Sobre la independencia
Una de las variables más complejas y controversiales a la hora de realizar una mirada introspectiva a nuestra condición de latinoamericanos es la de construir una mirada crítica al proceso de emancipación de las colonias americanas y a sus intenciones independentistas. Si sometemos este concepto tan amplio a toda clase de preguntas, nos encontraremos con ambigüedades y polémicas que se vinculan directamente con lo conflictivo y complejo que fue el proceso de construcción política de los Estados Americanos en la primera mitad del siglo XIX.
Para 1816, España se había liberado de los Franceses, Bonaparte era una figura que las monarquías europeas querían borrar de la Historia para siempre, y el Rey Fernando VII, recién restaurado en el trono, con la clara intención de reconstituir su imperio que en el caso americano se encontraba todavía en manos revolucionarias, se disponía a mover su ejército para avanzar sobre los insurrectos. En ese escenario, el Congreso General Constituyente comenzó a sesionar en la provincia de Tucumán en un intento de distender una tirante relación entre Buenos Aires y el resto de las provincias. El 9 de julio de aquel año, los diputados provinciales afirmaron “solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas, y cada una de ellas, así lo publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, baxo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama. Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración.”
La independencia argentina tuvo varias aristas que pivotearon sobre la idea de lo común, de la libertad, de la igualdad y de lo irreversible del carácter emancipador, pero, fundamentalmente, de la idea de la interculturalidad del proceso independentista. El proceso libertador y las guerras de independencia que, lideradas fundamentalmente por el General San Martín, fueron un llamado no sólo a los descendientes de españoles nacidos en suelo americano sino también a los pueblos originarios. Desde este punto de vista, el proceso independentista suponía una suerte de “reparación histórica” del genocidio que la corona española había llevado adelante sobre los pueblos originarios, principalmente en el siglo XVI. En la proclama de Tiahuanaco, Castelli proclamó derechos civiles y políticos para los pueblos originarios del Alto Perú. Los reconoció como hombres libres e iguales, anulando los abusos, manoseos, vejaciones e imposiciones que pesaban sobre ellos en nombre del catolicismo y, fundamentalmente, de la corona española. “…que los indios son y deben ser reputados con igual opción que los demás habitantes nacionales a todos los cargos, empleos, destino y honores y distinciones por la igualdad de derechos de ciudadanos, sin otra diferencia que la que presta el mérito y la aptitud […] reformar los abusos introducidos en prejuicio de los indios, aunque sean con el título de culto divino, promoviendo su beneficio en todos los ramos y con particularidad sobre repartimientos de tierras, estableciendo escuelas en sus pueblos y excepción de carga o imposición indebidas…” En esa misma línea y en el ámbito de la Restauración Monárquica producida en el Congreso de Viena, Manuel Belgrano propuso a los constituyentes la creación de una monarquía de tipo constitucional y de origen incaico. El siguiente, es un fragmento del acta de la sesión secreta del 6 de Julio en el Congreso: “Las formas convenientes para estas provincias, sería la de una monarquía temperada; llamando la dinastía de los incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta casa tan inicuamente despojada del trono, a cuya sola noticia estallará el entusiasmo general de los habitantes del interior.”
Más allá de postulados jurídicos, proyectos legales y sentencias ideológicas de los revolucionarios, quizás la prueba más inobjetable del carácter intercultural de las proclamas independentistas fue la edición en quechua y en aymará del acta de la independencia. Pero este carácter intercultural fue decayendo con el correr de los años y con las continuidades y discontinuidades de los distintos proyectos políticos. La narración de la épica americana devino en una aventura casi estrictamente rioplatense en donde los criollos americanos, descendientes directos de los españoles, se convirtieron en los héroes y únicos protagonistas, no sólo del proceso emancipador sino también de las vanguardias políticas e incluso de la propia historiografía argentina en la segunda mitad del siglo XIX.
De cualquier forma, hoy, a más de 200 años de la declaración de la independencia, rescatamos de aquellos congresistas la idea de que en lo intercultural y lo diverso, se basa el diálogo que da sentido al carácter republicano de nuestro país. Así como en nuestro rol de educadores sostenemos que no hay calidad educativa sin inclusión, podemos afirmar también que no hay República sin interculturalidad y diversidad.
Propuesta pedagógica
- Analizar ideas fuerzas del proceso independentista: postura sostenida por la Primera Junta y los gobiernos que la sucedieron acerca de la relación de fidelidad al rey Fernando VII, cambios que ocurrieron en el ex virreinato y en la península ibérica en los años que van de 1810 a 1816, provincias incluidas dentro de la declaración de independencia que representa “a las Provincias Unidas en Sud América”.
- Sugerimos que los alumnos observen atentamente el mapa de las Provincias Unidas del Río de la Plata hacia 1814 y qué investiguen cuál fue la historia política de Santa Fe y bajo qué condiciones se incorporó al mapa de lo que hoy es la República Argentina.
- La historiadora Marcela Ternavasio explica por qué en la Argentina festejamos dos fechas patrias: el 25 de Mayo y el 9 de Julio. https://www.youtube.com/watch?v=X1NmIHPSnPE
- El doctor en Historia e investigador Fabio Wasserman analiza cuál fue la actitud de los gobiernos revolucionarios hacia los pueblos originarios y explica por qué el Congreso de Tucumán evaluó, como forma de gobierno, una monarquía a cargo de un descendiente de los incas. https://www.youtube.com/watch?v=cXEem8NvjLU
- En la medida que manifiesta el deseo de la independencia, la emancipación forma parte constitutiva del horizonte de las actuales sociedades democráticas. Si en 1816 los congresales reclamaban al mundo el reconocimiento de un nuevo “sujeto político”, en la actualidad, ¿qué distintos grupos sociales en el acto mismo de peticionar por sus derechos, exigen ser reconocidos como sujetos políticos independientes?
- Que los alumnos indaguen en la comunidad sobre los modos de festejar el 9 de Julio en otras épocas. Pueden preguntar a, padres, madres, tíos, vecinos, docentes, abuelos, etc. ¿Cómo se organizaba la fiesta? ¿Dónde se hacía? ¿Quiénes participaban? ¿Qué música se escuchaba? ¿Qué se bailaba? ¿Cómo se vestían? ¿Recuerdan qué se leía o qué decían los discursos? ¿Cuáles eran los platos típicos que se preparaban para ese día? Sugerimos comparar esas celebraciones con las actuales. ¿Qué continuidades hay? ¿Qué cambios encuentran?
- Proponemos que los alumnos escuchen la canción de “Al jardín de la república” interpretada por Mercedes Sosa. ¿Qué costumbres, danzas y ritmos musicales recupera la canción? ¿Cómo describe a la provincia de Tucumán? ¿Por qué se la llama “jardín de la república”? https://www.youtube.com/watch?v=Z8lwMblL5Ek
- La siguiente nota apareció en un periódico llamado Mártir o Libre, editado por Bernardo Monteagudo: “Sería un insulto a la dignidad del pueblo americano el probar que debemos ser independientes: este es un principio sancionado por la naturaleza, y reconocido solemnemente por el gran consejo de las naciones parciales. El único problema que ahora se ventila es si convenga declararnos independientes, es decir, si convenga declarar que estamos con la justa posesión de nuestros derechos. […] Es preciso distinguir la declaración de la independencia de la constitución que se adopte para sostenerla: un caso es publicar la soberanía de un pueblo, y otra establecer el sistema de gobierno que convenga a sus circunstancias. Bien sé que la Asamblea no puede fijar por sí sola la constitución permanente de los pueblos; para esto es necesaria la concurrencia de todos los delegados suficientemente instituidos por la voluntad particular de cada uno, y el solo conato de usurpar esta prerrogativa sería un crimen. Pero no sucede lo mismo con la independencia, y la razón es incontestable. Los pueblos tienen una voluntad determinada, cierta y expresa para ser libres: ellos no han renunciado, ni pueden renunciar a ese derecho; declararlos tales, no es sino publicar el decreto que ha pronunciado en su favor la naturaleza; pero dictar la constitución a que deben sujetarse, es suponer en ellos una voluntad que no tienen, es inferir arbitrariamente de un principio cierto una consecuencia injusta e ilegítima, no habiendo aún expresado por ningún acto formal o presunto, cuál es la forma de gobierno que prefieren. Concluyo de todo esto, que aunque sea justo, legal, y conforme a la voluntad de los pueblos declarar su independencia, no sería de ningún modo fijar su constitución; así como tampoco puede inferirse por la impotencia actual de establecer ésta, la inoportunidad de publicar aquella.” Monteagudo realiza dos distinciones muy específicas, la primera es una distinción entre probar la necesidad de la independencia y declarar la independencia, y la segunda marca la diferencia entre declarar la independencia y sancionar una constitución. En el momento en el que escribe este artículo, ¿cuál es la prioridad para Monteagudo: la Constitución o la independencia? ¿Por qué?
Imagen de post: “9 de Julio de 1816”. Acuarela de Antonio González Moreno, 1941.
Autor/es: | VIETTO, GREGORIO ESTANISLAO |