La Incertidumbre. ¿Mirar al costado o ingresar al laberinto?
Encontrarse inmerso en escenarios complejos implica caminar en situaciones de crisis de los fundamentos del conocimiento y encontrarse en el andar con las zonas claras y oscuras del camino.
Comprender e interpretar el modo en el que se relacionan las contradicciones propias de la humanidad implica el desafío de animarse a bucear sobre las incertidumbres para re-encontrarse con el universo de lo desconocido.
Las crisis pone en movimiento procesos desordenados que pueden convertirse en desencadenantes, creando nuevas condiciones para la acción, poniendo en marcha, aunque no sea más que en estado naciente, todo aquello que puede aportar cambio y transformación .
Pensar como herramientas del conocimiento la incertidumbre, el caos, el desorden, la crisis, implica aceptar una realidad distinta y no contraria a las de orden y equilibrio.
Analizar semánticamente la palabra “crisis” revela conceptos ricos en significados que se compone de dos caracteres que significan “peligro” y “oportunidad”.
La Subsecretaría de Educación Superior convoca y evoca a la interpretación hermenéutica acerca de las problemáticas en tiempos de Covid a través de las profundidades del pensamiento del profesor Roberto, R. Nasimbera de los Instituto Superiores N°6 de Coronda, N°8 de Santa Fe (capital) y N° 32 Santa Fe (capital).
Mg Patricia Moscato.
La incertidumbre. ¿Mirar al costado o ingresar al laberinto?
Incertidumbre, el término hace mención a la ausencia de certeza, convicción, certidumbre, confianza o seguridad sobre algo, que se conoce o que se realiza. Dicho sustantivo femenino proviene de las siguientes raíces latinas: El prefijo de negación in- y la raíz indoeuropea ne- , presente del prefijo griego α-, αν- (a-, an- = negación).O También el prefijo “in-”, que es sinónimo de “no” o “sin”. Hecha la aclaración del término que nos ocupa, la tal ausencia de certeza o evidencia nos ubica en un laberinto que se oscurece en cada paso que damos. Y en estos tiempos pandémicos lo que nos preocupa y ocupa como educadores es el conocimiento y su comunicación, con otros dispositivos que han puesto en crisis ciertas certezas. Si bien el Covid 19 se presenta como un enemigo invisible, pero destructivamente visible, ha acertado un golpe de nocaut al conocimiento científico, económico, político, humanístico, es decir, ha paralizado nuestras capacidades de reacción. Hoy nuestro oficio de ser docente también está sufriendo una crisis, donde se plantean preocupaciones sobre la incertidumbre de cómo llevar a cabo nuestra tarea. Todo esto se ha transformado en un enorme rompecabezas donde las piezas no encajan en forma inmediata, por lo cual está la búsqueda del tiempo necesario para lograr el modelo a armar. La consecuencia: una crisis, pero en el fondo las crisis son prolíficas
”Las crisis dan siempre que pensar. Son en el fondo fecundas porque siempre vislumbran un nuevo modo de concebir lo que nos pasa. Irrumpe una nueva o, mejor una muy antigua verdad”. (Kusch. 1975:5)
Cabe también destacar que el término incertidumbre viene del campo de la física cuántica de la mano del científico alemán Werner Heisenberg, nacido en Wurzburgo en el año 1901. En principio tiene formación matemática y luego doctoral en Física lo que le permitió desarrollar la teoría de matrices. De tal aplicación va surgir la mecánica de matrices o matricial, fundamento esencial en el principio de indeterminación. En consecuencia, su contribución posibilitará en cierta medida el desarrollo de la mecánica cuántica. Es decir, la mecánica cuántica matricial. Por lo cual recibirá el premio nobel en física en 1932.
El principio de indeterminación de Heisenberg
El principio de incertidumbre o de indeterminación de Heisenberg establece la imposibilidad a nivel subatómico de conocer a un mismo tiempo la posición y el momento o cantidad de movimiento (la velocidad) de una partícula.
Este principio proviene del hecho de que Heisenberg observó que si queremos localizar en el espacio un electrón es necesario hacer rebotar fotones en él. Sin embargo, esto produce una alteración en su momento, de manera que, lo que hace que podamos localizar el electrón dificulta la observación precisa del momento lineal de éste.
El observador altera el entorno
Esta imposibilidad de determinar la posición del electrón, se debe al propio proceso que no permite medirlo, puesto que a la hora de realizar la medición de la posición, el mismo método altera la velocidad a la que viaja la partícula.
