorga al enseñar y aprender Historia, Ciencias Sociales en actuales contextos? Las propuestas y prácticas ¿Cubren sólo las expectativas regladas por el mundo del sistema, a los efectos de adaptarnos a sus condiciones históricamente consagradas, escolarizadas, alteradas por el vínculo virtual o fortalecen la condición histórica de desafiante superación y transformación humana, constante, inacabada, contingente, progresiva? ¿Qué cambios se generaron en estas condiciones históricas y cómo se las reconoce? ¿Problemáticas obturantes o problemáticas superadoras?
Marco donde el trabajar con el símbolo genera una atractiva y efectiva practica de enseñanza. Se sabe que, en la distancia digital, la imagen se potencia al extremo y los mediadores tecnológicos que intervienen sobre la calidad y efectividad de toda conectividad, ponen en crisis la estructura representacional del uso del texto científico e histórico de la clásica clase presencial. El libro, las exposiciones, los textos y las clases toman otra dimensión temporal y espacial y la contundencia vital del encuentro presencial se ve alterado. ¿Cómo lograr que los contenidos conceptuales, los hechos históricos, cobren vida? ¿Cómo la semiótica juega un papel importante en este contexto a la hora de abordar acontecimientos históricos? ¿Hacer, de alguna manera, presencial el doblemente lejano acontecimiento y recurso histórico del pasado?
¿Una semiosis histórica?
Básicamente se llama semiótica a la ciencia derivada de la filosofía que se dedica al estudio de los sistemas de comunicación dentro de las sociedades humanas. Se la puede definir en general como la ciencia que estudia los signos de la comunicación humana (semiosis). Una “Teoría de la significación”, es decir, un intento por comprender científicamente la capacidad del ser humano de construir signos, es decir, de manejar y construir distintos lenguajes. Hay quienes consideran la semiótica como una metaciencia, dado que es al mismo tiempo una ciencia en sí misma, y una herramienta para estudiar otros campos del saber científico, siempre a partir de sus respectivos signos o lenguajes. Así, la semiosis es entendida como la creación de un significado a partir del empleo de signos de algún tipo, siempre y cuando estos últimos sean interpretables en la mente de quien los recibe o lee.
En definitiva, se la puede definir como la ciencia paralela a la lingüística que se dedica al análisis de lo simbólico y de los lenguajes no verbales, a la teoría de los signos. En un mundo cargado de símbolos tecnológicos y virtuales se nos hace obligatorio incorporar este campo. Nuevos fenómenos de la cultura de masas a través del tamiz semiótico, como el caso de las pintadas, los cómics, la moda han revolucionado las concepciones y las subjetividades. Atender toda información, sus formatos, estructuras, sentidos, intencionalidades y funciones.
Surgen las preguntas: ¿Dónde están los signos distintivos o identificativos en los acontecimientos en la historia? ¿Qué signos históricos significan hoy y cómo? ¿Significan de igual manera? ¿A todos por igual? ¿Que comunican? ¿Qué se pretende cuando se crean? ¿Cómo se sostienen simbólicamente?
La semiosis como método de análisis pone en tensión está consagrada posición de meros espectadores pasivos de los acontecimientos. Espectadores reproductores de literales textualidades sin mediar interrogación analítica alguna. ¿Por qué no? La semiosis pedagógica en historia como un juego del lenguaje, de interpretaciones y argumentaciones fundamentadas.
Es cierto que es harto complejo, sumada a la ya compleja realidad, abordar este componente más al análisis histórico clásico, sobre todo cuando pone en tensión la idea de verdad, de objetividad. El contenido ya no sería solo el conocimiento, recorte a estudiar, explicar, definir. Reflejo absoluto con lo que pasó. Sino más bien la acción de analizar y producción análisis. Un universo inacabado y contingente se revela así entre nosotros, como las distintas relaciones entre el “sujeto- objeto- cultura” / entre “conocer- explicar- interpretar” / entre la “lengua- lenguaje- sentido” / entre la “verdad y el signo” / entre lo “nomológico y lo pluri-ideológico”.
El trasfondo epistemológico presenta otras tensiones, sobre la concepción y relación entre la “materia- conciencia” / entre “teoría y práctica” / entre la “esencia y fenómeno” / entre la “realidad y lo real” / entre lo “cultural-multicultural” / entre la “interioridad y la exterioridad”. Pero, como se verá más adelante, vale la pena incorporar el análisis de los símbolos y sus simbolizaciones que atraviesan las diversas formas de comprender el mundo. Una especie de filosofía de los acontecimientos que forma parte del proceso de construcción del mismo.
Además, indudablemente, los símbolos pueden pensarse como manifestaciones del poder, el de los “ídolos de la tribu” como mencionaba Bacon. ¿Cuál es el poder de los ídolos? Imaginarios sociales que operan como grandes organizadores sociales ¿Puede haber ídolos sin símbolos? ¿Cómo el del “fórum” (generador de las tradiciones), el de la “caverna” (generadora de la educación) y el del “teatro” (generador del lenguaje), producen sus símbolos? Se parte del hecho de que la lengua es un sistema de signos que expresan ideas, por eso, comparable a la escritura, al alfabeto, a los ritos simbólicos, etc. Y con ello, el poder de decir cosas, afirmar ideas, consagrar creencias, estabilizar comportamientos, estilos de vida, etc. Si el “Saber es poder”, el “poder es saber” cómo afirma Michelle Foucault, los símbolos son la expresión histórica de esas relaciones. No es menor que el sociólogo Pierre Bourdieu conceptualizara la existencia de un “capital simbólico” tan poderoso como el económico.
Nuestra escarapela, nuestra bandera, símbolos revolucionarios
La propuesta es transdisciplinaria, la de trabajar “semiosferamente” como contexto de interpretancia. Proponer un análisis semiótico al histórico; una “hermenéutica intercompresiva” (Mignolo 2013). Campos que estudien la vida de los signos en el seno de la vida social, ya que el hombre es, entre tantas otras, un animal histórico articulador de signos.
Se trata de poder abordar los símbolos, como los signos de una época, una forma de organización del sentido acontecimental. Se trata, en definitiva, de interrogar los sistemas de significación y los efectos de sentido. Las escarapelas, las banderas sus colores y formas, mutaciones y alteraciones, los escudos disposiciones y usos particulares, sus prácticas, nos dicen algo del pasado y de lo que proyectan los pueblos hacia el futuro. Analizar el poder de los símbolos, como signos de la historia, justamente en un tiempo donde vivimos atravesados por ellos, constituyendo subjetividades. Lo ideológico y su importancia debe tratarse a la vez como una forma de reconocimiento y autosocioanalización.
¿Qué se aprendió de esta experiencia en contexto de virtualidad? ¿Cómo traducir el formato escolarizado de los contenidos-conceptos (muertos) de Historia Ciencias Sociales en contenidos vivos, en primera persona del plural, transpirando localidad, vecinalidad, regionalidad, identidad plena, aún en plena lejanía virtual? ¿Cómo se hacen cuerpo, laten en la demanda interna, sensible, afectante? ¿Cómo las palabras, puestas en la boca de los protagonistas, revisten un sentido simbolito, también, y se proyectan en la generación de símbolos diversos?
De un “Archivo General de la Historia” a un “Archivo General de las Emociones”, sugiere el programa televisivo de Felipe Pigna. ¿Por qué no a un “Archivo Particular de las significaciones simbólicas”? ¿Qué, de lo aprendido, deja huella presente en mi subjetividad? El contenido es más que un concepto, es materia simbólica en movimiento. Aquí es donde proponemos trabajar con el poder simbólico de los símbolos.
Se propone un juego: Imaginar y proyectar al futuro el legado de Manuel Belgrano. ¿Cómo nos atraviesa nuestra bandera? ¿Nos reconocernos creadores de símbolos futuros, como uno de sus legados?
(Pintura de Pedro Blanqué, "Creación y jura de la bandera en el río Paraná” Oleo/tela, Buenos Aires, 1895. Colección Museo Histórico Provincial de Rosario Dr. Julio Marc).
Habría que realizar un proceso reflexivo que lleve a inferir los modos de pensar de ese niño y esa madre, como si se estuviese en un viaje personal al pasado y haciendo un salto en el tiempo, imaginar y proyectar al futuro, el legado de Belgrano. Reconocer creadores de símbolos futuros, un legado que también Belgrano nos dejó.
Se define a la especie humana como creadora e inventora. Se invita a escuelas y a las familias que se sumen. Si crear una bandera en contexto de lucha por la independencia significó un acto revolucionario ¿Por qué revolucionario? ¿Qué acto revolucionario motiva a luchar? ¿Qué es ser revolucionario hoy? ¿Se necesitaría una bandera? ¿Cuál bandera sería? ¿Por qué una sola? ¿Qué imágenes, símbolos, obras pictóricas estarían representado esta condición revolucionaria?
