CUARENTA AÑOS DE HISTORIA VIVA
Se reunieron por primera vez, cuatrocientos dos días después del Golpe, un día sábado 30 de abril del año 1977, en la Plaza…fue el parto, de pronto la muerte se volvió vida en cada una de estas mujeres parturientas que dieron a luz uno de los movimientos por los Derechos Humanos que marcarían la historia de este país por siempre…y la Plaza fue el vasto territorio del dolor, de la búsqueda, del encuentro, de la incertidumbre, y de la desesperación… donde se encontraron. Ese día sólo eran catorce mujeres, no había gente prácticamente en la plaza y pensaron volver al viernes siguiente, pero una de ellas afirmó que el viernes era día de brujas, así que el jueves fue el día de la semana elegido para el encuentro, y para escabullirse de las brujas…y de la caza de brujas. El Estado de Sitio, prohibía cualquier reunión de tres personas o más, por ser potencialmente subversiva; por lo que los policías empezaron a cruzar el territorio de la plaza, alrededor de estas mujeres que hablaban y tejían en los asientos de la plaza; ordenándoles que caminaran, que circularan, porque no se podían quedar en la plaza. Entonces, ellas comenzaron a caminar alrededor del monumento a Belgrano en sentido contrario a las agujas del reloj, rebelándose contra cada minuto, cada segundo que llevaban sin el abrazo de sus hijos. Marcharon para seguir marchando todos los jueves de cada semana, de cada mes, de cada año…
Los periodistas extranjeros, llegaron y preguntaron al gobierno militar por esas mujeres que caminaban en forma circular dando vueltas y más vueltas. Les respondieron que solo eran unas pobres mujeres locas, que buscaban gente que no estaba en ningún lado…Pero, estas mujeres, que caminaban tomadas del brazo en el sentido contrario a las agujas del reloj, y que tejían y rezaban, en todo caso estaban locas de dolor, de silencios, de ausencias…Tenían ovillos de lana, agujas, y mientras tejían desarmaban los ovillos donde siempre había un papelito arrugado con un mensaje, un número de teléfono, una dirección… sus manos tejían inventando laberintos de búsquedas sin fin…
En los primeros días del mes de octubre de 1977, la Iglesia preparaba la marcha a Luján, con un millón de jóvenes; y ellas decidieron ir, pero cómo no todas podían caminar tantos kilómetros, debieron pensar en una forma de identificación para encontrarse en la marcha…pensaron en un pañuelo, de color blanco, que ellas quisieron fuera el pañal que habían usado sus hijos…así alrededor de la plaza de Luján estas mujeres reclamaron y pidieron, por los desaparecidos de este país… Poco después hubo una marcha de los organismos de derechos humanos, que terminó con 300 personas detenidas, incluidos –por error- varios periodistas extranjeros. En la comisaría, las Madres rezaban Padrenuestros y Avemarías. Los policías no se atrevían a incomodar a mujeres tan devotas. Entre rezo y rezo, haciendo cruces, miraban a los uniformados, les decían “asesinos”, y seguían rezando. Amén.
Las madres estaban organizando la colecta para publicar una solicitada el 10 de diciembre, denunciando las desapariciones, cuando secuestraron a Esther Careaga y a Mary Ponce de Bianco en la Iglesia de Santa Cruz, junto a ocho personas más, incluida la monja francesa Alice Domon… días después, desapareció Azucena Villaflor. El terror del estado terrorista superó todo lo imaginable. Estaban desapareciendo quienes buscaban a los desaparecidos; y los militares secuestraron a las madres que eran las cabezas visibles del movimiento. Fue primero el estupor, el terror paralizante y después el coraje y la certeza de continuar adelante por el camino elegido: no había atajos posibles, y la voz de Azucena diciendo que “todos los desaparecidos son nuestros hijos”, fue el horizonte de sentido para las madres…Ellas, que denunciaron lo que les había sucedido a sus hijos, pero también hicieron suyos los sueños y los ideales de cada uno de ellos… y fue una forma de volver a nacer…
En el año 1979 las Madres crearon la Asociación Madres de Plaza de Mayo: Si todas estaban en peligro, esa era una forma de mantener la lucha viva. Recién en 1980, gracias a los apoyos internacionales, las Madres pudieron tener una oficina. Pero también ese año decidieron volver a su territorio, la Plaza de Mayo, para nunca más abandonarla.
Fueron un jueves, al jueves siguiente las estaba esperando un escuadrón entero, con las armas gatilladas, pero ellas cambiaban el horario, circulaban por donde no las veían, para acorralar a la muerte. Poco a poco envolvieron a la Pirámide de Mayo con sus marchas que nadie ya podía detener. Llevaban diarios enroscados para pegarles en el hocico a los perros de la policía… y también botellitas de agua y bicarbonato por si las esperaban con gases lacrimógenos. No necesitaban gases para llorar. Pero habían decidido transformar el llanto en acciones…
Autor/es: | MONTENEGRO, LILIANA MAURICIA |