La experiencia estética en la cultura del cuidado – Educación Intercultural
“La experiencia estética escapa a la distribución sensible
de los lugares y de las competencias que estructura el orden jerárquico”.
Ranciere[1]
El epígrafe nos invita a pensar la igualdad, la posibilidad de encontrarnos en algún lugar común de la condición humana. Quizás sean las experiencias estéticas ese lugar donde la contemplación y el goce de un bello amanecer, le es dado al más humilde pescador como a un noble que habita un suntuoso palacio.
Uno de los problemas del siglo XXI son las nuevas formas de colonización promovidas por el modelo de globalización hegemónica. En el ámbito educativo, en la escuela, la colonización opera por medio de políticas que se guían por los principios del mercado y de la competencia, enfatizando una lógica productivista y monocurricular que privilegia y entiende como el único conocimiento válido, el enfoque occidental eurocéntrico. Pensar una educación descolonizadora e intercultural, significa, pensar otra epistemología, otras subjetividades y, sobre todo, supone la descolonización de la historia y del poder.
La Educación Intercultural cuyo eje es la construcción de proyectos educativos en sintonía con las diferentes cosmovisiones, con las diferentes formas de producción del saber, convoca a construir procesos educacionales que sean sensibles a las diferencias culturales, étnicas, de género, lingüísticas.
Apostar a las diferencias y hacerlas dialogar es una riqueza. Aprender de otras sensibilidades, otras maneras de conocer. Así, la enseñanza que aportan las culturas indígenas, con respecto al cuidado- de la naturaleza-de nosotros y universo, nos llevan a reflexionar, tomar una pausa… Enseñanza dada por sus ancestros que sigue viva y se transmite de generación en generación.
En este inesperado escenario, transitando el silencio que tomó las ciudades, la calma de una población que aquietó su frenético ritmo, es propicio conectarnos con todo lo que nos rodea, escuchar sonidos que antes no registramos de manera consciente, contemplar el cielo y sus cambios de colores en los distintos momentos de un día, descubrir los ciclos de la vida en la naturaleza, armonizarnos.
Explorar el mundo de los sonidos nos posibilita hacer consciente el potencial de las experiencias sensoperceptivas, amplían nuestro umbral de disfrute y gozo vital. Potenciar la escucha, a través de la atención y la memoria auditiva. Recuperar juegos musicales, que desarrollen la percepción y discriminación auditiva de paisajes sonoros puede resultar una experiencia positiva, enriquecedora y gratificante para los niños y adultos que habitan un mismo espacio en esta emergencia. Asimismo, vivenciar la experiencia como el canto colectivo, aun cuando medien distancias físicas, las nuevas tecnologías nos ayudan a pensar acciones y consignas en esta dirección.
Desde la riqueza de lo diversidad cultural van a emerger, sin duda tantas otras propuestas, actividades que se vinculan con prácticas y saberes culturalmente significativas como tejido en telar, modelar en cerámica, barro, arcilla, huertas de plantas aromáticas, medicinales, artesanías, preparar alimentos.
Abrir cauces a la expresión en sus diferentes lenguajes, como condición de que la fuerza vital de la creatividad nos sostenga y ayude a transitar de manera esperanzadora este momento.
Acciones todas ellas que permitirán, tanto afianzar y profundizar en la riqueza de legados comunitarios como también abordar aquellos otros saberes socialmente significativos que contribuyen a afianzar el conocimiento como bien público y hacen realidad el derecho a la educación.
[1] Ranciere, Jackes (2007) en Frigerio y Diker (comps) Educar: (sobre) impresiones estéticas.
Autor/es: | FUX, MARIA NAZARET |