Ahora bien, también se puede viajar históricamente al juego simbólico del poder y sus disputas a lo largo de la historicidad nacional. ¿Por qué las guerras civiles, entre el poder centralista del Directorio porteño de Buenos Aires y las autonomías federales de las provincias, adicionaron nuevos sentidos a la bandera de Belgrano? ¿Por qué la bandera de la Liga de los Pueblos Libres, el Artiguismo, la piensa con una franja colorada? ¿Qué simboliza esta franja en el conjunto de posiciones y proyectos políticos existentes? ¿Por qué el significado de la bandera argentina cambia en tiempos de la batalla de Pavón? El sentido libertario, integrador de su bandera, ¿continúa hasta hoy? ¿El símbolo de Belgrano es el símbolo de Malvinas?
¿Por qué el símbolo “bandera argentina” plantea una reflexión sobre su significado actual y su proyección futura? ¿La bandera de Belgrano es la misma para el Estado de Buenos Aires que para la Confederación Argentina en 1861? ¿Por qué una mirada regional en diferentes temporalidades puede cobrar otro nuevo sentido?
Y si se complementan temporalidades y espacialidades diferentes, se comparte el análisis de la wiphala ¿Por qué siendo una bandera tan antigua, la de los pueblos originarios, resulta ser hoy revolucionaria?
¿Cómo, a través de las diferentes interpretaciones sobre el legado presente y proyección futura de la bandera de Belgrano, se comprende el actual contexto social y de manera empática, encauzar su representación artística en una producción cultural, entendida como legado revolucionario belgraniano? ¿Por qué al resignificar la importancia de la bandera, se puede comprender la historia nacional? ¿Por qué, en momentos de crisis la historia es la ciencia del futuro? ¿Qué se siembra hoy sobre el legado de Belgrano? ¿Por qué la cosecha presente sobre el futuro les da vida a los contenidos?
¿Sabías que Pavón (prov. de Santa Fe) es una de tantas localidades “nodo mundial de la Paz” y que, todas comparten con sus símbolos nacionales, la bandera de la PAZ? ¿Conocen el significado de la bandera de la paz? ¿Por qué tiene tres círculos? ¿Cuál es su historia? ¿Una bandera sin fronteras nacionales? ¿Nos identifica? ¿En qué? Si cada símbolo es el reflejo de una etapa, ¿Cuáles símbolos se imaginan hoy? ¿Desde el presente que legado se crea para el futuro? ¿Qué se puede imaginar, crear, inventar, para cada uno de los círculos de la bandera de la paz?
Y se viene el momento creativo. Armar una galería de banderas símbolos creados, nuevos para las generaciones presentes y futuras. Se piensa en armar un collage de colores, conceptos, valores, viñetas, dibujos, texturas, melodías, ritmos, vivencias, sentimientos, testimonios, anécdotas, objetos, juegos, relatos, hechos históricos, y así reconocer en cada circulo, el de la “cultura”, la “ciencia”, el “arte” y la “espiritualidad” y a la vez, ¿Se puede pensar en cómo argumentar todo este sentido en su relación con la bandera celeste y blanca?¿Por qué hay guerra en las banderas e himnos de los países del mundo?¿Por qué se expresa en violencia las formas de organización social en la humanidad? ¿Por qué la violencia es la partera de la historia? ¿Existen excepciones? ¿Qué recursos pueden considerarse representativos de esta consigna? ¿Qué señales, emblemas, textos escritos, musicales u otros corroboran el estado de guerra entre los pueblos del mundo?
Pareciera que, efectivamente, “El presente no necesita del pasado sino en relación con el provenir. No se trata únicamente de vivir el presente mejor, sino de cambiarlo. La memoria colectiva la apelación a la historia actúan en última instancia respecto del futuro. La relación dialéctica entre pasado y futuro, hecha a la vez de continuidad y de ruptura, de cohesión y de lucha, es la trama misma de la historia. (Jean Chesneaux, 1984:25)
Aunque sea, habría que empezar por crear símbolos y con ellos, nuevas esperanzas se traduzcan en nuevas y revolucionarias prácticas.
Bibliografía
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Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |