23 DE SEPTIEMBRE: RECONOCIMIENTO DE LOS DERECHOS POLÍTICOS DE LA MUJER ARGENTINA. VOTO FEMENINO.
Una lucha larga e internacional
La lucha por los derechos civiles de las mujeres y el voto femenino se remonta a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. En Gran Bretaña y Estados Unidos surgieron importantes movimientos sufragistas donde las mujeres se movilizaron exigiendo sus derechos. Esta lucha no estuvo ajena a las cuestiones sociales de la época ni a la lucha por los derechos de los trabajadores. El fin de la Primera Guerra Mundial trajo consecuencias importantes para quienes demandaban la igualdad política entre hombres y mujeres. Varias situaciones contribuyeron a hacer efectivo este reclamo a partir de 1918 y en algunos países como Nueva Zelanda, Finlandia y Noruega, las mujeres podían votar desde principios de siglo.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) colocó la lucha por el voto femenino en segundo plano. Sin embargo, la incorporación de las mujeres a nuevos empleos les otorgó nuevas responsabilidades sociales mientras los hombres se hallaban en el frente de batalla. Cuando la guerra terminó, los gobiernos de varios países de Europa tuvieron que reconocer la igualdad política de hombres y mujeres, y establecer el derecho al sufragio femenino.
Voto femenino en Argentina
La Constitución de la República Argentina otorga a los ciudadanos el derecho de elegir y ser elegidos. Pero, ¿cómo eran las elecciones en la Argentina a fines del siglo XIX? En principio, aunque el voto se denominaba “universal” sólo podían votar los varones argentinos mayores de 18 años. Por otra parte, votar no era obligatorio. Por lo que la forma en que se llevaban a cabo las elecciones fue un serio problema durante muchos años, porque la votación no era secreta. El fraude, la corrupción y la violencia eran prácticas comunes durante las elecciones.
La Ley Sáenz Peña de 1912, mediante la reforma del sistema electoral, incorporó el secreto y obligatoriedad del voto lo que permitió que todos los varones argentinos mayores de 18 años pudieran votar. Este hecho significó un gran avance para la democracia en la República Argentina. Sin embargo, la reforma también tuvo sus límites ya que la ley no habilitó a las mujeres para el ejercicio del voto. Esta situación, llevó a que las mujeres comenzaran a organizarse para luchar por la conquista de este derecho.
El primer intento por imponer el tratamiento legislativo del voto femenino fue en 1928 cuando el socialista Mario Bravo llevó un proyecto a la Cámara de Diputados, que quedó trunco por el golpe militar de 1930. En 1932, Alfredo Palacios logró que la cámara baja diera media sanción al voto femenino, pero fue rechazada en el Senado. Los conservadores se oponían a esta iniciativa de igualdad de género argumentando lo «costoso que sería empadronar a todas las mujeres y lo difícil de enseñarles las responsabilidades del voto», cuando en realidad el temor era la pérdida del control del poder.
Con la llegada del peronismo en 1945 la causa del voto femenino fue retomada por Eva Duarte. Esta desplegó una fuerte campaña hablando en la radio y en los actos públicos. En 1947 el Congreso sancionó la ley del voto femenino. El 11 de noviembre de 1951 votaron por primera vez, en nuestro país, más de 3.500.000 mujeres dando como resultado la reelección de Juan Domingo Perón. Ese día, miles de mujeres concurrieron por primera vez a ejercer su derecho. El 90% del padrón femenino concurrió a sufragar. De esta forma se cumplía el sueño de luchadoras feministas como Alicia Moreau de Justo, Elvira Dellepiane de Rawson, la poetisa Alfonsina Storni y Silvina Ocampo, quienes desde los albores del siglo XX luchaban por la sanción de esta ley.
La lucha que mujeres de distintos lugares del mundo llevaron a cabo por uno de los más elementales derechos cívicos, no fue fácil, implicó la cárcel y la represión para muchas. Conquistado este derecho, las desigualdades de género aún persisten. Pasaron 70 años desde que se logró el voto femenino y, sin embargo, las mujeres todavía tenemos muchos derechos por conseguir. Hoy en día, seguimos siendo las mujeres las que tenemos los trabajos más precarios, seguimos cobrando menos que los hombres ante los mismos trabajos, y todavía estamos peleando por el derecho de decidir sobre nuestro propio cuerpo, por el derecho a ser escuchadas y respetadas, en definitiva el derecho a estar vivas.
Autor/es: | EKKERT, ELIZABET GERTRUDIS |