Si pensamos en ello, a lo que el Principio de Incertidumbre conlleva es que no podemos conocer toda la realidad de las cosas. Cuanto más nos adentramos en el interior de las mismas, más borroso es todo. Es válido preguntarse: ¿por qué un concepto propio de la física cuántica puede tener relación con la Filosofía y/o las Ciencias Sociales en la cotidianeidad? Ensayando una posible respuesta en las relaciones intersubjetivas hagamos un ejercicio de reflexión: si intentamos evaluar la capacidad de atención de una persona ésta puede ponerse nerviosa y distraerse pensando que la estamos evaluando, o bien, puede suponer una presión que le haga concentrarse más de lo que sería habitual en su vida diaria. Teniendo en cuenta esto reparemos en los rostros de los estudiantes en una clase virtual cuando se propone un determinado tema. Observaremos en el mosaico virtual distintas reacciones (concentración, apatía, dispersión, desconcierto, ansiedad, entre otras) si nos centráramos en una de estas conductas estaríamos descuidando otras, perdiendo claridad e interacción del entorno que habita cada sujeto en el momento del encuentro virtual. Ahora bien, desde el nivel cognitivo, si pensáramos en un estado de la realidad y profundizáramos la misma, iríamos dejando otros estados de la misma realidad en la que estamos inmersos. Esto no significa que no se pueda tener atención en los demás, sino que cuanto más preciso tratamos de ser en algo, perdemos capacidad de detectar lo diferente al mismo tiempo.
El Laberinto.
Si el mundo está de cabeza por la falta de certezas, esto implica estar frente a un laberinto similar al planteado en la mitología griega. Donde Teseo, su protagonista, convencido de poder vencer a Minotauro inicia su recorrido con la ayuda del ovillo de Ariadna, que indica el camino seguro. Analógicamente la educación y ,en especial en nuestro país, se encuentra en un laberinto de incertidumbre donde asechan las preguntas y en especial una: ¿Realmente se producen aprendizajes sin la presencialidad en las aulas?.
Los invito a una reflexión; antes de este virus, la educación padecía otro: el del “apresuramiento”, una herencia positivista, el cual ha infectado adultos y luego a los más jóvenes. Vemos cómo los infantes entre 5 y 7 años organizan con un móvil su socialización y adolescentes generan sus negocios. Todo se acelera, las infancias son fugaces, todo es más rápido. El síndrome de la “instantaneidad”. Por ende el mundo es una competencia y la escuela el campo de batalla donde lo que importa es ser el primero. De esta manera infantes y adolescente pagan el precio de la aceleración con depresión, cefaleas, problemas de alimentación y por supuesto estrés. Ya hace unas décadas algunos vieron estos desfasajes en el aprendizaje y por lo tanto pensaron, que se podía ir más lento y disfrutar de las infancias y adolescencias en sus tiempos reales. Este movimiento Slow- (ir despacio) nos puede parecer una novedad a nivel educativo pero sus ideas fundamentales vienen de muy lejos. Los antiguos ya nos advertían del conflicto entre la velocidad (cronos) y el tiempo necesario para hacer las cosas correctamente (kairós). Filósofos como Platón o Aristóteles ya nos alertaron sobre los peligros de la formación compulsiva o sobre lo importante que es gestionar nuestro propio ocio y tiempo para nosotros mismos “Rodear a los niños con cosas bellas”. Otros referentes pedagógicos en la Modernidad, como Rousseau, y en el siglo XX, Piaget o Dewey teorizaron sobre la necesidad de adaptar la educación del niño, de no sobrecargar los planes de estudio y sobre no “quemar” fases, resaltando que el niño no es un adulto en miniatura, sino un sujeto específico que necesita un tiempo para su aprendizaje. De esta forma, no deberíamos llevar al terreno de la infancia el competitivo mundo de los adultos, parafraseando a Freire, al sobrecargar de tareas al niño, el mismo, no deja de ser niño.
En consecuencia la incertidumbre pandémica vino a trastocar el tiempo (cronos) y nos ha devuelto a un (kairós) donde las infancias y las adolescencias transcurren lentamente en un aprendizaje virtual con más tiempo para ese encuentro con el conocimiento, como también para trabajar juntos en familia. Mientras tanto, transitar, el laberinto, poder llegar al objetivo, enfrentar las dificultades (Minotauro), introducirse en la niebla, ver que los monstruos no son tales, vencer y salir del laberinto es el triunfo no sólo de la inteligencia, sino la esperanza de un mundo más humano.
Los invito a pensar…
El viaje al conocimiento es un aletargado transitar que nos muestra el paisaje en su esplendor, quiebra las certezas de la vida escolar y la incertidumbre nos abre el espacio a pensar. Tal ruptura, significa con- vertirse a una nueva praxis educativa. Toda una nueva y abrupta experiencia impensada, incierta pero no menos válida. Mediante tal experiencia transitada y transitando descubramos el valor del encuentro, del acompañamiento, de los sacrificios, las irrupciones, los diálogos y del Amor a tanta humanidad deteriorada.
Bibliografía.
Honoré, C. (2004) “Elogio a la lentitud” RBA Libros. España.
Kusch, R. (1975) “La negación en el pensamiento Popular”. Ediciones Cimarrón. Argentina.
Schiller, Chist. (2012) “La montaña del Movimiento, La aventura de la Física” 30ª Olimpíada de Física. Vol. IV. Alemania.
* Roberto, R. Nasimbera Limido. Profesor en filosofía y Lic. En ciencias sociales y humanidades. Ensayista. Docente titular en las cátedras de filosofía, filosofía y educación. Instituto Superiores N°6 de Coronda, N°8 de Santa Fe (capital) y N° 32 Santa Fe (capital). RNasimbera@gmail.com
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |