Hoja de ruta literaria.
"El plus que aportan los relatos de experiencias radican en la posibilidad de transmitir, a través de lo que cuentan, lo que pasó y les pasó a quienes la protagonizaron. Facilitar de este modo, la unión de lo que por lo general aparece disociado en la pedagogía: realidad y enseñanza. Posibilidad y trascendencia”…. Andrea Alliaud.
Una de las funciones del nivel Superior es la producción del conocimiento en sus múltiples lenguajes. La posibilidad de que los/as docentes puedan contar historias como una artesanía narrativa requiere ofrecer un lugar para la educación poética donde la conversación, el cuerpo, la metáfora y la escritura sean reconfigurados como lenguajes pedagógicos.
Desplegar la potencia narrativa para contar la propia vida y relatar historias abre otros mundos y lugares en minúscula que se multiplican en la medida que se escucha con implicación subjetiva.
Se trata de lo oído, visto, leído y escrito en una misma unidad del tiempo. El Educador/a como artesano de la conversación y de la poética adquiere la impronta de escriturar más allá del registro, del trazo, la huella como modo de tramitar la sanación de una herida o de abrirla. Tendencia a una exposición o ratificación inmediata. Diferir en el tiempo, sin explicarse a sí misma a modo de entrega.
Cuando las palabras recorren los sitios abandonados, los oscuros pasadizos donde el cuerpo no pasa, la imposible claridad de una tarde cuando aún es madrugada, el escritor y el lector encuentran los secretos de la trama del cuento narrado.
Los/as invitamos a continuar la Hoja de ruta literaria mediante la producción de cuentos que la profesora Milena Evelin, Cabrera nos convida a sentir, pensar y emocionar.
Mg. Patricia Moscato.
Subsecretaría de Educación Superior.
MASCARITAS DE FELICIDAD
Todas las funciones lo mismo: maquillaje, vestuario, un poco de práctica antes de salir a escena.
Aunque en su interior ya no sonreía, aunque las penas lo subyugaban soñaba el papel que interpretaba. Fue así, como una noche, la vio; su presencia fue habitué en varias funciones, entre la multitud una cabeza más pero… no, era diferente y él lo notó.
La quinta noche notó que ella solo tenía ojos para él; entonces se propuso conquistarla. Al finalizar la jornada se acercó aun vestido con su traje y le alcanzó una flor; ella sonrió encantada y le dijo: – ¡qué casualidad! Me llamo Jazmín… gracias, me encanta ese aroma… ¿tomamos algo? Y así comenzó todo.
Los minutos que pasaban juntos se fueron transformando en horas… la gente los miraba con extrañeza y curiosidad. Rara pareja, opinaban. Así pasaron un tiempo, saliendo luego de las funciones de él. Pero un trágico día él decidió cambiarse dejar de lado su oscura realidad fingida en el maquillaje.
Ella lo buscó, como siempre, entre la multitud pero no lo reconoció hasta que él le habló… lo miró dubitativa, con ganas de llorar y correr. No, ése no era él, pensó la joven; ese patético e infeliz hombre no era él. Le dijo:- disculpe creo que me confunde con otra persona se excusó ella y salió sin mirar hacia atrás.
Él dolido en el alma por este nuevo fracaso no lucho, no la siguió solo la dejó ir… procuró superarlo pero siempre ocurría lo mismo: cuando veían su rostro, el verdadero, el sin maquillaje: se iban… no reían o eran felices como cuando actuaba. En ese momento descubrió su infelicidad: hacer reír para crear una ilusión, hacer reír y no poder amar.
Se cree que desde ese entonces los payasos, además de dibujarse una gran sonrisa… diminuta, casi imperceptible y en el lado izquierdo pintan una pequeña lágrima: reflejo de su tristeza y soledad por vender una cosa que no son…..
PUNTO FINAL
¿Moriría por ella? O ¿Ella lo mataría? Pensaba que de cualquier manera eso ya era indistinto a estas alturas; mientras en la negra, lluviosa y cerrada noche de aquella ciudad que lo vio crecer, vagaba sin rumbo queriendo olvidar todo a su paso, TODO. Estaba empapado y no era por el temporal que se había desatado… un sudor frío le recorría su cuerpo de forma lenta, frío el sudor era frío.
Se sabía perseguido ¿adónde más ir? Y, además, se sentía desprotegido nada aplacaba esa sensación. Siguió, paso a paso, latido a latido: la Sentía, dolorosamente, la sentía y sabía que no habría escapatoria, era su fin. Lo presintió.
Las noches en otoño, en Ávila, además de ser solitarias y taciturnas son perfectas para resultados fatales. Él no sabía cuándo había empezado su odisea, pero de algo estaba seguro: así no quería seguir, ya no.
El deambular sin destino lo llevó a su destino… llegó a su casa transfigurado, cansado y sin valor; sentado y con la mirada perdida se preguntó nuevamente ¿Por qué, por qué lo hice? Pensó también ¿cuándo su vida había pasado a ser miserable, dura, nefasta… cuándo? La respuesta era clara y la sabía… y fue allí que, otra vez, como nunca la sintió: fue como una suave caricia, como una brisa primaveral pero tétrica.
No luchó, ya lo había decidido: ella había ganado la batalla y se alzaba victoriosa poniéndole el punto final a su vida. Lo mató, no dejó rastros ni huellas; no dejó nada más que una mueca de dolor en él; ella lo mató de a poco y sin prisa, le ganó una batalla de antemano lograda: la Culpa ganó otra vez…
TRAICIÓN.
Me dejará, está escrito en los rasgos de su cara y en los gestos de su cuerpo. Me invita a sentarme, me toma cálidamente las manos (como hace mucho tiempo no lo hacía, casi con ternura… Fingida).
Tenía razón, se va y me invade, luego del beso de Judas en la mejilla, un profundo silencio… después de la brutal tormenta de emociones; explicaciones y argumentos mezclados sin fundamentos para mí. ¿Se va realmente o hace tiempo que ya no estaba aquí conmigo? Según él se le acabó el amor… según mi mirada ¿lo tuvo alguna vez o solo fue pasión, efímera atracción?
Lo escuché, lo dejé manejar el timón de mi vida, tomar las decisiones, elegir sabores, diagnosticar malas compañías… Sí, lo dejé hacer con mi vida lo que yo no quería hacer y, hacer de mí quien yo no quería ser: todo por amor, por mí amor… El que yo sentía, vivía y manifestaba.
No, que quede muy claro, no me estoy reprochando, no. Todo lo que hice fue porque lo creí acertado y, si lo pienso bien jamás me obligó. A veces dudo que lo que teníamos era una mezcla en malas proporciones entre el amor, la costumbre, el miedo a la soledad y la manipulación pasiva… difícil ¿no?
Considero que he aprendido… Duele aprender así, desde el abandono y el desamparo que uno siente, desde esa ambigüedad entre la culpa y el rencor. Desde esa sensación de qué pasó con mi vida… ese borrón casi realizado como mecanismo de defensa que me hace olvidar años.
Es cierto que me dejó muchas cosas y se llevó otras, es así una separación, creo. A la noche, cuando recorro la ahora inmensidad de mi casa- a la que ya no llamo hogar- veo a nuestros fantasmas… ilusiones de un tiempo que se esfumó; con mi paso sigiloso para no espantarnos y disfrutar de esa falsa armonía – que yo me empecinaba en mantener- nos veo y me veo: reflejo de algo que nunca fue, irrealidad pura.
Me dejó, sí. Se dejó también… lo que fue él y lo que fui yo. Lo digo con una mano en este quebradizo corazón… Acepto lo que me ha pasado: crecí, viví y morí casi al mismo tiempo…
Hoy, considero que podría hasta llamarlo y decirle gracias; gracias por haber hecho lo que no me animaba a hacer yo… gracias por darme una nueva oportunidad para amarme.
Profesora Milena Evelin, Cabrera
Autor/es: | LEONETTI, GISELLE EDIT |