La Función de la Filosofía desde la infancia en la construcción de la Ciudadanía.
“No hay actividad más secreta, impredecible y misteriosa que la lectura. El lector habitual de literatura es peligroso: se vuelve más tolerante, más abierto, menos dogmático, más dispuesto a utilizar su propio criterio en cada ocasión, menos fácil de manejar”. Ana María Shua.
El arte de preguntar abre el horizonte de la posibilidad otorgando sentidos a la pulsión epistemofílica incesante que mantiene viva la curiosidad. La constitución subjetiva de la infancia en función al lenguaje habilita la palabra en interrogación hacia las escenas de la vida cotidiana donde el docente crea puentes significativos para la creación.
La pregunta propicia la reflexión a partir de la hospitalidad de las palabras construidas con otros, donde los elementos lingüísticos posibilitan el diálogo entre la ficción y la realidad de manera cautivante.
La reivindicación de los gestos narrativos en la mirada infantil profundiza la perspectiva filosófica manteniendo viva las obras de la fantasía en interjuego con los objetos imaginarios propios de la niñez.
La danza de las palabras del mundo maravilloso habilita el pensamiento mágico y lúdico de la filosofía, donde el rol del educador/a es fundante primordial de los intercambios dialógicos didácticos como forma de ingresar al mundo simbólico de la pregunta autoreflexiva.
En el decir de Eduardo Galeano aprendemos que “Quien escribe, teje. Texto proviene del latín “Textum” que significa tejido. Con hilos de palabras vamos diciendo, con hilos de tiempo vamos viviendo. Los textos son como nosotros: tejidos que andan”.
La Subsecretaría de Educación Superior considera legítimo el espacio de lectura filosófica infantil a partir de las palabras del prof. Prof. Nasimbera Roberto a través de su escrito acerca de “La Función de la Filosofía desde la infancia en la construcción de la Ciudadanía”.
Subsecretaría de Educación Superior.
Mg Patricia Moscato.
“La Función de la Filosofía desde la infancia en la construcción de la Ciudadanía”.
“Cada lengua es una ventana que da a otro mundo, otro paisaje, otra estructura de valores humanos.”(Steiner, G. 1999:17)
Ciudadanía para…
La necesidad de una actitud crítica es vital, frente a la cultura paradojal (Transmoderna, Post Moderna según la perspectiva filosófica) donde lo que importa es la competitividad, cuya ingeniería social es funcionalista, pues la misma apunta a eliminar problemas que se suscitan. En tal sentido y ante tal situación urge posicionarnos desde una visión crítico y deconstructiva ante la economización de la vida social. Desconstruir es ante todo, la desnaturalización de las formas que han constituido la sociedad y la cultura.
Lo que en el siglo XX era compromiso y proyectos colectivos, ya no lo es. Lo cual significa que dichos ideales se han devaluado, en el espacio de la indolencia, sin la intención de interrogar a la mentalidad tecnológica y económica. Todo lo que hay en la actualidad es percibido o presentado desde la obviedad, favoreciendo procesos de aceptación dejando en el olvido la dimensión crítica. Es decir, en la actualidad la enorme cantidad de información se compara con conocimiento. Está demostrado que más información no conduce de manera necesaria a mejores decisiones[1] En consecuencia multiplicidad de datos no es conocimiento. La sociedad se va convirtiendo a la esclavitud gozosa por medio de la sofisticación consumista; la imagen ha pasado al dominio de lo hiperreal, donde dicha imagen desaparece en sí misma. Por lo cual se produce una metamorfosis individualista, utilitarista (todos somos competidores) y relativista (todos los valores cotizan en el mercado mediático). Los significados se desenlazan cada vez más de los significantes y de la identidad colectiva. Las voces cada vez se acallan más, por otras que sustentan sofisticados sofismas, donde las tecnologías de la “comunicación” avanzan en forma vertiginosa.
Ante tal panorama, y asumiendo una actitud filosófica, cabe preguntarse: ¿Cómo hacer para que los ciudadanos se transformen en sujetos conscientes y puedan disfrutar de su ciudadanía, es decir de los derechos civiles y políticos que ofrecen y deben garantizar los Estados? En tal sentido, nos referimos al vínculo social que todos, como ciudadanos, vamos construyendo en la convivencia organizada por medio de las normas. Son las éstas las que permiten que cada persona logre su propio bien, realice con otra/e/os acciones compartidas en la búsqueda del bien común y pueda participar desde lo social, de un bienestar, en dialogo para resolver los conflictos de la convivencia y ser capaz de argumentar sus propias razones. Lo que podríamos llamar el ejercicio de la libertad ciudadana. Tal libertad lleva como premisa la alteridad, la cual hace a la convivencia humana. Sin esto, podemos precipitarnos a la anomia y por ende a la anarquía.
Es así que la condición de ciudadanos, además de su aspecto político, se vincula con la dignidad humana. En la sociedad actual, esta situación está lejos de ser real, porque las condiciones de existencia social y de convivencia organizada no están garantizadas y se hace necesario impulsar un equilibrio cualitativo en los modos de existencia de los seres humanos. La dignidad del hombre como calidad de vida no es un problema solo individual, sino colectivo.
Ser persona significa ser socialmente digno y ello supone condiciones materiales de existencia que permitan a los individuos elevar su calidad de vida, como por ejemplo, un empleo con una retribución justa, una educación, un sistema de salud, un sistema previsional que garanticen su dignidad. También supone condiciones personales, referentes tanto a la conciencia de sí, como del momento histórico que se vive y a la capacidad de pensar las prácticas sociales vigentes. Tales condiciones son fundamentales para alcanzar la libertad y la equidad. En consecuencia, cuando hacemos referencia a la dignidad estamos hablando de valores, con tal motivo se nos presenta el siguiente interrogante: ¿De qué tipo de valores hablamos? Ante tal interrogación urge poder desarrollar una crítica reflexiva de los valores predominantes y a la vez de nuestros propios valores y de los valores de los demás, para poder permitir la formación desde una perspectiva propia y autónoma. Esto implica fundamentar, porqué valoramos determinados principios y rechazamos otros.
En definitiva, ser ciudadanos significa mucho más que elegir conscientemente a nuestros representantes, más que estar informados de nuestros derechos y obligaciones; es defender y transformar a través de la participación democrática. Es decir el empoderamiento de las instituciones. De tal manera, la condición fundamentalmente humana es el de actuar, dicho actuar se transforma en discurso lo que implica compromiso. Ser ciudadano es más que un sentimiento patriótico hacia el país y sus símbolos, es defender la construcción de un ámbito social justo, equitativo, fraterno que exige participación política y responsabilidad social. En síntesis, una vida democratizada. Nos decía Maritain.
Ahora bien, siguiendo el orden de las ideas nos preguntamos: ¿Qué lugar ocupa la filosofía en la ciudadanía y en especial en las infancias?:
¿Qué es filosofía?
Algunas fuentes plantean que la filosofía estuvo signada en primera instancia por la poesía, el diálogo, el drama, por la búsqueda de un principio unificador del universo con el intento de expresarlos por medios de aforismos. El concepto “filosofía” proviene del mundo cultural y lingüístico griego; desde el punto de vista etimológico la palabra está compuesta por dos conceptos: φιλο / ΦΙΛΟ (filo-amor), más: σοφια / ΣΟΦΙΑ (Sofía, saber), es decir “amor al saber”. Sin embargo la filosofía es práctica en cuanto que es un hacer, más que un hecho. Como bien ya señalaban los griegos, no estamos frente a un saber efectivo y realizado (sophía), sino frente a un saber en permanente indagación y cuestionamiento (philo-sophía). En consecuencia la filosofía no es un sistema perfectamente acabado y cerrado sobre sí, sino más bien como una apertura interrogativa constante en creciente realización. Lo que implica dejarse impactar por la realidad (asombro, espanto), iniciándose a nivel de la sensibilidad; es ponerse en movimiento en palabras platónicas:” poner en movimiento el alma”. Una especie de catapultarse a descubrir, entender, querer, saber.
Dichas actitudes se manifiestan en la especie humana a muy temprana edad: “la Infancia”. La infancia, donde hay una búsqueda por saber el: “¿por qué?” que tanto espanta a los adultos. Tales por qué alimentan el deseo de saber el funcionamiento del mundo que los rodea. Es habitual en los adultos, que ante tales preguntas incómodas y poco productivas, se trate de dar soluciones rápidas a los infantes, y así se constituyen en una forma de escape frente al desafío de pensar junto a las infancias. La filosofía es un con-moverse, dejarse impactar para poder actuar con entendimiento y sabiduría. En ese ejercicio de conmoverse de impactarse nos planteamos:
¿Por qué filosofar y filosofía “en este momento de nuestra historia”? ¿Por qué hoy?
Siguiendo la vorágine de la instantaneidad, podría dar una respuesta acelerada por lo antes expuesto etimológicamente del término filosofía, de esta manera, sería muy acotada la perspectiva filosófica. Pero como nos proponemos pensar lo siguiente: La “humanidad” parece que ha tenido un “progreso moral” o “conciencia moral”; que se ha volcado más a las injusticias; que a los “derechos humanos”; alguien podría objetar tal afirmación, la cual sería bienvenida, basándose en algunos logros como los derechos de los niñes, el avance y reivindicación de las cuestiones de género y demás colectivos que han sido menospreciados, discriminados y perseguidos por el poder y en especial el patriarcal. Pero, si esto no sería así, no habría grandes aporías y crímenes planificados racionalmente en pos de la defensa de la propiedad privada y las leyes del mercado, generando insultantes riquezas y espantosa pobreza, degradando no sólo lo humano, sino el planeta. Tales espantos exigen filosofar, requieren filosofía en el sentido que lo venimos pensando y en especial desde las infancias. Es decir, ponerse en movimiento para el análisis en profundidad de tales problemáticas.
Pero: ¿Desde dónde ponerse en movimiento? Decimos humildemente, desde la Educación. La educación es uno de los pilares del problema, sabemos que no lo es todo y no lo puede todo; pero sigue resistiendo a los embates de la economización de nuestras vidas. A través de la educación (formal e informal) se construyen subjetividades filosóficas o antifilosóficas.
Educación para….
Los orígenes etimológicos del término educación, proceden del término latino educo. Sus dos raíces: una proviene del verbo educare, que significa: nutrir, alimentar, guiar. Proporcionar lo necesario desde fuera y la otra viene de la raíz educere, traducible por: educir, sacar, extraer. Es decir, sacar algo que está ahí (García Hoz, 1973:16-20)
De esta manera estos dos sentidos a simple vista aparecen en forma contradictoria, pero que deberíamos analizarlos en forma dialéctica. En el primero de los términos, se visualiza la necesidad del educador (desde fuera). Y en el segundo el relieve propio de autonomía del estudiante (desde dentro). Ambos sentidos ponen de manifiesto la relación intersubjetiva de la educación, ya que, ninguna acción impulsada desde el exterior puede lograr su objetivo sin la predisposición humana que se moviliza desde su interior. Es decir, la presencia de libertades que se encuentran para el desarrollo de sus posibilidades y potencialidades. Ahora bien, si la educación es un proceso liberador esencialmente humano, social y cultural, mediante el cual nos apropiamos de conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar. Es decir, su formación ciudadana y moral, transformándola en un ethos que se adquiere mediante el proceso educativo. Dicho proceso se irá convirtiendo en una especie de obra teatral donde somos actores y directores de nuestras vidas. De tal manera implicaría la construcción de esquemas conceptuales, para hacer inteligible la realidad, con lo cual dicho proceso, va a posibilitar dar sentido a la autoliberación y autorealización humana. Y así, consideramos la educación como una acción eminentemente humana, que establece y produce vínculos humanos, que se lleva a cabo en la cotidianidad de nuestras vidas y que presenta una potencialidad transformadora de la vida social. Resultando , que la educación es formación de y para la humanidad, siendo dicha humanidad conciencia de sí mismo, del propio ser y del obrar consciente.
En síntesis….
Las aportaciones de la filosofía con respecto al origen social del pensamiento, permiten apoyar y desarrollar un método basado en el diálogo y en el perfeccionamiento del lenguaje. De ahí que se haga tanto énfasis en la idea de que para pensar bien, para pensar con claridad, hay que saber hablar bien, expresarse claramente. Los niña/es/os son filósofos naturales y son capaces de pensar profundamente acerca de cuestiones de trascendencia filosófica, sobre todo, si se los estimula a realizarlos. Así se torna muy atractivo tanto para niñas/es/os como para docentes. Al tomar con seriedad a los infantes como pensadores cuyas ideas merecen ser compartidas y comprendidas, el encuentro puede alcanzar un efecto positivo sobre las actitudes de los mismos, un efecto que puede resultar difícil de evaluar. Por ello, reconociendo la importancia de la meta cognición y resaltando el “Asombro” infantil, la sala, el aula se ira transformando en una comunidad de conversación.
La filosofía con la infancia reconstruye herramientas conceptuales para subjetivación de la cultura objetiva. Esto posibilita el desarrollo de las capacidades y destrezas cognitivas, así como de comprensión y análisis de los problemas que presenta tanto la realidad natural como el entorno social y familiar en que viven los infantes. Así mismo, brinda un vocabulario, una serie de conocimientos filosóficos (adecuados a su nivel de desarrollo) que suponen un notable enriquecimiento cultural y humano. Por lo cual, el desafío del aprendizaje de filosofar en las instituciones educativas de los niveles iniciales, concierne el sentido mismo que queremos dar a la escuela: que ésta sea el lugar que favorezca el ejercicio de pensar por sí mismo, es decir, el lugar de acogida, de juegos, de reflexión; el lugar de las infancias. En general la educación debe posibilitar a los infantes “los puntos referenciales de un mundo complejo que es un devenir constante”, la filosofía podría convertirse en la “brújula que le permita navegarlo”.
Es de advertir el escaso valor asignado al impacto de la filosofía sobre los infantes, puesto que parece ser que en la actualidad está prohibido asombrarse y preguntarse; ya que en el mundo adulto se siente que no hay tiempo para realizarlo. Además no es ni productivo, ni lucrativo pensar lo que no tiene solución, convirtiéndose en modelos de aceptación para la propia conducta de los infantes. Sin olvidar que en la vida de un infante, se presentan situaciones enigmáticas y confusas, por ejemplo, lo que sucede en la cotidianeidad de un niña/e/o cuando al levantarse para ir a la escuela ve en los rostros de sus padres una especie de enojo- amargura, puede pensar que es por alguna travesura suya o de sus hermanos; o en su llegada a la escuela vea que el portón está en el piso, fruto de la acción del viento de la tormenta de la noche o porque lo están reparando. Tales situaciones asombran confunden, lo que acrecienta su deseo de saber. Dicho saber se transforma en una búsqueda para conocer cómo funciona el mundo, convirtiéndose en tierra fértil para el filosofar.
De tal manera, la educación tanto formal o informar debe propender al desarrollo de personalidades autónomas, es decir, con principios y saberes que permitan a los infantes, transitar el camino hacia el mundo de los adultos reflexionando de sus propias acciones y opciones para no quedar librados al juego de las posiciones y presiones morales de otros. Lo que implica desarrollar la capacidad de argumentar sobre sus propias razones, la de escuchar otras posiciones y la de buscar formas de consenso en el disenso que permitan una convivencia en base a la tolerancia, solidaridad y respeto. Con lo cual se genera la posibilidad de armar proyectos comunes.
Como bien nos dice Steiner: Que esa ventana que se nos abre a ese mundo de las infancias potencie las dimensiones creativas, críticas y éticas para la construcción de un mundo más humanamente vivible.
Prof. Nasimbera Roberto. Docente en filosofía y humanidades Institutos: Brown, Normal Chizzini Melo.
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[1] C.F. G. Gigerenzer, Las decisiones instintivas: la inteligencia del inconsciente, Barcelona, Ariel, 2008. En Byung-Chul Han.(2020:!7)
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |