El oficio de escribir
“Y cada vez más tenemos la sensación de que hay que aprender de nuevo a pensar y a escribir aunque para ello haya que apartarse de la seguridad de los saberes, de los métodos y de los lenguajes que ya poseemos (y que nos poseen)”
Jorge Larrosa (2000)
A veces, pensar y escribir son dos aspectos de un mismo proceso, y Larrosa también dice que la escritura no es solo una herramienta para expresar los pensamientos, sino que la escritura es la materialidad propia de lo que llamamos pensar.
Si interpretamos la educación desde la experiencia, nos vemos, pensamos y decimos en ella. Poder contar de algún modo cómo vivimos, qué sentimos, qué deseamos, poner en palabras los malestares, las alegrías, comunicar con un lenguaje sensible lo que nos pasa, el mundo que vivimos y cómo lo habitamos. Es otra forma de leer, dar lugar a otros autores, otros textos, renovar la biblioteca. Leer para que las palabras de otros nos ayuden a encontrar nuestras propias palabras, repensar lo que ya creemos aprendido. “Hay que leer para que las ideas de los otros nos ayuden a encontrar nuestras propias ideas, nos ayuden a separarnos de lo que ya pensamos, para que nos ayuden a pensar lo que aún no somos capaces de pensar”. (Jorge Larrosa)
En este sentido, la lectura es como un puente que nos conduce a un nuevo pensamiento, a vivenciar un lenguaje, quizás, diferente, a encontrarnos con la palabra escrita, con un pensamiento materializado en la escritura.
Pensemos en todas las situaciones que suceden a diario en el Jardín Maternal, muchas de ellas planificadas y pensadas con una intencionalidad pedagógica fundadas en marcos teóricos y documentos curriculares, pero también sabemos que existen muchas experiencias no escritas, no plasmadas en las planificaciones, naturalizadas como propias del hacer cotidiano. Y sin embargo, esas actividades significativas para niños y niñas de primer ciclo, que a veces contemplan la alimentación, higiene, descanso, entre otras, son en sí mismas experiencias alfabetizadoras.
Cuando al cambiar un pañal interactuamos a través de una canción, de nanas, entablamos un vínculo afectivo con una mirada, con un gesto; cuando le tendemos la mano para que se incorporen y puedan dar sus primeros pasos y los alentamos con la palabra, cuando les ofrecemos el alimento, y así podríamos enumerar un sin fin de experiencias que acompañan y generan acercamientos afectivos, experiencias que si las escribimos seguramente nos ayuden a reflexionar sobre la práctica, sobre las múltiples circunstancias que atraviesan la situación educativa.
Siempre es preciso poner en tensión y en debate los sentidos educativos más profundos de la educación de las primeras infancias, para recuperar los relatos, la palabra escrita, el trabajo educativo con las familias que permite el entretejido de esos hilos pedagógicos que van contando lo vivido, lo transitado y van relatando porciones de nuestra historia.
¿Por qué escribir?
Escribir sobre la práctica es difícil, porque muchas veces trasladar la complejidad de la tarea a un texto corre el riesgo de no comprenderse, porque se entrelazan múltiples variables, recorridos y contextualizaciones.
Escribir no es sólo poner en letras y palabras lo que podríamos decir hablando, escribir es más exigente, implica correrse del “automatismo del decir”, requiere una interrupción, un detenerse a pensar. Pensar lo que queremos transmitir, pensar por nosotros mismos, nuestras propias ideas y hacer el ejercicio de escribir, releer, repensar y reescribir.
Las planificaciones, las secuencias pedagógicas, las narrativas de procesos, son herramientas donde podemos dejar por escrito las propuestas didácticas, fundamentar puntos de vista y marcos teóricos, redactar el desarrollo de experiencias y sus procesos. En este sentido Patricia Redondo (2020) expresa: “Las escrituras pedagógicas resultan una herramienta para generar ciertas respuestas, para que aquello que se produce pedagógicamente no se pierda y sea narrado. En ellas emerge la diversidad y la heterogeneidad de construcciones, relatos y modos de significar este tiempo de enseñanzas y aprendizajes”.
La escritura de la experiencia puede servir para aclararnos ideas, pensamientos, escribir para tratar de elaborar el sentido de lo que deseamos expresar, pero también escribir es contarle algo a alguien, en definitiva, es también invitar a leer, a pensar, es un dar a escribir sus propias experiencias, con sus propias palabras. Y así, Graciela Montes nos deja esta reflexión:
“Leer y escribir van siempre juntos. Por eso resulta tanto más sencillo ponerse a escribir cuando uno “tiene algo para decir”, ha atrapado alguna significación, por así decir… Y, viceversa, resulta tanto más sencillo ponerse a leer cuando lo que uno lee “le dice algo”, es decir, de alguna forma, podría, eventualmente, haber sido escrito por uno… Y por eso es tanto más aventurero, tanto más inquietante, ponerse a escribir sin saber de antemano todo “lo que se va a decir”, leyendo-escribiendo al mismo tiempo, o, desde el otro lado, ponerse a leer algo que no es exactamente lo que se esperaba leer, algo que deberá ser “reescrito” mientras se lo lee”.
Compartimos la escritura de una experiencia pedagógica del Jardín de Infantes Maternal N° 71- Rosario
LA TIERRA COMO EXPERIENCIA SENSORIAL
El niño/a de nuestro nivel es un niño/a curioso/a, observador/a, que se cuestiona acerca de lo que ocurre a su alrededor, por ello poco a poco incorpora algunas nociones sobre su ambiente, conociendo los fenómenos naturales que implican en él/ella, tener que indagar y explorar distintos objetos y materiales para saber qué reacción provoca su accionar en ellos.
Esta experiencia está enfocada para los pequeños en dicha edad donde la exploración y la necesidad del contacto con el ambiente provoca sensaciones y sensibilidad frente a las texturas, las formas, los colores y maleabilidad del material.En nuestra labor docente intentamos favorecer la investigación, la exploración y el disfrute ante diversas propuestas como manipular objetos materiales (en este caso la tierra) que convocan a realizar diferentes acciones, como poner y sacar, llenar y vaciar, trasvasar, meter uno dentro del otro favoreciendo así la concentración, la coordinación y la interacción con el otro y con la materia.Ante la exposición de materiales hubo diversas reacciones, desde mirar de lejos, hasta acercarse con curiosidad. Las docentes acompañamos participando y poniendo en palabras las posibilidades que ofrece la experiencia e invitando a jugar libremente con tierra.Luego del acercamiento pusimos a disposición diferentes recursos (jarras, vasos, cucharas, macetas pequeñas, etc.) con las cuales se hicieron diferentes actividades de trasvasado, manipulación, exploración, etc. Como consecuencia del proceso uno de los niños propuso que busquemos semillas para plantar, frente a esto las docentes generamos nuevas inquietudes, rastreando conocimientos sobre plantas, las semillas, la conexión que existe entre semilla y tierra.Continuando con el trabajo de secuenciación didáctica la propuesta será complejizada con el agregado de agua, elemento que al unir con tierra genera una nueva textura que puede ser modelada y originar nuevas experiencias y creaciones.
Sección de 2 años. Docentes; Mariela Maino y Elisabet Pérez
En archivo adjunto socializamos otras experiencias pedagógicas de la sección de 3 años del Jardín de Infantes Nucleado N°238 “La cigarra”. Rosario.
Múltiples-lenguajes-en-la-Sala-de-3-años (1).pdf
Nos seguimos escribiendo y leyendo…
Lic. Rosa Ana Cencha
Subsecretaria de Educación Inicial
Lic. María Antonia Peretti
Coordinadora de Jardines maternales
Bibliografía:
- Montes Graciela (2006). La gran ocasión. PNL. Buenos Aires.
- Redondo Patricia R. (2020). Educar a la primera infancia en tiempos de excepción en Dussel Ines, Ferrante Patricia y Pulfer Darío (comp.). Pensar la educación en tiempos de pandemia.
- Skliar Carlos, Larrosa Jorge (comp.) (2016). Experiencia y alteridad en educación. Ediciones Homo Sapiens. Rosario.
Autor/es: | CANDIDO, MARIA CLAUDIA |