Reflexiones entorno a la evaluación: cómo valorar los aprendizajes en tiempos distintos
El yo frente a sí mismo, el yo frente al estupor de encontrarse imprevistamente enredado en la trama de su propia mirada que mira las cosas, en la trama de la escritura que registra la propia mirada.
Franco Rella. Desde el exilio. La creación artística como testimonio
El proceso transformador de la evaluación con retorno sobre sí mismo, configurando un posicionamiento productor de cambios que revierten en la circulación y producción de conocimiento incluyendo a todos los protagonistas de este proceso transformativo.
Es que ser evaluados nos enfrenta al reconocimiento de nuestras posibilidades e impedimentos. Un reconocimiento efectuado por otro o por el propio espejo con las configuraciones de las vicisitudes vinculares que renuevan la dramática subjetiva de las relaciones asimétricas y ningún procedimiento por objetivo que se proclame, puede neutralizar el torrente emocional que la instancia evaluatoria convoca.
Los actos evaluativos resultan consustanciales, ineludibles y necesarios, en un entorno que debe comprender los reperes éticos pertinentes de la dimensión simbólica de la evaluación.
Pensar la evaluación en relación a las transformaciones nos lleva necesariamente a enfocar procesos que se despliegan en redes vinculares que al tejerse nos dejan saldos de autoconocimiento. La evaluación nos lleva al mismo tiempo por senderos de autoevaluación, coevaluación y evaluación propiamente dicha, donde el cuerpo, la mirada y el pensamiento bordean al sujeto que agudiza la perspectiva en su relación con los objetos de conocimiento.
La Subsecretaria de Educación Superior invita a la lectura analítica del Prof. Dipl. Lencioni, Gustavo Omar, acerca de “Reflexiones entorno a la evaluación: cómo valorar los aprendizajes en tiempos distintos”. Se agradece al profesor la posibilidad de interpelar e interpelarnos en esta temática convocada y convocante en el nivel superior.
Subsecretaría de Educación Superior.
Mg. Patricia Moscato.
Reflexiones entorno a la evaluación: cómo valorar los aprendizajes en tiempos distintos
La evaluación es uno de los temas de gran relevancia en el contexto educativo porque con ella están asociados los cambios y mejoras de las prácticas educativas. Habitualmente las y los educadores en las instituciones permanecemos limitados y reducidos a momentos con relación a las evaluaciones: hay una calendario al cual siempre hay que dar respuesta, y hasta en ciertas situaciones, modos habituales de cómo hacer y llevar adelante dichos procesos.
El escenario de hoy se presenta de un modo muy diferente, se podría decir multimodal. Hay una discontinuidad de un único y a la vez relevante contexto sobre el tema; la pandemia, la pospandemia, los aislamientos en relación con el cuidado de la salud, la educación remota de emergencia, la dualidad entre la presencialidad y la virtualidad, las burbujas, lo híbrido y/o mixturado en el aprendizaje, entre otras cuestiones, implican un cambio radical en la estructura del conocido y popular contrato educativo.
La escuela, una vez más, tomó un nuevo desafío, cruzar la frontera, ir más allá, algo de lo que se viene hablando desde hace bastante tiempo, pero que nunca había tenido oportunidad de darse. ¿O nunca se la tomó en serio a esa oportunidad?; hasta hace un tiempo ese “gran edificio” parecía que hospedaba y a la vez custodiaba el campo del conocimiento y todo lo que hacía a ello.
Hoy es distinto, sí. Aunque a veces pareciera que no; pero existe un proceso de desconstrucción y construcción de configuraciones dadas, asumidas, cotidianas, se podría decir hasta costumbristas. En este momento el acompañamiento de las trayectorias de estudiantes, en el sostenimiento de su formación integral, cobra un sentido significativo, primordial y más amplio en relación tanto con los procesos de enseñanzas y aprendizajes, como así también, con los de evaluación.
A partir de las lecturas de un variopinto de autores, de disímiles fuentes bibliográficas, de experiencias transitadas y compartidas en este tiempo con muchas y muchos colegas sobre evaluar en tiempos distintos a los habituales, de incertidumbre, de no previsibilidad, me permito pensar e invitar a pensarnos en voz alta, ideas que ayuden a construir procesos acerca de una evaluación que implique una retroalimentación, pero sobre todo, una devolución constructiva en la valoración de aprendizajes de las y los estudiantes:
Como primera idea, es importante entender que los procesos de evaluación, de enseñanzas y aprendizajes no son procesos que se dan por separado, sino que se trata de un recorrido integral. En muchas ocasiones apremia el momento de evaluar, de registrar un contenido/tiempo/espacio/estudio, de diseñar una prueba, ejercicios y/o actividades sobre un tema, de calificar y sobre todo de analizar la aprobación (y a veces, quedándonos allí). Pero es fundamental en esta instancia adentrarse en la cimentación de considerar que dichos procesos son un recorrido entrelazado, pero por, sobre todo, no acabado.
En este punto y en estos tiempos, debemos detenernos para dar cuenta de aquellos aprendizajes que fueron alcanzados y aquellos que no, tratando de poner el foco en el recorrido del estudiante y no en la calificación de una instancia. Esto no es sólo una definición técnica, sino que analizar dichos procesos permitirá dar significación a aquellos aprendizajes esenciales, primordiales, como así también, a los modos en que se lleva a cabo la transversalidad en el aula. Allí aparecen varios factores que posibilitan dicha interrupción en las y los educadores: la disposición frente a los cambios, la desconstrucción biográfica acerca de evaluar, apreciar y valorar lo aprendido, la modificación de las prácticas educativas habituales, lo heterogéneo por sobre lo homogéneo como enriquecimiento de las prácticas pedagógicas y del proceso evaluativo de las mismas, el cambio de óptica en la relación para con el otro, el ordenamiento de las prioridades educativas y pedagógicas en cuanto a la distancia, a la presencialidad, a la intermitencia y la relación entre ambas, entre otras cuestiones.
Asimismo, posibilita centrarse en las y los estudiantes, en la relación pedagógica para el fortalecimiento de los vínculos y en el acercamiento a pesar de la distancia física; sin ese contacto directo/presencial (por una educación en tiempo distintos, remota, dual), aparece y toma más fuerza en la comprensión de aquel concepto justicia curricular al momento de consignar un número frente a una sucesión de trabajos y propuestas donde las y los estudiantes llevan adelante en sus hogares con todo lo que ello implica.
Esa primera idea, que debe ser un pensamiento en construcción continuo, nos direcciona a un segundo pensamiento claramente relacionado con el cómo llevar adelante ese proceso como recorrido, atendiendo también allí el modo de acompañamiento del recorrido. El modo usual acostumbra a estar determinado por un conjunto de lineamientos de uno a varios materiales de evaluación que las y los estudiantes efectúan y que le otorgan al educador acopiar evidencias de sus aprendizajes. Pero en tiempos de pandemia/pospandemia ¿qué ocurre? La pregunta conduce a reconocer la gran complejidad que encierran las prácticas de evaluación de aprendizajes y de allí es preciso replantearse el diseño de propuestas e instrumentos que posibiliten revisar los recorridos desde distintos puntos, volviendo a mirar, analizar y porque no, a estudiar las producciones realizadas, los intercambios virtuales asincrónicos y sincrónicos posibles, la relación de estos intercambios con los que se generan en la presencialidad y el recorrido que llevan a cabo y cómo lo hacen las y los estudiantes poniendo en énfasis sus logros y acompañando aquello que aún no se ha alcanzado. Es decir, que las y los educadores deben poner en juego aquellos conocimientos, experiencias y herramientas de los que disponen para afrontar los desafíos que implica una evaluación en otro contexto.
Posicionarse allí, vislumbra las oportunidades con las que las y los estudiantes, de alguna manera u otra, tienen y con las posibilidades de que sean ellos mismos los que den cuenta de sus evidencias de aprendizajes, ayudando así a la práctica metacognitiva, que rompa con el asentamiento de que la o el educador es siempre el que señala los logros y dificultades. Y con ello, no se desdibuja el rol de la o el docente, sino que lo revaloriza con relación a la mediación, a la guía, al acompañamiento que lleva adelante.
Hay una dificultad persistente en cuanto a la estimulación y motivación en la distancia; más aún hoy en una contextualización rodeada de incertidumbre, de tiempos intermitentes entre los presencial y virtual. Como educadores el objetivo y la responsabilidad de transitar los encuentros (virtuales asincrónicos, sincrónicos, presenciales en distintas fases) debe darse a través de la calma y recordando a las y los estudiantes que la evaluación va más allá de una reducción a una calificación, sino que tiene que ver con las progresiones escolares que se consuman y que intentan reflejar el esfuerzo y dejar constancia de este.
Desde lo expuesto anteriormente se puede establecer que la pandemia y la pospandemia (con la enseñanza remota de emergencia, la virtualidad, la distancia, el camino a la construcción de un aprendizaje dual, mixturado, híbrido, entre otros conceptos asociados) propone un constante desafío para posibilitar y ofrecer espacios/tiempos de retroalimentaciones y devoluciones constructivas. Es decir, en esta tercera idea, no alcanza ya con una nota o un promedio, más allá de que luego el sistema habilite y lo reduzca a ello. Sino que debe permitir repreguntarnos cómo acompañar de un modo distinto, desde otra mirada más amplia; pero a la vez particular, significativa, que ofrezca la posibilidad de construir devoluciones más atentas, cualitativas, que le permitan a las y los estudiantes, además de comprender en qué momento del recorrido de aprendizaje se encuentran y que el error es fuente de aprendizajes, saber que están acompañados, cuidados desde el ámbito de lo educativo. Y de eso se trata evaluar para aprender, no es únicamente una mirada puesta en lo que pasó en el proceso y/o en el resultado, sino en hacer luz en alguna sugerencia que acompañe la mejora de la próxima propuesta: con significación, pero a la vez empatía y amorosidad. Propuestas que den lugar a bucear sobre los logros específicos de la misma, que diversifiquen y enriquezcan técnicas y procedimientos, en que se den sugerencias específicas de la tarea, es decir, andamiar los aprendizajes para sostener las trayectorias.
Las reflexiones hasta aquí expuestas posibilitan pensar en una cuarta idea: la interpelación. La construcción de una evaluación como valoración de aprendizajes nos lleva a interpelarnos como educadores, no sólo en tiempos como los que estamos atravesando hoy, sino con una perspectiva a futuro más crítica sobre nuestra profesionalización docente en el área de conocimiento que abordamos y el posicionamiento en la triada didáctica, pensarnos, tomando las palabras de Daniel Brailovsky (2020: 88), como educadores arquitectos y anfitriones en distintos escenarios: “Somos arquitectos porque nos importa usar las herramientas adecuadas, y sabemos que no todo “da los mismo”. Somos anfitriones porque nos importa las relaciones y porque queremos prevenirnos de que las herramientas puedan terminar usándonos a nosotros”.
Ese interpelar está ligado a la necesidad de detenerse y volver a prestar atención sobre las prácticas pedagógicas que predominan en lo educativo, tomando conciencia de bajo qué concepciones se despliegan, qué implicaciones tienen en el desarrollo y aprendizaje de las y los estudiantes; explanar una cultura entorno a una evaluación como procesos de retroalimentación y devolución constructiva para vivenciar un proceso ameno en donde se revele el verdadero sentido del aprendizaje.
Asimismo, el transitar sobre una modalidad de evaluar diferente debe interpelar a las y los estudiantes, siendo fundamental y necesario llegar a acuerdos y puntos de articulación que involucre a todas y todos los educadores de la institución, sin distinción de áreas, además la institución educativa, para luego poder comunicar a cada uno, las decisiones acerca de cómo se evalúa hoy, los modos, los fundamentos, el qué y el porqué, involucrando así a los protagonistas de los procesos de aprendizajes. Es decir, que esta instancia sea una suma productiva en esa construcción y cimentación vincular de la relación estudiante-institución (escuela), institución (escuela)-estudiante.
Como NO cierre, porque nunca será un tema acabado, de las reflexiones aquí trabajadas hago eco de las palabras de Rebeca Anijovich (2019) donde afirma:
A partir de los aportes mencionados, es posible afirmar que los niños, las niñas, los adolescentes y los jóvenes se convierten en el centro del proceso educativo cuando reconocemos quiénes son, cómo aprenden, cuáles son sus intereses, sus debilidades y fortalezas, sus entornos culturales y sociales. Solo entonces desde la enseñanza podremos ofrecer mejores opciones para que todos se involucren activamente y encuentren sentido de lo que aprenden y al mundo en el que están insertos. (p. 25).
En el reto se encuentra la oportunidad, en poner la creatividad, el esfuerzo y la voluntad al momento de llevar adelante un proceso de evaluación justo e integral que implique retroalimentación y devolución constructiva se encuentra la oportunidad y quizás, además, en conjunto, se logre dar un paso más hacia mejores procesos de enseñanzas y aprendizajes posibles para con y de las y los estudiantes.
Autor: Prof. Dipl. Lencioni, Gustavo Omar.
Formación: Profesor en Matemática y Computación (La Salle). Diplomado en Psicología Cognitiva con orientación en Mediación Pedagógica (La Salle). Especialista en Educación y Tecnologías de la Información y la Comunicación (INFoD). Especialista en Análisis Matemático y Estadística (La Salle). Especialista en Políticas Socioeducativas (INFoD). Maestrando en Gestión y Asesoramiento Pedagógico de Instituciones Educativas (UNR). Desempeño actual Nivel Superior: Profesor en Matemática y su Didáctica en los Profesorados de Educación Inicial y de Educación Especial, I.S.P.I. N° 9024 Inmaculado Corazón de Ma. “Adoratrices”. Profesor en Epistemología e Historia de la Matemática en el Profesorado en Educación Matemática, I.S.P.I N° 9009 “San Juan Bautista de La Salle”. Profesor/Tutor de Educación a Distancia de la Diplomatura Superior Universitaria en Paradigmas Educativos y en la Diplomatura Superior Universitaria en Dirección y Supervisión de Instituciones Socioeducativas ICED – UAI.
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Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |